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Anschluss

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El territorio de Austria y el Reich alemán (12 de marzo de 1938).
Hitler pronuncia un discurso el 15 de marzo de 1938 desde el balcón del Palacio Imperial de Hofburg en Viena, Austria.

Por Anschluss (palabra alemana para ‘anexión’ en su acepción geopolítica), se conoce en la historiografía moderna a la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi en marzo de 1938. El día 12 de ese mes, tropas de la Wehrmacht invadieron el Estado Federal de Austria (conocido como Ständestaat) sin encontrar resistencia, y este se convirtió en una provincia del Reich alemán, llamada Ostmark (antes de convertirse en un gau).

Los sucesos del 12 de marzo de 1938 se enmarcan en los anhelos expansionistas de Adolf Hitler para Alemania. Fueron precedidos por la devolución del Sarre en 1935, tras el plebiscito que puso fin al control de la Sociedad de las Naciones que el Tratado de Versalles le había encomendado por un periodo de quince años a Francia; y seguidos por la crisis de los Sudetes, la ocupación del resto de Checoslovaquia, la creación del Protectorado de Bohemia y Moravia y la invasión de Polonia detonando la Segunda Guerra Mundial.

El término completo usado en alemán es Anschluss Österreichs (‘anexión de Austria’), y puede referirse tanto al acto como al período. Si bien, el término Anschluss por sí mismo se usa también por antonomasia (conforme la gramática alemana, entre comillas para diferenciarlo del vocablo común).

Antecedentes

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La idea de una unión con Alemania había surgido en el siglo XIX, y renació tras la Primera Guerra Mundial, a pesar de que los tratados de paz lo prohibían.[1]​ La estabilización económica de los años veinte disminuyó el atractivo de la unión de los dos países.[1]​ La Gran Depresión, sin embargo, volvió a presentar el Anschluss como una posible solución a la crisis.[2]​ El intento de unión aduanera, empero, fracasó.[2]

El Anschluss fue precedido por un período de creciente presión política sobre Austria, ejercida por Alemania, exigiendo la legalización del partido nazi y, más adelante, su participación en el gobierno. El 13 de septiembre de 1931, la milicia de los socialcristianos intentó en vano tomar el poder por las armas.

El canciller Dollfuss en Ginebra, 1933.

A pesar de ser el partido más votado en las elecciones de abril de 1932, los nazis no obtuvieron la mayoría absoluta, por lo que pasaron a la oposición. Los nazis austríacos se lanzaron a una estrategia de tensión y recurrieron al terrorismo. El canciller socialcristiano Engelbert Dollfuss decidió en 1933 gobernar por decreto, disolver el Parlamento, el partido comunista, el partido nacionalsocialista y la poderosa milicia socialdemócrata, la Schutzbund. Su régimen adquirió un tinte fascista con preferencia hacia los modelos adoptados previamente por Benito Mussolini y basado en el catolicismo tradicional, por lo cual recibió el nombre de austrofascismo. Dollfuss reprimió a los socialdemócratas que deseaban salvar la democracia que Dollfuss y los nazis ponían en riesgo.

  • La dura represión de la policía tras una insurrección socialista en Linz en febrero de 1934 causó entre 1000 y 2000 muertos. Los socialdemócratas se exiliaron. Entretanto, los nazis austríacos se habían reforzado y organizado, exigiendo un fascismo más germánico y subordinado a Alemania. En su afán de tomar el poder lanzaron una fallida revuelta y asesinaron al canciller Dollfuss el 25 de julio de 1934 en el edificio del gobierno en Viena, pero su golpe de Estado fracasó. El Ejército austríaco no se unió a la rebelión, mientras que los seguidores austrofascistas de Dollfuss lograron aislar y reducir a las bandas de nazis armados que intentaron organizarse.

Hitler tuvo conocimiento de que la viuda y los hijos del asesinado Dollfuss se hallaban en ese momento como huéspedes del dictador italiano Benito Mussolini. Precisamente, cuando Mussolini supo lo acontecido a Dollfuss en Viena, el 26 de julio ordenó movilizar tropas italianas en la frontera alpina con Austria, amenazando con intervenir militarmente para sostener a los sucesores de Dollfuss en caso necesario. Hitler no contaba entonces con la Wehrmacht en toda su fuerza ni bajo control total del nazismo, y aún en ese caso tampoco deseaba un conflicto con un régimen ideológicamente tan cercano como la Italia fascista, por lo cual se abstuvo de enviar tropas para apoyar a los nazis austríacos.

Presión alemana sobre Austria

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El nuevo canciller, Kurt Schuschnigg, insistió en proseguir el sistema político de Dollfuss, manteniendo una dictadura nacionalista, fascista e impidiendo toda opción política que propugnase la anexión a Alemania, para lo cual contó con el apoyo tácito de políticos socialistas y católicos, que juzgaron al austrofascismo como un mal mucho menor que el nacionalsocialismo alemán. No obstante, los nazis austríacos habían empezado a organizarse más cuidadosamente para una posible rebelión futura, y eligieron como táctica el terrorismo contra autoridades gubernamentales y contra conocidos militantes «antinazis». Entre agosto de 1934 y marzo de 1938, los atentados nacionalsocialistas mataron a 800 personas.

La situación interna de Austria amenazaba con una guerra civil entre el gobierno y los nazis austríacos, que recibían financiación y armas del Tercer Reich, y que habían logrado captar un alto número de simpatizantes de entre la juventud austríaca que sufría el desempleo provocado por la Gran Depresión de 1929 que aún afectaba a Austria. En este contexto de disturbios sociales, el canciller Kurt Schuschnigg fue convocado a una reunión con Hitler en el «Nido del Águila», en Berchtesgaden, el 12 de febrero de 1938, fecha en que la actividad terrorista nazi en Austria alcanzaba un nivel insoportable para la república alpina. El programa exigido por Hitler era claro: amnistía para los nazis austríacos por los crímenes cometidos, participación de sus miembros en el gobierno, establecimiento de un sistema de colaboración entre la Wehrmacht y el ejército federal austríaco e inclusión de Austria en el área aduanera alemana a cambio de que el Tercer Reich dejara de intervenir en la crisis política austríaca.

La entrevista Schuschnigg-Hitler resultó tempestuosa; el dictador alemán amenazó al canciller austríaco con propiciar una guerra civil en Austria, con ayuda de los nacionalsocialistas austríacos, si no eran aceptadas todas sus condiciones. Hitler, literalmente, amenazó a Schuschnigg con «transformar Austria en una segunda España» si no se satisfacían sus demandas, para lo cual, el dictador nazi convocó a la sala de reuniones a los jefes militares Wilhelm Keitel, Hugo Sperrle y Walther von Reichenau que, según Hitler, se hallaban allí «por casualidad». Schuschnigg abandonó precipitadamente Berchtesgaden el mismo 12 de febrero junto con el presidente de Austria Wilhelm Miklas, temiendo ambos una invasión por parte de Alemania en cualquier momento.

De vuelta en Viena, el canciller de Austria Kurt Schuschnigg aceptó dar libertad a los nazis austríacos encarcelados, y entregó el Ministerio de Policía al nacionalsocialista Arthur Seyss-Inquart, en un último intento de mantener la independencia de Austria. No obstante, los nazis austríacos no se daban por satisfechos pues, ahora, Schuschnigg se apoyaba en socialistas y católicos para preservar la independencia de Austria, por lo cual, los atentados y sabotajes nazis prosiguieron. Por su parte, Hitler, en su discurso público del día 3 de marzo de 1938, se dirigió a los austríacos como los «10 millones de alemanes que viven fuera de nuestras fronteras», reafirmando así su intención anexionista respecto de Austria.

La anexión

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Convocatoria del plebiscito

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Deseoso de evitar una p�rdida paulatina del poder y esperando poder recabar la ayuda europea contra Alemania, el canciller decidi� el 1 de marzo llevar a cabo un plebiscito el domingo 13.[3]​ La pregunta no inclu�a la aceptaci�n de la anexi�n alemana, sino que se limitaba a solicitar el apoyo del votante al mantenimiento de una �Austria unida, cristiana, social, independiente, alemana y libre�.[3]​ Los preparativos comenzaron en secreto el d�a 5 de marzo y Von Schuschnigg comunic� el plan a Sey�-Inquart el 8, encareci�ndole que no lo divulgase hasta el d�a siguiente, cuando ten�a pensado anunciarlo oficialmente.[3]​ Aunque Sey�-Inquart mantuvo su promesa, nacionalsocialistas austr�acos que trabajaban en la Administraci�n estatal se enteraron del plan y lo comunicaron a Berl�n.[3]

Presionado por los hechos, Von Schuschnigg anunci� un refer�ndum el mi�rcoles 9 de marzo de 1938 para determinar la independencia o la uni�n con Alemania, para as� beneficiarse de la legitimidad popular y mostrar las intenciones expansionistas de Hitler. Respecto al referendo, Schuschnigg, de acuerdo con el presidente Miklas, fij� en 24 a�os la edad m�nima para votar,[4]​ evitando la participaci�n masiva de j�venes desempleados que constitu�an la mayor reserva de militantes nazis de Austria. La fecha de la consulta popular ser�a el domingo 13 de marzo. Cuando Hitler se enter� de las intenciones de Schuschnigg, se enfureci� y orden� a los nazis austr�acos pasar a la acci�n para evitar que se celebrara tal refer�ndum. Mientras tanto, en Austria, la noche del 9 de marzo, los nacionalsocialistas exigieron que se abrogara el art�culo 88 del Tratado de Saint-Germain-en-Laye que imped�a la uni�n con Alemania para permitir la votaci�n, Hitler enviaba a un representante personal para evitar el plebiscito si no inclu�a claramente la opci�n de la anexi�n con Alemania.[3]​ No se puso en marcha acci�n violenta alguna, en espera de que el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Ribbentrop, que se hallaba en Reino Unido, informase sobre la actitud de �sta a una eventual intervenci�n alemana en el pa�s vecino.[5]​ El d�a 10 lleg� la confirmaci�n de que, si el conflicto se limitaba a las dos naciones, el Reino Unido no intervendr�a en favor de los austr�acos.[6]

Antes de que el refer�ndum se celebrara, los nacionalsocialistas austr�acos lanzaron una ola de ataques violentos contra las entidades gubernamentales, mientras que la polic�a austr�aca (en manos de Sey�-Inquart) fue neutralizada y se le impidi� cualquier oposici�n. Alemania cerr� las fronteras y empez� a movilizar sus tropas, mientras que los nazis austr�acos se absten�an de repetir el intento de golpe de Estado de cuatro a�os antes contra Dollfu�: ahora creaban el caos en todo el pa�s con algaradas callejeras y violencias de toda clase (incendios, saqueos, destrucci�n de oficinas p�blicas), para generar una situaci�n de caos y provocar una verdadera guerra civil contra socialdem�cratas y cat�licos. Mientras tanto, Hitler decid�a la invasi�n alemana de Austria y discut�a con el Estado Mayor de la Wehrmacht los planes necesarios, perfilados apresuradamente a lo largo del d�a 10.[6]

La ma�ana del d�a 11, Sey�-Inquart recibi� una carta de Hitler en la que se le informaba de los preparativos militares que se estaban llevando a cabo en la frontera y reclamando la anulaci�n del plebiscito antes del mediod�a.[6]​ Acudi� a ver al canciller en la sede del Gobierno y le rog� que aceptase las condiciones de Hitler; como la entrevista se alarg�, los nazis otorgaron una pr�rroga para obtener la respuesta del Gobierno austr�aco hasta las dos de la tarde.[6]​ A las exigencias del canciller alem�n, se unieron pronto las del partido nazi en Austria: Von Schuschnigg deb�a retrasar la votaci�n tres semanas o arriesgarse a que los nacionalsocialistas tomasen el poder por la fuerza.[6]

Los disturbios masivos causados por nazis se sucedieron en Graz, Linz, Innsbruck y Viena a lo largo de los d�as 10 y 11 de marzo, con la consiguiente represi�n de tropas austr�acas a�n leales al gobierno. El plan de Hitler era que el presidente Miklas destituyese a Schuschnigg ante el temor de una guerra civil y que nombrase a Sey�-Inquart como canciller de Austria. Estaba planeado que Sey�-Inquart aprovechar�a su nuevo cargo para solicitar ayuda militar a Alemania con el objetivo de poner fin a la crisis interna austr�aca, disipando as� toda apariencia de invasi�n alemana.

Al amanecer del viernes 11 de marzo, las juventudes nacionalsocialistas, ahora armadas y disciplinadas, se hab�an constituido en una milicia que tomaba los edificios gubernamentales por todas las ciudades principales de Austria con apoyo de agentes de la Gestapo infiltrados, inclusive en la misma capital austr�aca. Ante la amenaza de una revuelta armada masiva patrocinada por Alemania, el canciller Schuschnigg trataba de buscar apoyo en el Reino Unido o Francia para detener la agresi�n alemana, pero ninguno de estos gobiernos mostr� intenci�n alguna de intervenir.

Polic�as de frontera alemanes y austr�acos desmontan conjuntamente un puesto lim�trofe el 15 de marzo de 1938.

El presidente Wilhelm Miklas recibi� un ultim�tum del propio Hitler, a las 12:00 horas del viernes 11 de marzo, exigi�ndole que dejara sin efecto el refer�ndum convocado por Schuschnigg y d�ndole un plazo de dos horas, que venc�a supuestamente a las 13:00 horas, debido a una demora alemana en hacer llegar el mensaje. Miklas discuti� la situaci�n con Schuschnigg, pero �ste no acept� dejarlo sin efecto.

Claudicaci�n austr�aca

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El Gobierno austr�aco se reuni� a las dos de la tarde y Von Schuschnigg acept� anular el plebiscito tras una sesi�n tormentosa, aunque no convocar�a uno nuevo tres semanas despu�s, como reclamaban los nazis austr�acos.[7]​ A las 14:45 horas, G�ring telefone� a Seyss-Inquart para rechazar las concesiones, que tach� de insuficientes; poco despu�s, volvi� a llamarlo para indicar que Hitler exig�a la renuncia del Gobierno entero.[8]​ Cuando se le comunic� la nueva condici�n a Von Schuschnigg a las 15:30 horas, �ste present� la dimisi�n al presidente.[8]

Al mismo tiempo que se reun�a el Consejo de Ministros austr�aco, Hitler aprobaba los planes de invasi�n.[8]​ Dos horas m�s tarde, cuando se supo de la aquiescencia de Von Schuschnigg a las exigencias alemanas, se detuvieron los preparativos militares.[8]

No obstante, un nuevo mensaje alter� el curso de los acontecimientos, pues, a las 15:30 horas, Hitler envi� otro ultim�tum a Miklas exigiendo que se nombrara al nazi austr�aco Sey�-Inquart como nuevo canciller. Miklas se neg� expresamente y, en las horas que siguieron, se busc� a otro l�der pol�tico ya que Schuschnigg hab�a renunciado.[8]​ A las 17:00 horas, dirigentes nazis austr�acos volvieron a reclamar la formaci�n de un gabinete con Sey�-Inquart a la cabeza, a las 19:30 horas, amenazando con la invasi�n a las 20:00 horas, si el presidente segu�a neg�ndose a aceptar dichas condiciones.[8]​ Aunque el agregado militar alem�n indic� que, efectivamente, ciento cincuenta mil soldados estaban listos para invadir el pa�s si Miklas no encargaba el Gobierno a Sey�-Inquart, el presidente rechaz� altivamente la intimidaci�n.[9]​ Pese a sus esfuerzos, Miklas no logr� que ning�n otro l�der pol�tico o militar austr�aco aceptase el cargo de canciller y, a las 17:00 horas, recibi� un nuevo mensaje de Hermann G�ring: Hitler exig�a que la designaci�n de Sey�-Inquart fuera realizada, a m�s tardar, a las 19:30 horas, lo que coincid�a con lo que exig�an sus correligionarios austr�acos.[10]​ Anunci�, adem�s, la presentaci�n de nuevas condiciones.[10]

A las 18:00 horas, Sey�-Inquart recibi� de un enviado de Berl�n el texto de un telegrama que deb�a enviar, anunciando su nombramiento como presidente del Gobierno y solicitando ayuda alemana para acabar con los disturbios, pero se neg� a hacerlo, alegando que no era a�n presidente y que no exist�an disturbios que requiriesen la intervenci�n militar alemana.[10]​ El enviado y Sey�-Inquart acudieron entonces a visitar al presidente, que nuevamente se neg� a aceptar a �ste como primer ministro.[10]​ A las 19:00, Von Schuschnigg declar� que iba a anunciar p�blicamente su dimisi�n.[10]

Por su parte, Kurt Schuschnigg estaba dispuesto a renunciar a su puesto si fuese necesario para evitar una invasi�n alemana. Viendo la situaci�n casi perdida, l�deres del Frente Patri�tico de Dollfu� parten al exilio esa misma tarde. Finalmente Schuschnigg decide tomar la iniciativa y pronuncia un emotivo discurso radiof�nico a las 19:47 horas, despidi�ndose del pueblo austr�aco y presentando su renuncia al cargo de canciller mientras alegaba que �ha hecho todo lo posible por salvaguardar la independencia del pa�s�. Schuschnigg termina la alocuci�n con la frase Gott sch�tze �sterreich (en alem�n, �Dios proteja a Austria�).

Pese a la renuncia de Schuschnigg, el presidente Miklas a�n se niega a legitimar el nombramiento de un nazi como canciller, aun cuando, a las 20:00 horas, las calles de Viena ya est�n pr�cticamente dominadas por los nazis austr�acos, dedicados a imponer su autoridad por la fuerza y a colgar banderas nazis o decorar con esv�sticas la bandera de Austria en los edificios p�blicos. Mientras los dirigentes nazis austr�acos ordenaban a sus seguidores tomar el poder al cumplirse la hora sin que el presidente aceptase sus condiciones, Sey�-Inquart hablaba por tel�fono con G�ring para informarle de la situaci�n.[11]​ �ste indic� que iba a ordenar la invasi�n de Austria y que cualquier resistencia se juzgar�an en consejos de guerra.[11]

Tropas alemanas entran en Viena el 14 de marzo de 1938

Hitler acept� ordenar nuevamente la movilizaci�n de las fuerzas preparadas para la invasi�n y emiti� la orden necesaria a las 20:45 horas; las tropas deb�an penetrar en el pa�s vecino la madrugada del d�a siguiente.[11]​ Aunque G�ring segu�a exigiendo que Sey�-Inquart enviase el telegrama que deb�a justificar la entrada en el pa�s de las tropas alemanas, no lo logr� hasta las 21:54 horas.[12]​ Mientras tanto, Hitler aun dudaba de la reacci�n de Benito Mussolini ante los hechos, considerando la protecci�n que ya hab�a sido otorgada por la Italia fascista a la Primera Rep�blica de Austria en 1934 tras el asesinato de Dollfu�, pero, tras la mutua colaboraci�n �talo-alemana en la conquista de Abisinia y la guerra civil espa�ola, el r�gimen fascista se hab�a alineado definitivamente con el Tercer Reich, adem�s que el propio Galeazzo Ciano -ministro italiano de Asuntos Exteriores- juzgaba en su Diario que para Italia era inviable oponerse a una anexi�n alemana de Austria, considerando que los austriacos preferir�an siempre "ser ocupados por alemanes que por italianos".

As�, hubo una consulta diplom�tica del pr�ncipe Phillip von Hesse (embajador alem�n en Roma) sobre la opini�n pol�tica italiana sobre la situaci�n en Austria, a las 22:00 horas del d�a 11 de marzo. Ante la consulta el ministro italiano Galeazzo Ciano inform� que Mussolini no intervendr�a en los sucesos de Austria.[12]​ Esta noticia fue conocida de inmediato en Viena y dej� a Miklas y Von Schuschnigg privados de su �nico gran aliado extranjero mientras, de inmediato, Hitler llamaba por tel�fono a su embajador en Roma para que �ste expresase el �profundo agradecimiento personal� del F�hrer hacia el Duce.

Al transcurrir la noche, y sin recibir noticias de Viena sobre la designaci�n de Sey�-Inquart como canciller austr�aco, Hitler se enfureci� y orden� a las tropas de la Wehrmacht proceder con la invasi�n de Austria a las 22:00 horas del d�a 11 de marzo. Tambi�n ordena la falsificaci�n de un telegrama supuestamente enviado por Sey�-Inquart desde Viena como nuevo canciller y en donde este jefe nazi ped�a ayuda a Hitler para restablecer el orden en Austria. Hitler ya no estaba conforme s�lo con la renuncia de Schuschnigg, y hab�a sostenido que Miklas tambi�n deber�a renunciar a su cargo.

A medianoche, Miklas cedi� finalmente y acept� nombrar a Sey�-Inquart como canciller interino, aunque toda medida gubernamental deb�a ser aprobada por el presidente.[12]​ Sey�-Inquart solicit� entonces a Berl�n que detuviese la invasi�n, ya que la movilizaci�n de las SA y las SS austr�acas y la decisi�n de Miklas y Von Schuschnigg de aceptar todas las condiciones alemanas la hac�an innecesaria.[12]​ Se despert� a Hitler para comunicarle el ruego de Sey�-Inquart, que rechaz�.[13]

Mientras tanto, los nacionalsocialistas austr�acos segu�an su campa�a de destrucciones y revueltas contra el gobierno, sembrando el desorden. A la medianoche del d�a 11 de marzo, los nazis austr�acos hab�an ocupado casi todos los edificios gubernamentales de Viena, arrestando a los l�deres pol�ticos �antinazis� que pudieron hallar, contando con la colaboraci�n de polic�as y reclutas simpatizantes nazis.

Intervenci�n alemana

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Tropas alemanas entrando en Viena, el martes 15 de marzo de 1938

Las primeras tropas alemanas que cruzaron la frontera austr�aca fueron vitoreadas en territorio austr�aco.[13]​ La falta de oposici�n a la invasi�n convino a las fuerzas alemanas, que pronto quedaron atrapadas en un gran atasco de tr�fico camino de Viena.[13]​ Como las potencias occidentales tampoco reaccionaron a la acci�n alemana, el mando militar alem�n pudo emplear parte de los trenes destinados a participar en la defensa frente a un posible ataque franc�s a la invasi�n.[13]

A las diez de la ma�ana, el nuevo Ejecutivo austr�aco jur� la Constituci�n.[13]​ Nuevamente, el nuevo canciller solicit� infructuosamente que se detuviese la invasi�n.[13]​ Al no conseguirlo, acudi� a Linz a encontrarse con Hitler.[13]​ Solicit� que se permitiese a unidades austr�acas entrar en territorio alem�n, para dar una apariencia de uni�n a la invasi�n, a lo que el mandatario alem�n accedi�.[14]​ A mediod�a, el nuevo Gobierno austr�aco, que ya hab�a rescindido unilateralmente el art�culo 88 del tratado de paz que imped�a la uni�n con Alemania, promulg� un decreto que ratificaba la anexi�n.[15]​ Al mismo tiempo, las primeras tropas alemanas alcanzaban la capital austr�aca.[16]​ Miklas dimiti� y nombr� presidente interino al canciller, pero se neg� a firmar el decreto de anexi�n aprobado por este.[16]

En la ma�ana del 12 de marzo, el presidente Miklas acept� finalmente designar a Seyss-Inquart como canciller austr�aco, pero esta medida resultaba in�til pues al amanecer las tropas de la Wehrmacht alemana ya hab�an cruzado la frontera, iniciando su invasi�n. Los nazis austr�acos arrestaron a Miklas en el mediod�a, con apoyo de agentes de la Gestapo infiltrados en Viena y Arthur Seyss-Inquart tomaba el puesto de canciller en la capital austr�aca, dando la bienvenida a las tropas de la Wehrmacht que entraban al pa�s. Al d�a siguiente, las fuerzas alemanas ocupaban sin resistencia toda Austria, hallando un recibimiento efusivo y favorable que les sorprendi�, tanto en localidades peque�as como en las ciudades m�s grandes. No obstante, el mal estado de muchos transportes de tropas caus� retrasos en el avance de la Wehrmacht, lo cual no dej� de preocupar a los jefes militares alemanes.

Hitler mismo cruz� la frontera austr�aca el s�bado 12 de marzo a las 16:00, dirigi�ndose a Braunau am Inn, su localidad natal, y m�s tarde a Linz.[17]​ El recibimiento entusiasta de la poblaci�n austr�aca a las tropas alemanas sorprendi� incluso al jerarca nazi Hermann Goering, que lleg� a Viena el domingo 13 de marzo para coordinar con Seyss-Inquart los detalles de la toma del poder por los nazis. Hitler lleg� a Viena el 14, aclamado por una enorme multitud.[16]​ La culminaci�n fue la llegada de Hitler a Viena el martes 15 de marzo, declarando la anexi�n de Austria a Alemania en la Heldenplatz vienesa ante 250 000 simpatizantes.

Plebiscito

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Papeleta en blanco que dice: ��Est�s de acuerdo con la reunificaci�n de Austria con el Imperio Alem�n efectuada el 13 de marzo de 1938 y votas en favor de la lista de nuestro F�hrer Adolf Hitler?�. El c�rculo mayor es para el �s�� y el peque�o para el �no�.

Tras la ocupaci�n alemana, se estableci� la supresi�n de la Primera Rep�blica de Austria, la conversi�n de Austria (�sterreich en alem�n, literalmente Imperio Oriental) en la provincia de Ostmark (en alem�n Marca Oriental) y la designaci�n de Arthur Sey�-Inquart como gobernador general (aboliendo el puesto de canciller). Hitler, para legitimar los eventos de marzo de 1938, anunci� un plebiscito para el 10 de abril de 1938, menos de un mes despu�s de la anexi�n, que servir�a para convalidar el Anschluss.

La uni�n con Alemania tuvo el apoyo del 99,73 % del electorado.[18]​ Si bien el resultado no fue manipulado, s� lo hab�a sido todo el proceso electoral. Para empezar, no hab�a voto secreto.[cita requerida] La papeleta se ten�a que rellenar delante de los oficiales de las SS [cita requerida] y entreg�rsela en sus manos, [cita requerida] sin posibilidad de que el elector la introdujera en una urna por s� mismo. [cita requerida] En dicha papeleta aparec�a en el centro un c�rculo muy grande donde poner �s��, y otro m�s peque�o a la derecha donde poner �no�, incitando claramente al voto a favor de la anexi�n.

Adem�s no hubo campa�a posible a favor del �no�, pues inmediatamente tras la anexi�n hab�an sido detenidas 70 000 personas en pocos d�as: jud�os, socialdem�cratas y comunistas, as� como toda la c�pula pol�tica de la Primera Rep�blica de Austria, entre los que estaban conocidos l�deres pol�ticos como Richard Schmitz, Leopold Figl, Friedrich Hillegeist y Franz Olah. El censo electoral dej� fuera a 400 000 ciudadanos (un 10 % de los votantes potenciales), mayoritariamente izquierdistas y jud�os. Cabe destacar que en Innervillgraten, una peque�a poblaci�n donde la votaci�n no estuvo custodiada por la Wehrmacht, el resultado fue de un 95 % de votos contrarios a la anexi�n.[cita requerida]

Consecuencias

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Respuesta internacional al Anschluss: los paises aliados de la Primera Guerra Mundial solo presentaron protestas diplom�ticas, sin tomar acciones concretas que revirtiesen la situaci�n, a pesar de que eran, como establec�a espec�ficamente el Tratado de Versalles, los responsables de impedir la uni�n pol�tica entre Austria y Alemania pero, en nombre de la pol�tica de apaciguamiento hacia Hitler, ambas potencias declinaron protestar. Reino Unido sostuvo que los eventos del Anschluss eran irreversibles y no hubieran podido impedirse por la fuerza, aun reconociendo que Hitler hab�a violentado el tratado de paz. Francia se expres� en similares t�rminos y, ante la postura brit�nica, se abstuvo de pedir boicot alguno contra Alemania por esta acci�n. M�xico protest� oficialmente contra el comportamiento de Alemania a trav�s de su representante en la Sociedad de Naciones, Isidro Fabela, con mayor dureza que la expresada por los pa�ses europeos.[19]

Dentro de Austria, el Anschluss encontr� fuerte resistencia en los opositores al nazismo, pero fue asumido como una situaci�n pol�tica inevitable por la mayor�a de la poblaci�n, a cambio de evitar una invasi�n militar alemana. Los jerarcas religiosos cat�licos y protestantes pidieron a sus feligreses no oponerse activamente a la nazificaci�n de Austria por temor a desencadenar un conflicto sangriento contra la m�s poderosa Alemania. El cardenal y arzobispo cat�lico de Viena, Theodor Innitzer, antiguo ministro de Asuntos Sociales del tercer gabinete del canciller Johann Schober, afirm�: �Los cat�licos vieneses debemos dar gracias al Se�or por la forma incruenta en que ha ocurrido este gran cambio pol�tico y orar por un gran futuro para Austria. De m�s est� decir que, desde ahora en adelante, todo el mundo debe obedecer las �rdenes de las nuevas instituciones�.[20][21][22]

Robert Kauer, presidente del Consejo de la Iglesia evang�lica, envi� un telegrama saludando a Hitler en los siguientes t�rminos: �A su llegada a suelo austr�aco, le saludo en nombre de los m�s de 330.000 alemanes evang�licos. Tras una represi�n que ha resucitado los tiempos m�s terribles de la Contrarreforma, llega usted como salvador de todos los alemanes, sin diferenciarlos por su fe, tras la dura crisis de estos �ltimos cinco a�os. Que Dios bendiga su camino hacia esta tierra alemana, �su patria!�.[23]​ Utilizando el mismo argumento, de evitar la violencia in�til los l�deres socialistas y nacionalistas pidieron a sus seguidores la aceptaci�n del Anschluss como un hecho consumado y no oponer resistencia activa al r�gimen nazi.

Por su parte, los nazis austr�acos apoyaron decisivamente la anexi�n a Alemania y colaboraron eficazmente en la nazificaci�n de Austria y su sociedad. Muchos nazis nativos de Austria, adem�s del propio Hitler, llegaron a ocupar cargos destacados dentro de la jerarqu�a pol�tica del Tercer Reich, como Ernst Kaltenbrunner y Arthur Seyss-Inquart, mientras varios centenares de nazis austr�acos engrosaron pronto las filas del Partido Nazi, la Gestapo, y de la propia SS, sin desmerecer en fanatismo y brutalidad a sus compa�eros alemanes, como fue el caso de integrantes de la SS como Amon G�th, Franz Stangl, Gustav Wagner, Eduard Roschmann, Aribert Heim o Hanns Albin Rauter, todos ellos nativos de Austria.

Austria dej� de ser una naci�n independiente y su territorio qued� dividido en 7 distritos an�logos a los Reichsgaue. Sus funcionarios p�blicos y oficiales del Ej�rcito pasaron a depender de sus pares alemanes, excepto aquellos expulsados de sus puestos por oponerse al nazismo o porque sus cargos resultaban in�tiles, en cuanto Austria perdi� su independencia. De la misma forma, todas las leyes alemanas, especialmente aquellas que prohib�an la oposici�n pol�tica al nazismo, entraron en vigor en Austria, juntamente con el aparato de represi�n pol�tica ya existente en Alemania, encarnado en la Gestapo y la SS. Por su parte, el violento antisemitismo del Tercer Reich fue puesto en pr�ctica de inmediato por todo el territorio austr�aco, tanto por nazis locales como por los agentes llegados de Alemania. Las grandes comunidades jud�as de Viena y Graz fueron prontamente sometidas a la discriminaci�n racial y resultaron aniquiladas a�os despu�s durante el Holocausto.

En 1943, los aliados, mediante la Declaraci�n de Mosc�, reconocieron a Austria como �la primera v�ctima del nazismo� y se comprometieron a restablecer su independencia nacional, declarando nulo y sin valor el Anschluss. No obstante, los firmantes de la declaraci�n tambi�n advirtieron de que el nacionalsocialismo austr�aco y sus adherentes asum�an plenamente la culpabilidad que les correspondiera por participar en cr�menes de guerra, en la misma proporci�n que el Tercer Reich.

Situaci�n despu�s de 1945

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Austria entr� a formar parte del III Reich desde marzo de 1938 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno interino austr�aco declar� el Anschluss null und nichtig (�nulo e inv�lido�) el 27 de abril de 1945, estableciendo la Segunda Rep�blica Austr�aca. Los vencedores de la guerra Zonas de ocupaci�n aliada en Austria mantuvieron Austria bajo ocupaci�n militar durante varios a�os, aunque trat�ndola siempre como un pa�s distinto de Alemania, sin ejecutar ninguna divisi�n del pa�s, y admitiendo la existencia de un gobierno civil nativo desde el primer momento (situaciones que no sucedieron en Alemania). No se restituy� la plena soberan�a austr�aca, sino tras dif�ciles negociaciones entre la URSS y los EE. UU., hasta la firma en Viena, el d�a 15 de mayo de 1955, del Tratado para el Restablecimiento de Austria Independiente y Democr�tica y se publicaba una declaraci�n de neutralidad del pa�s ese mismo a�o, fijando que Austria quedaba impedida de unirse a la OTAN o al Pacto de Varsovia.

El 27 de abril de 1945, cuando la Wehrmacht hab�a sido expulsada de casi todo el territorio austr�aco, se instaur� un �gobierno provisional austr�aco� en Viena, que fue reconocido por los Aliados y la URSS prontamente, en tanto el nuevo r�gimen pol�tico estaba formado por l�deres pol�ticos opuestos al nazismo desde antes de los sucesos de 1938, como el estadista Karl Renner.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, pese a que se hab�a reconocido a Austria como �v�ctima de la agresi�n nazi�, fue preciso iniciar all� un proceso de desnazificaci�n similar al de Alemania, al ser evidente que, antes y despu�s del Anschluss, exist�a una gran masa de varios miles de nazis austr�acos que hab�an colaborado de forma voluntaria y entusiasta con el Tercer Reich.

Hasta la fecha, es motivo de pol�mica hist�rica en la sociedad austr�aca determinar la cantidad real de simpatizantes nacionalsocialistas que exist�an en Austria en el momento del Anschluss, as� como el nivel de apoyo popular que tuvo la agresi�n alemana. En 1998, el gobierno austr�aco form� una �Comisi�n Hist�rica� (Historikerkomission)[24]​ con el fin de evaluar la responsabilidad de Austria por las expropiaciones contra los judíos desde un punto de vista académico antes que legal. Ello no ha impedido las críticas de historiadores como Raul Hilberg o Norman Finkelstein[25]​ contra las actitudes «evasivas» de los sucesivos gobiernos de Austria ante la responsabilidad de nazis austríacos en el Holocausto.

Véase también

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Notas

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Referencias

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  1. a b Winchester, 1976, p. 409.
  2. a b Winchester, 1976, p. 410.
  3. a b c d e Schmitt, 1959, p. 298.
  4. Lukacs, John (2001). The Last European War: September 1939/December 1941. New Haven: Yale University. p. 13. ISBN 0-300-08915-5. OCLC 46979673. Consultado el 16 de agosto de 2013. 
  5. Schmitt, 1959, p. 298-299.
  6. a b c d e Schmitt, 1959, p. 299.
  7. Schmitt, 1959, p. 299-300.
  8. a b c d e f Schmitt, 1959, p. 300.
  9. Schmitt, 1959, p. 300-301.
  10. a b c d e Schmitt, 1959, p. 301.
  11. a b c Schmitt, 1959, p. 302.
  12. a b c d Schmitt, 1959, p. 303.
  13. a b c d e f g Schmitt, 1959, p. 304.
  14. Schmitt, 1959, p. 304-305.
  15. Schmitt, 1959, p. 305-306.
  16. a b c Schmitt, 1959, p. 306.
  17. Schmitt, 1959, p. 305.
  18. "Die propagandistische Vorbereitung der Volksabstimmung," Archivo de la Resistencia austríaca, Viena, 1988 (acceso el 10 de junio de 2005).
  19. Serrano Migallón, Francisco (2000). Con certera visión: Isidro Fabela y su tiempo. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. pp. 112-113. ISBN 968-16-6049-8. 
  20. Giblin, James Cross (2002). The life and death of Adolf Hitler (en inglés). New York: Clarion Books. p. 113. ISBN 0-395-90371-8. OCLC 47658930. Consultado el 30 de agosto de 2012. 
  21. Macdonald, Richard G. (2010). Inside the gates: the nazi concentration camp at Ebensee, Austria (en inglés). [S.l.]: Xlibris. p. 24. ISBN 978-1450088169. OCLC 777853398. Consultado el 30 de agosto de 2012. 
  22. Schneider, Gertrude (1995). Exile and destruction: the fate of Austrian Jews, 1938-1945 (en inglés). Westport: Praeger Publishers. p. 16. ISBN 0-275-95139-1. OCLC 31374016. Consultado el 1 de septiembre de 2012. 
  23. Arbeitsgemeinschaft der Evangelischen ReligionslehrerInnen an Allgemeinbildenden Höheren Schulen in Österreich (2012). Theologie und Spiel. Schulfach Religion, Jg. 30, Nr. 1/4. Wien: Lit Verlag. p. 199. ISBN 978-3-643-99904-7. OCLC 794506105. Consultado el 10 de septiembre de 2012. «Im Namen der mehr als 330.000 evangelischen Deutschen in Österreich begrüße ich Sie auf österreichischem Boden. Nach einer Unterdrückung, die die schrecklichsten Zeiten der Gegenreformation wieder aufleben ließ, kommen Sie als Retter aus fünfjähriger schwerster Not aller Deutschen hier ohne Unterschied des Glaubens. Gott segne Ihren Weg durch dieses deutsche Land, Ihre Heimat!». 
  24. Austrian Historical Commission.
  25. «Raul Hilberg interviews on The Holocaust Industry & Finkelstein (2000/2001)». Norman G. Finkelstein (en inglés). 4 de agosto de 2000. Archivado desde el original el 15 de julio de 2012. Consultado el 29 de mayo de 2013. 

Bibliografía utilizada

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  • Bukey, Evan Burr (1986). Hitler's Hometown: Linz, Austria, 1908-1945. Indiana University Press ISBN 0-253-32833-0.
  • Parkinson, F. (ed.) (1989). Conquering the Past: Austrian Nazism Yesterday and Today. Wayne State University Press. ISBN 0-8143-2054-6.
  • Pauley, Bruce F. (1981). Hitler and the Forgotten Nazis: A History of Austrian National Socialism University of North Carolina Press. ISBN 0-8078-1456-3.
  • Scheuch, Manfred (2005). Der Weg zum Heldenplatz: eine Geschichte der österreichischen Diktatur. 1933-1938. ISBN 3-8258-7712-4.
  • Schmitt, Hans A. (1959). «The End of the First Republic of Austria». The Southwestern Social Science Quarterly 39 (4): 291-306. 
  • Schuschnigg, Kurt (1971). The brutal takeover: The Austrian ex-Chancellor's account of the Anschluss of Austria by Hitler. Weidenfeld and Nicolson. ISBN 0-297-00321-6.
  • Stuckel, Eva-Maria (2001). Österreich, Monarchie, Operette und Anschluss: Antisemitismus, Faschismus und Nationalsozialismus im Fadenkreuz von Ingeborg Bachman und Elias Canetti.
  • Winchester, Betty Jo (1976). «Hungary and the Austrian Anschluss». East European Quarterly 10 (4): 409-25. 

Bibliografía adicional

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Enlaces externos

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