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Isabel I de Castilla

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Isabel I de Castilla
Reina de Castilla[a]
Reina consorte de Arag�n, Valencia, Mallorca, N�poles, Sicilia, Cerde�a y condesa consorte de Barcelona

Isabel la Cat�lica, por Juan de Flandes (c. 1500). �leo, 63 � 55 cm, Palacio Real de Madrid.[1]
Reina de Castilla
junto a Fernando V desde 1475
13 de diciembre de 1474-26 de noviembre de 1504
Predecesor Enrique IV
Sucesor Juana I
Reina consorte de Arag�n, Valencia, Mallorca, Cerde�a y condesa consorte de Barcelona
20 de enero de 1479-26 de noviembre de 1504
Predecesor Juana Enr�quez
Sucesor Germana de Foix
Informaci�n personal
Coronaci�n 13 de diciembre de 1474
en la iglesia de San Miguel de Segovia
Nacimiento 22 de abril de 1451
Madrigal de las Altas Torres, Corona de Castilla
Fallecimiento 26 de noviembre de 1504 (53 a�os)
Medina del Campo, Corona de Castilla
Sepultura Capilla Real de Granada
Religi�n Cat�lica
Familia
Casa real Trast�mara
Padre Juan II de Castilla
Madre Isabel de Portugal
Consorte Fernando II de Arag�n
Hijos V�ase descendencia

Firma Firma de Isabel I de Castilla

Isabel I de Castilla (Madrigal de las Altas Torres, 22 de abril de 1451-Medina del Campo, 26 de noviembre de 1504) fue reina de Castilla[a]​ desde 1474 hasta 1504, reina consorte de Sicilia desde 1469 y de Arag�n desde 1479,[2]​ por su matrimonio con Fernando de Arag�n. Tambi�n ejerci� como se�ora de Vizcaya. Se la conoce tambi�n como Isabel la Cat�lica, t�tulo que le fue otorgado a ella y a su marido por el papa Alejandro VI mediante la bula Si convenit, el 19 de diciembre de 1496.[3]​ Es por lo que se conoce al matrimonio real con el nombre de Reyes Cat�licos, t�tulo que usar�an en adelante pr�cticamente todos los reyes de Espa�a.

Se cas� el 19 de octubre de 1469 con el pr�ncipe Fernando de Arag�n. Por el hecho de ser primos segundos necesitaban una bula papal de dispensa que solo consiguieron de Sixto IV a trav�s de su enviado el cardenal Rodrigo Borgia en 1472. Ella y su esposo Fernando conquistaron el Reino nazar� de Granada y participaron en una red de alianzas matrimoniales que hicieron que su nieto, Carlos, heredase las coronas de Castilla y de Arag�n, as� como otros territorios europeos, y se convirtiese en emperador del Sacro Imperio Romano.[4]

Isabel y Fernando se hicieron con el trono tras una larga lucha, primero contra el rey Enrique IV (v�ase Conflicto por la sucesi�n de Enrique IV de Castilla) y de 1475 a 1479 en la guerra de Sucesi�n castellana contra los partidarios de la otra pretendiente al trono, Juana.[5]​ Isabel reorganiz� el sistema de gobierno y la administraci�n, centralizando competencias que antes ostentaban los nobles; reform� el sistema de seguridad ciudadana y llev� a cabo una reforma econ�mica para reducir la deuda que el reino hab�a heredado de su hermanastro y predecesor en el trono, Enrique IV. Tras ganar la guerra de Granada los Reyes Cat�licos expulsaron a los jud�os de sus reinos.[6]

Concedi� apoyo a Crist�bal Col�n en la b�squeda de las Indias Occidentales, lo que llev� al descubrimiento de Am�rica.[7][8]​ Dicho acontecimiento tendr�a como consecuencia la conquista de las tierras descubiertas y la creaci�n del Imperio espa�ol.

Vivi� cincuenta y tres a�os, de los cuales gobern� treinta como reina de Castilla y veintis�is como reina consorte de Arag�n al lado de Fernando II. Desde 1974 es considerada sierva de Dios por la Iglesia cat�lica, y su causa de beatificaci�n est� abierta.

Biograf�a

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Infanta de Castilla

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Nacimiento

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Actual monasterio de Nuestra Se�ora de Gracia, lugar de nacimiento de Isabel la Cat�lica, en la localidad de Madrigal de las Altas Torres.
Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal en la cartuja de Miraflores
Juan II de Castilla

Isabel de Castilla naci� a las 4:30 despu�s del mediod�a,[9]​ del 22 de abril de 1451, d�a de Jueves Santo. Era hija del rey Juan II de Castilla y de su segunda esposa, Isabel de Portugal. Sus abuelos paternos eran los reyes de Castilla, Enrique III y Catalina de Lancaster, y los maternos, el infante Juan de Portugal, hijo a su vez de Juan I de Portugal, y de Isabel de Barcelos (de la casa de Braganza).

La fuente m�s importante que se conserva sobre el nacimiento es la carta que Juan II envi� a la ciudad de Segovia anunciando el nacimiento:[10]

Os hago saber que por la gracia de Nuestro Se�or este jueves pr�ximo pasado la reina do�a Isabel, mi muy querida y muy amada mujer, escaeci� de una infanta, lo cual os hago saber para que deis muchas gracias a Dios.

La infanta naci� en Madrigal de las Altas Torres,[b]​ donde la reina Isabel de Portugal resid�a circunstancialmente, en el palacio que hoy ocupa el monasterio de Nuestra Se�ora de Gracia. Se trataba por entonces de una peque�a villa amurallada de realengo, dote de la reina, perteneciente a la jurisdicci�n de la tierra de la villa de Ar�valo. Fue bautizada en la iglesia de San Nicol�s de la misma Madrigal de las Altas Torres, recibiendo el nombre de su madre, que por entonces no era frecuente en Castilla. El lugar y la fecha de nacimiento han sido hist�ricamente discutidos, teniendo en cuenta que cuando naci�, nadie era consciente de la importancia que esa ni�a iba a tener en el futuro.

Primeros a�os

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Maqueta del palacio de Juan II, residencia de Isabel en sus primeros a�os, junto a su madre y hermano.
La demencia de Isabel de Portugal. Cuadro atribuido al pintor barcelon�s Pelegr�n Clav�, en el que se muestra a la reina viuda de Castilla, Isabel de Portugal, siendo v�ctima de uno de sus ataques de demencia. A su lado se encuentran su hijo menor, Alfonso de Castilla (izquierda) y su hija mayor, la futura reina Isabel la Cat�lica (derecha) junto con otros personajes de la peque�a corte que acompa�aba a la familia.
Gonzalo Chac�n en un retrato imaginativo de 1556.

Isabel naci� como infanta, pues el t�tulo de heredero y pr�ncipe de Asturias correspond�a a su hermano de padre, don Enrique, nacido veintis�is a�os antes, en 1425, del primer matrimonio del rey con su prima Mar�a de Arag�n y que suceder�a a Juan II como monarca. Dos a�os despu�s del nacimiento de Isabel, el 15 o 17[12]​ de noviembre de 1453, la reina volvi� a dar a luz en Tordesillas un var�n, el infante Alfonso, con lo que Isabel qued� relegada a un tercer lugar en la l�nea de sucesi�n.

El nacimiento de ambos infantes fue muy celebrado, especialmente el del infante, pues aseguraba la sucesi�n en el trono. El pr�ncipe de Asturias estaba por entonces casado con Blanca de Navarra, pero carec�an de hijos, y seg�n los rumores, la princesa segu�a "tan doncella como el d�a en que naci�".[13]

En sus primeros a�os de vida, Isabel acompa�� a sus padres en sus continuos desplazamientos con la corte. Eran tiempos problem�ticos donde la nobleza acaparaba una buena parte de la autoridad, apareciendo claramente separada en dos bandos: el del valido del rey, �lvaro de Luna, condestable de Castilla y maestre de la Orden de Santiago y el del pr�ncipe Enrique, alrededor del cual se aunaban un conjunto de arist�cratas recelosos de la posici�n de don �lvaro. La reina Isabel, consciente de la posici�n secundaria en la que hab�a quedado su esposo y sabedora de los abusos cometidos, us� su influencia y consejo sobre el rey, logrando finalmente minar la confianza que este ten�a sobre don �lvaro, que fue arrestado, juzgado y degollado en la Plaza Mayor de Valladolid en 1453. Qued� victoriosa la otra facci�n, la que secundaba al pr�ncipe de Asturias.

El rey Juan II muri� el 22 de julio de 1454, cuando Isabel ten�a solo tres a�os. En su testamento, redactado poco antes de su fallecimiento,[c]​ el monarca regulaba su propia sucesi�n, pues en el siglo XV, los testamentos reales eran ley fundamental en estos asuntos.[14]​ La corona reca�a en su primog�nito, don Enrique, que en caso de no dejar descendencia leg�tima, pasar�a al infante Alfonso. En caso de fallecimiento de ambos sin descendencia leg�tima,[15]

(...) en tal caso aya e herede los dichos mis regnos la dicha infanta do�a Isabel e sus descendientes legitimos.

Tambi�n se preocup� Juan II de dejar bien situados a sus dos hijos menores en su testamento. Se asignaba a Isabel la villa de Cu�llar y, muerta su madre, recibir�a la villa de Madrigal, que volver�an a la Corona una vez la infanta estuviera dotada y casada; y a partir de los diez a�os, una renta supletoria hasta que sus ingresos alcanzasen el mill�n de maraved�es.[14]​ Sin embargo, por su condici�n de mujer, la herencia de Isabel qued� muy desigual con respecto a la de su hermano Alfonso, que recib�a el maestrazgo de Santiago, con sus suculentas rentas, adem�s de las localidades de Huete, Escalona, Maqueda, Portillo y Sep�lveda, a las que se a�adir�an Soria y Ar�valo a la muerte de su madre. Este rico legado para su hijo menor podr�a dejar entrever las dudas del monarca difunto por la falta de descendencia del mayor tras muchos a�os de matrimonio. Pensando que as� estaba colocando en una muy buena posici�n al futuro heredero del trono.

Otra de las disposiciones del rey fue establecer que la educaci�n de ambos infantes recayera en dos notables religiosos, Lope de Barrientos, Canciller mayor de Castilla y obispo de Cuenca, y Gonzalo de Illescas, prior de Guadalupe. La reina Isabel segu�a siendo su tutora y la administradora de sus bienes, pero con el acuerdo de estas personalidades. Es posible que esta limitaci�n de los derechos de la madre sobre los hijos se debiera a que la reina ya ven�a presentando s�ntomas de desequilibrio, y las cr�nicas de la �poca relatan que la muerte del rey la afect� tanto que su p�rdida deriv� en una enajenaci�n mental.

Con el ascenso al trono de su hijastro, Enrique IV, la reina Isabel se instal� de forma definitiva en Ar�valo, cuyo se�or�o le pertenec�a como parte de sus arras matrimoniales. All�, en el modesto palacio de Juan II, quedaron recluidos los infantes junto a su madre, como testigos de sus problemas mentales. Esta es una �poca de dificultades, incluso econ�micas, pues son muchos los cronistas que hablan de las carest�as que tuvo que sufrir la futura reina en Ar�valo, pues nunca se hicieron efectivas las disposiciones testamentarias del rey Juan. Sin embargo, a pesar de toda esta situaci�n, parece que la reina se preocup� de dotar a sus hijos de una formaci�n cultural y religiosa apropiadas. Se cre� en torno a las tres figuras reales una peque�a corte en la que entraron personalidades que despu�s tendr�an mucho peso en la vida de la joven Isabel. Especialmente destacable fue la figura de Gonzalo Chac�n, que perteneci� al c�rculo de �lvaro de Luna, y que se convirti� en preceptor de los infantes y una figura paterna. Estaba casado con Clara �lvarez de Alvarn�ez, dama de origen portugu�s y camarera de la reina Isabel. Posiblemente en aquella �poca conoci� a Beatriz de Bobadilla, hija del guardi�n del castillo de Ar�valo, y que se convertir�a en lo m�s parecido que Isabel la Cat�lica tuvo a una amiga. Otros importantes personajes fueron Gutierre de C�rdenas, su esposa Teresa Enr�quez y el agustino fray Mart�n Alonso de C�rdoba, que le dedic� su obra El Jard�n de nobles doncellas para que le sirviera de orientaci�n en su vida futura. Tambi�n estaba all� Beatriz de Silva, dama portuguesa que lleg� con el cortejo matrimonial de la reina Isabel, y a la que luego ayudar�a en la fundaci�n de la Orden de la Inmaculada Concepci�n y a la que don� el palacio de Galiana en Toledo.

Traslado a la corte

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Enrique IV de Castilla
Alc�zar de Segovia, principal residencia de la corte de Enrique IV.

Entre 1461 y 1462, Isabel y su hermano Alfonso fueron trasladados a la Corte, que por aquel entonces se emplazaba entre Segovia y Madrid, debido, parece ser, a la inminente paternidad del rey Enrique. All� la joven Isabel conocer�a desde un primer momento las intrigas palaciegas de una nobleza levantisca ansiosa de poder y retribuciones, dispuesta a retar la autoridad real. Por esa circunstancia, era primordial para el rey Enrique tener cerca a sus hermanos y herederos ahora que la sucesi�n del trono iba a cambiar, para controlarlos ante el temor de que fueran utilizados en su contra por sus enemigos.

La Corte de Enrique IV hab�a estado dominada en un principio por sus principales consejeros y hombres de confianza, Juan Pacheco, marqu�s de Villena; Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo; y Pedro Gir�n, maestre de la Orden de Calatrava y hermano de Villena. Ellos hab�an estado a su lado desde que era pr�ncipe de Asturias y estaba enfrentado a su padre, liderando un partido que pretend�a mantener el poder de la nobleza. Obtuvieron beneficios econ�micos de su apoyo y dirigieron la pol�tica real. Sin embargo, posteriormente Enrique sigui� una pol�tica de promoci�n de "hombres nuevos", como Miguel Lucas de Iranzo y Beltr�n de la Cueva, a los que ascender� bruscamente, otorg�ndoles importantes cargos honor�ficos. Hombres como Pacheco y Carrillo opinaban que esta pol�tica les arrebataba algo que era suyo y lo calificaron como "mal gobierno".[16]

La cuesti�n de la incapacidad del rey para engendrar un heredero hab�a sido un problema acuciante desde antes de comenzar su reinado, motivo por el que la historia lo ha llamado el impotente.[d]​ Despu�s de 13 a�os de matrimonio, el rey decidi� anular su enlace con Blanca de Navarra, a causa de la falta de descendientes. La situaci�n era controvertida,[e]​ pues el monarca aceptaba su impotencia, pero solo con su esposa, pues se incluy� en la sentencia la declaraci�n de unas prostitutas que afirmaban haber mantenido relaciones con el rey. La conclusi�n fue entonces que la impotencia del rey en ese matrimonio se deb�a a la reina, ya que a ella estaba "ligado" y no a otras.[17]​ En C�rdoba en 1455, en aras de una alianza con Portugal, Enrique volvi� a contraer matrimonio con la hermana de Alfonso V, Juana de Portugal.

Desde su matrimonio con Enrique IV, la reina Juana de Portugal fue consciente de la inestabilidad y las pretensiones de algunos nobles, as� como de la debilidad de su esposo. Temiendo la influencia que esos arist�cratas pudieran tener sobre los infantes y recelando de ellos por lo que consideraba el bien de su propia hija, mantuvo control sobre Isabel y Alfonso, haciendo que la acompa�aran en todos sus desplazamientos. Mientras, el rey incumpl�a el testamento de Juan II y concedi� Cu�llar, que deb�a haber sido de la infanta Isabel, a don Beltr�n de la Cueva, a quien tambi�n otorg� el maestrazgo de Santiago, concedido al infante Alfonso. A Isabel, que a la saz�n ten�a diez a�os de edad, se le arrebat� el se�or�o de Ar�valo, para convertirlo en un ducado para �lvaro de St��iga.

A principios de 1462, la reina dio a luz una hija en Madrid, llamada como su madre, pero que ha pasado a la historia como Juana la Beltraneja. Fueron muchos los que dudaron de la paternidad del rey despu�s de sumados los veinte a�os de sus dos matrimonios sin ninguna descendencia.[f]​ La rumorolog�a la convirti� en hija del valido del rey, Beltr�n de la Cueva, quien contaba con gran confianza del rey y que fue promovido al poco del nacimiento como conde de Ledesma, suponi�ndose que se trataba del pago a un "favor".

Isabel ejerci� como madrina de bautismo de la ni�a, que al poco fue jurada heredera por las Cortes, pasando la infanta a ser tercera en el orden sucesorio. Sin embargo, el marqu�s de Villena firm� un acta ante notario en la que declaraba que mediante enga�os y amenazas hab�a reconocido como heredera a quien "de derecho no le pertenec�a". Al marqu�s se sumaron otros arist�cratas que vieron la jura de la nueva heredera como algo il�cito. Este documento ser�a un arma que permaneci� en secreto durante unos a�os, hasta que al marqu�s le interes� hacerlo p�blico.

Revuelta de los nobles

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Tumba de Alfonso de Castilla, hermano de Isabel la Cat�lica, en la Cartuja de Miraflores, realizadas por Gil de Silo�, siglo XV

En noviembre de 1464 se reunieron en Burgos un conjunto de nobles, entre los que est�n Pacheco, Carrillo y Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, y firmaron el Manifiesto de Quejas y Agravios. En ella acusaban al rey de menospreciar al clero cat�lico, proteger a los infieles y alterar la moneda. Adem�s dec�an defender los derechos del hermanastro del rey, el pr�ncipe Alfonso, frente a las pretensiones de Enrique IV de hacer heredera a Juana, a la que, por vez primera, tachaban p�blicamente como ileg�tima. Los consejeros del rey le recomendaron recurrir a las armas, pero �l se avino a negociar y consigui� llegar a un acuerdo intermedio con los sublevados en el Pacto de Cigales o de Cabez�n: se reconocer�a a Alfonso como heredero al trono y se le compromet�a con su sobrina Juana, que era postergada como leg�tima reina sin que se precisase los motivos de su ilegitimidad. El que no se mencionase podr�a dar por hecho la preferencia del var�n sobre la mujer. Adem�s entreg� la custodia de Alfonso a Pacheco, que de esta manera se hizo con un importante reh�n. Tambi�n se expulsaba a Beltr�n de la Cueva de la Corte y se le hac�a entregar el maestrazgo de Santiago, que ser�a devuelto a Alfonso.

Moneda acu�ada en nombre de Alfonso XII

Una vez solucionada la cuesti�n hereditaria, los nobles dictaron la Sentencia de Medina del Campo, para atender a sus reivindicaciones pol�ticas. Entre ellas, se permiti� a la infanta Isabel salir de la Corte y formar casa propia, mejorando su situaci�n econ�mica al entreg�rsele las rentas de la villa de Casarrubios del Monte. Pero adem�s inclu�an cl�usulas que afectaban directamente al poder de la Corona, como la creaci�n de un Consejo Real sin cuya aprobaci�n no podr�a tomar ninguna decisi�n. Se trataba de un aut�ntico programa pol�tico que situaba a los grandes magnates del reino al mismo nivel que el rey.[18]​ Enrique IV se mantuvo dispuesto a encontrar una soluci�n negociada a la sucesi�n al trono, aunque personalmente se trataba de una humillaci�n para �l.[19]​ Sin embargo se vio obligado a rechazar lo referente a las concesiones pol�ticas, pues aquello da�aba claramente las prerrogativas de la Corona. El rey declar� nulo el Pacto de Cabez�n y se mostr� dispuesto a ir a las armas. Busc� entonces una alianza con Portugal, tramitando el matrimonio de la infanta Isabel con el rey Alfonso V, esperando conseguir apoyo militar del monarca luso.[20]​ El rey portugu�s era primo en segundo grado de Isabel y casi veinte a�os mayor que ella. Enrique logr� reunirlos en el monasterio de Guadalupe, pero ella le rechaz�, alegando la diferencia de edad entre ambos.

Muralla de �vila, junto a la que tuvo lugar la farsa de �vila

Mientras tanto, la liga de nobles declar� "tirano" al rey y decidieron sustituirlo por el que consideraban su heredero: el infante Alfonso.[21]​ As�, el 5 de junio de 1465, tuvo lugar la llamada �farsa de �vila�. Se construy� una plataforma de madera en el exterior de las murallas de �vila, donde sentaron a un mu�eco que representaba al rey. All� estaban el arzobispo Carrillo, el marqu�s de Villena, el maestre de la orden de Calatrava, el conde de Paredes, el conde de Plasencia, el conde de Miranda del Casta�ar, el conde de Benavente y otros nobles menores, rodeados de numeroso p�blico. Tras celebrarse una misa, se ley� una lista de acusaciones que a su juicio lo hac�an indigno del trono. Entre otras cosas, se lo acusaba de mostrar simpat�a hacia los musulmanes, de ser homosexual, cobarde, pac�fico y de no ser el verdadero padre de la infanta Juana, afirmando as� que no ten�a derecho a sucederlo como reina de Castilla. Se procedi� entonces a despojar al mu�eco de los atributos de la realeza y comenzaron a lincharlo mientras lo insultaban, hasta que lo tiraron al suelo. A continuaci�n subieron al tablado al infante Alfonso, un ni�o de doce a�os, y lo proclamaron rey como Alfonso XII, al grito de "�Castilla por el rey don Alfonso!".

Tratando el tema de la sucesi�n, la postura del papa podr�a ser vital, de manera que ambos bandos enviaron emisarios a Paulo II, quien se inclin� por Enrique IV y mand� como nuncio a Antonio de V�neris. Adem�s la mayor�a de las ciudades y de la nobleza se colocan del lado del rey Enrique. D�ndose cuenta de su inferioridad, una parte de los conjurados, encabezados por Fonseca y Pacheco, acuerdan un acercamiento con el rey, sumando sus fuerzas para acabar con cualquier conato de resistencia. Pero a cambio se exige el matrimonio de la infanta Isabel con el hermano de Pacheco, Pedro Gir�n, que abandona el maestrazgo de Calatrava, al que hab�a sustra�do importantes feudos en favor de sus hijos ileg�timos. De esta manera, Gir�n se colocaba en la l�nea de sucesi�n al trono. Se trataba de un caballero bastante mayor que ella y con fama de ambicioso y violento, tanto que seg�n algunos rumores fue acusado de "profanar el retiro de la reina viuda, do�a Isabel, con proposiciones de la m�s degradante naturaleza".[22]​ El papa permite a Gir�n abandonar los votos y concede la bula de matrimonio, renunciando al maestrazgo en favor de otro de sus hijos, de ocho a�os. Siendo el enlace inminente, march� desde Almagro hasta Madrid, donde se encontraba la infanta, con un ej�rcito de 3000 hombres. Sin embargo, don Pedro enferm� de forma s�bita y tuvieron que parar en Villarrubia de los Ojos, donde muri�, al parecer de un repentino ataque de apendicitis. En 1468, Alfonso muri� en Carde�osa, quiz�s envenenado.

A pesar de las presiones de los nobles, Isabel rechaz� proclamarse reina mientras Enrique IV estuviera vivo. Por el contrario, consigui� que su hermanastro le otorgase el t�tulo de princesa de Asturias en una discutida ceremonia que tuvo lugar en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel se constituy� as� como heredera a la corona, por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, a quien parte de la nobleza no consideraba legitimada para ocupar el trono por las dudas que hab�a sobre su paternidad. A partir de este momento, Isabel pasa a residir en Oca�a, villa perteneciente a don Juan Pacheco, marqu�s de Villena. El rey inicia contactos diplom�ticos con otras casas reales para lograr un acuerdo matrimonial que le reporte beneficios.

Acuerdos matrimoniales

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Armas combinadas de los Reyes Cat�licos

El soporte del �guila de San Juan con nimbo fue usado ya en 1473 en el escudo de armas de Isabel siendo a�n princesa. El lema o mote �Tanto monta...� explicaba la divisa personal de Fernando II de Arag�n, que adopt� un yugo con un nudo cortado en alusi�n al nudo gordiano, que tanto daba (tanto montaba) desatarlo como tajarlo. La divisa propia de la reina era el haz de flechas. Tras la uni�n de coronas, estos dos elementos pasaron al blas�n com�n, que tom� elementos her�ldicos de los dos consortes.[23][24]​ Ya desde los tres a�os, Isabel hab�a estado comprometida con Fernando, hijo de Juan II de Arag�n.

Sin embargo, Enrique IV rompi� este acuerdo, seis a�os m�s tarde, para comprometerla con Carlos, pr�ncipe de Viana. El matrimonio no lleg� a consolidarse, por la f�rrea oposici�n de Juan II de Arag�n. Tambi�n fueron infructuosos los intentos de Enrique IV por desposarla con el rey Alfonso V de Portugal, t�o en segundo grado de Isabel y casi veinte a�os mayor que ella. En 1464, logr� reunirlos en el monasterio de Guadalupe, pero ella le rechaz�, alegando la diferencia de edad entre ambos.

Isabel I de Castilla representada en el cuadro llamado la Virgen de la mosca, que se encuentra en la sacrist�a de la colegiata de Toro, en la provincia de Zamora.

M�s tarde, cuando contaba diecis�is a�os, Isabel fue comprometida con Pedro Gir�n, de cuarenta y tres a�os, maestre de Calatrava y hermano de Juan Pacheco; pero Gir�n muri� por causas desconocidas mientras realizaba el trayecto para encontrarse con su prometida.

El 18 de septiembre de 1468, Isabel fue proclamada princesa de Asturias por medio de la Concordia de los Toros de Guisando, revocando Enrique IV de este modo el anterior nombramiento de su hija Juana. Tras la ceremonia, Isabel pas� a vivir en Oca�a, en contacto estrecho con la Corte. Enrique IV convino de nuevo el enlace entre Isabel y el duque de Braganza y rey de Portugal, Alfonso V, ya que en el Tratado de los Toros de Guisando se hab�a acordado que el matrimonio de Isabel deb�a celebrarse con la aprobaci�n del monarca castellano. La propuesta entra�aba tambi�n el proyecto de casar a su hija Juana con el pr�ncipe heredero Juan, hijo de Alfonso V de Portugal. De esta manera, Isabel ser�a trasladada al reino vecino y, a la muerte de su esposo, los tronos de Portugal y de Castilla pasar�an a Juan II de Portugal y su esposa, Juana. Isabel se neg�.

Tras esto, el rey trat� de que se desposara con el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia; de nuevo Isabel se neg�. El monarca franc�s pidi� entonces la mano de Juana para su hermano, el duque de Guyena; Luis XI quer�a alejar al duque de su entorno por suponer una amenaza para �l. Los esponsales se realizaron en 1470 en Medina del Campo, pero el duque muri� en 1472 de tuberculosis,[25]​ antes de conocer a la novia.

Mientras tanto, Juan II de Arag�n trat� de negociar en secreto con Isabel la boda con su hijo Fernando. Isabel y sus consejeros consideraron que era el mejor candidato para esposo, pero hab�a un impedimento legal, ya que eran primos segundos (sus abuelos, Fernando de Antequera y Enrique III, eran hermanos). Necesitaban, por tanto, una bula papal que les exonerara de la consanguinidad. El papa, sin embargo, no lleg� a firmar este documento, temeroso de las posibles consecuencias negativas que ese acto podr�a traerle al atraerse la enemistad de los reinos de Castilla, Portugal y Francia, todos ellos involucrados en negociaciones para desposar a la princesa Isabel con otro pretendiente.

Documento firmado por los Reyes Cat�licos.

Personas del entorno de Isabel falsificaron una supuesta bula emitida en junio de 1464 por el anterior papa, P�o II, a favor de Fernando, en la que se le permit�a contraer matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de consanguinidad de hasta tercer grado. Isabel acept� y se firmaron las capitulaciones matrimoniales de Cervera, el 5 de marzo de 1469. Para los esponsales y ante el temor de que Enrique IV abortara sus planes, en mayo de 1469 y con la excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que reposaba en �vila, Isabel escap� de Oca�a, donde era custodiada estrechamente por don Juan Pacheco. Por su parte, Fernando atraves� Castilla en secreto, disfrazado de mozo de mula de unos comerciantes.[26]​ Finalmente, el 19 de octubre de 1469 contrajeron matrimonio en el Palacio de los Vivero de Valladolid.

El matrimonio cost� a Isabel el enfrentamiento con su medio hermano el rey. En 1471 el papa Sixto IV envi� al cardenal Rodrigo de Borja a Espa�a como legado papal para arreglar diversos asuntos pol�ticos en la pen�nsula, entre ellos este enlace. Con �l trajo la Bula de Simancas, que dispensaba de consanguinidad a los pr�ncipes Isabel y Fernando.[g]​ Borja negoci� con ellos: les dar�a la bula a cambio de que ellos le concedieran la ciudad de Gand�a a su hijo Pedro Luis. Isabel y Fernando cumplir�an su parte del trato en 1485.[27]

Reinado

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Proclamaci�n de Isabel la Cat�lica en Segovia. F. de P. Van Halen, dib�, lit� y pint�.

Al morir el rey Enrique IV, Isabel se proclam� reina de Castilla el 13 de diciembre de 1474 en Segovia, basando su legitimidad en el Tratado de los Toros de Guisando. Estall� entonces la guerra de Sucesi�n castellana (1475-1479) entre los partidarios de Isabel y los de su sobrina Juana. El Tratado de Alcazobas puso fin a la contienda, reconociendo a Isabel y Fernando como reyes de Castilla a cambio de ciertas concesiones a Portugal. Tras la guerra Isabel mand� construir el monasterio de San Juan de los Reyes.[28]

Retrato de la reina Isabel (Casa de los Tiros, Granada)

Instruy� a sus hijos en que ten�an unas obligaciones por su rango de hijos de reyes, y que deb�an sacrificarse mucho por ese motivo. Los llev� consigo durante las campa�as militares, pero tambi�n vel� siempre por su bienestar, como lo prueba su valor ante el mot�n que tuvo lugar en el alc�zar de Segovia en 1476.[29]​ All� ten�an instalada los reyes la Corte y all� viv�a, en el alc�zar, su primog�nita Isabel bajo la protecci�n y cuidado de su amiga Beatriz de Bobadilla y de su esposo, el alcaide Andr�s Cabrera. Este era de origen jud�o, lo que en aquella �poca era fuente de tensiones raciales, y se le acusaba de querer aprovecharse de la confianza que los reyes le ten�an, adem�s de acusarle de malversaci�n de fondos y de tiran�a. El tumulto se convirti� en mot�n cuando unos provocadores, disfrazados de campesinos y con armas ocultas, arengaron a la poblaci�n para destituir al alcaide. Hacia el alc�zar se dirigi� una masa de gente furiosa, armada con herramientas de campesinos, palos y piedras. La reina se encontraba con el cardenal Mendoza cuando se enter� de lo ocurrido, pero ni uno ni otro ten�an tropas suficientes para defender la plaza. Temerosa del riesgo que pod�a correr su hija, la reina subi� a su caballo y, acompa�ada por tres guardias, cabalg� 60 kil�metros hasta Segovia. A la entrada, el obispo intent� detenerla por el gran peligro que corr�a, pero Isabel desoy� el consejo y avanz� hasta el alc�zar. Entr� y dej� las puertas abiertas para que entraran todos los amotinados para exponerle sus quejas. Tras estudiar las quejas, mantiene en el puesto a Andr�s Cabrera. El pueblo de Segovia le guard� fidelidad a partir de ese momento.[30]

Durante las campa�as militares de Fernando, la reina estuvo siempre en la retaguardia, acompa�ada de sus hijos y pendiente de proveer lo necesario. Su ayuda fue decisiva para la victoria castellano-aragonesa en la guerra de Granada,[31]​ como lo demuestran los hechos de la rendici�n de Baza. Sucedi� que la ciudad llevaba cercada bastante tiempo, pero la poblaci�n no quer�a rendirse y los soldados cristianos comenzaban a desmoralizarse por el largo asedio. El rey Fernando pide a su mujer que se presente en el campo de batalla para levantar la moral de las tropas. Así lo hace Isabel, haciéndose acompañar de varias damas y de su primogénita Isabel. El impacto de su presencia fue inmediato, no solo para las tropas cristianas, sino para la población asediada que inició su rendición, pero no ante el rey guerrero, sino ante la valerosa reina.[32]​ Además, Isabel fue la precursora del hospital de campaña, al hacerse acompañar de personal médico y ayudantes para atender a los heridos en el campo de batalla.[33]

Retrato anónimo de Isabel la Católica hacia 1490. Museo del Prado.

Creyó en los proyectos de Cristóbal Colón, a pesar de las muchas críticas y reacciones políticas adversas de la Corte y los científicos. Durante el reinado común con Fernando se produjeron hechos de gran trascendencia para el futuro del reino, como el establecimiento de la Santa Inquisición (1480), la creación de la Santa Hermandad, la incorporación del Reino nazarí de Granada, así como la unificación religiosa de la Corona hispánica, basada en la conversión obligada de los judíos, so pena de muerte o expulsión (Edicto de Granada, 1492) y más tarde de los musulmanes.

Tras el descubrimiento de América en 1492 comenzó el proceso de evangelización de los indígenas nativos, confiándole esta tarea a los monjes paulinos húngaros, que se marcharon a las nuevas tierras en los próximos viajes de Colón.[34]​ Los reyes se preocuparon por la conversión y el trato justo de los amerindios. Limitaron la esclavización de los indígenas, iniciada por Colón a los casos previstos en las leyes castellanas de la época, y prohibieron, con poco éxito, el repartimiento de indios entre los españoles asentados en el Caribe. «Cuando Colón regresó a Europa, y antes de emprender su segundo viaje a las Indias, la Corona le dio sus primeras instrucciones, las cuales obligaban al Almirante a que todos los que en la Armada viajaran al Nuevo Mundo de aquí adelante trataran muy bien y amorosamente a los indios, sin que les hagan enojo alguno»[35]​, palabras escasamente conocidas que forman parte de la primera ley de Indias, dada en Barcelona el 29 de mayo de 1493.[36]

La Reina «intervino directamente en 1499, cuando supo cuáles eran las verdaderas intenciones de Colón, ya que este había regalado a cada uno de sus marineros un indio como esclavo». Bartolomé de las Casas refiere lo que sucedió cuando llegaron esos marineros con sus respectivos indios esclavos: «Como por las cartas postreras del Almirante, que vinieron en los dichos navíos, supiese la Reina, de gloriosa memoria, que el Almirante había dado a cada uno de los que allí venían un indio por esclavo, y que, si no se me ha olvidado, eran trescientos hombres, hubo muy gran enojo, diciendo estas palabras: ¿Qué poder tiene mío el Almirante para dar a nadie mis vasallos?, y otras semejantes». Este relato no se ha tenido suficientemente en cuenta. El Almirante había decidido cubrir la falta de oro y especias prometidas a los Reyes con el envío de indios esclavos. El hecho de que el Almirante enviara esclavos sin aprobación Real fue una de las causas de su relevo en el gobierno de La Española. Las Casas sigue refiriendo la reacción que tuvo Doña Isabel: «Mandó luego apregonar en Granada y en Sevilla, donde ya estaba la Corte, que todos los que hubiesen llevado indios a Castilla, que les hubiese dado el Almirante, los volviesen luego acá [a las Indias, desde donde escribía Bartolomé su Historia], so pena de muerte, en los primeros navíos, o los enviasen». Y a continuación reconoce que él mismo tuvo un esclavo que le había llevado su padre (que acompañó a Colón en el segundo viaje a las Indias) desde La Española: «Y mi padre, a quien el Almirante había dado uno y lo había llevado en el susodicho viaje de los dos navíos o carabelas, que yo en Castilla tuve y algunos días anduvo conmigo, tornó a esta isla con el mismo comendador Bobadilla, y los trajo, y después yo lo vi y traté acá».[37]

Tras el fallecimiento el gobernador Ovando aprovechó el vacío de poder para instaurar la institución de la encomienda en la isla Española.[38]​ Isabel y Fernando firmaron con Portugal el Tratado de Tordesillas (1494) que delimitó sus esferas de influencia en el océano Atlántico. Por deseo de los comerciantes urbanos creó la Santa Hermandad, cuerpo de policía para la represión del bandidaje, creando unas condiciones mucho más seguras para el comercio y la economía.

La rendición de Granada, por Francisco Pradilla (1882). Palacio del Senado, Madrid.

Para sus campañas militares contó con el servicio de Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), que intervino en la conquista de Granada (1492), en las dos primeras guerras de Italia y en la toma de Cefalonia (1500).

Dada la histórica implicación de la Corona de Aragón en Italia y por otra serie de razones[39]​—sus virtudes cristianas, la conquista de Granada, la expulsión de los judíos y la cruzada contra los musulmanes—, Fernando e Isabel recibieron el título de Reyes Católicos, otorgado por el papa Alejandro VI, mediante la bula Si convenit, de 19 de diciembre de 1496. Dicho título fue heredado por los descendientes en el trono, tanto Austrias como Borbones, poseyéndolo actualmente el rey Felipe VI de España.[h]​ El papa Alejandro VI le concedió la distinción honorífica de Rosa de Oro de la Cristiandad en 1500.

Al final de sus días, las desgracias familiares se cebaron con ella. La muerte de su madre Isabel, su único hijo varón y el aborto de la esposa de este, la muerte de su primogénita y de su nieto Miguel, quien estaba llamado a unificar los reinos de los Reyes Católicos con el de Portugal; la presunta «locura» de su hija Juana, quien desafió abiertamente a su madre en Medina del Campo, y los desaires de Felipe el Hermoso; la marcha de su hija María a Portugal tras casarse con Manuel I de Portugal y la incertidumbre de su hija Catalina tras la muerte de su esposo inglés, la sumieron en una profunda depresión que hizo que vistiera de riguroso luto el resto de su vida.

Promoción artística

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La reina Isabel I fue una protectora de las artes y una gran coleccionista no solamente de pinturas, sino de telas, bordados, relicarios, joyería y también literatura. «Fue una Reina humanista porque promovió —y ella misma cultivó— los Studia Humanitatis».[40]

El libro Isabel la Católica y el Arte de Carmen Monso Porto (2006) hizo un recorrido coherente a través de las colecciones de la reina, que son: las pinturas de devoción sin destino asignado, las pinturas para la ciudad de Granada, concretamente los cuadros de la Capilla Real de Granada, los retratos y las pinturas de asunto profano.[41]

La reina sintió verdadero interés por las pinturas sobre tabla de los maestros flamencos. De Rogier van der Weyden, uno de los artistas más destacados de esta escuela, poseyó una copia del llamado Tríptico de Miraflores, regalo de su padre Juan II a la cartuja burgalesa. Este tríptico, alguna vez creído el original de Weyden y ahora atribuido a Juan de Flandes, desmembrado, se encuentra repartido entre el Metropolitan Museum de Nueva York, propietario de la tabla de la Aparición de Cristo a su madre, y la Capilla Real de Granada, donde se conservan recortadas por arriba las tablas de La adoración del Niño y La Piedad.[42]​ Otros maestros flamencos representados en la colección de la reina cuyas tablas se conservan en la capilla real granadina son Hans Memling (Díptico del descendimiento) y Dieric Bouts, seguidor de Weyden (Tríptico de la deposición). Aunque la pintura italiana en su colección estaba peor representada, es digna de mención la tabla de la Oración del huerto de los olivos de Sandro Botticelli. De los artistas que estuvieron al servicio de la reina hay que desatacar, por un lado, al pintor español Francisco Chacón, con la tabla de La Quinta Angustia (h. 1492), actualmente expuesta en el Museo de Bellas Artes de Granada. Y, por otro lado, muy especialmente, a Juan de Flandes, autor del Retablo de Isabel la Católica en colaboración con el estonio Michael Sittow, formado con Memling. Originalmente formado por más de cuarenta tablas de las que se conservan veintisiete, quince de ellas se encuentran expuestas en la Galería de las Colecciones Reales, donde también se exhibe el retrato que de la reina católica hiciera el flamenco, y el resto dispersas por distintos museos de Europa y América.[43][44]

Isabel la Católica no solamente fue mecenas del mundo del arte sino también patrocinó la actividad literaria. Este interés le nace desde la temprana edad de dieciséis años, en el 1467. Encargó para componer obras a Diego de Valera, Gómez Manrique o Alfonso de Palencia. Además, no solo protegió a humanistas españoles sino también italianos como Lucio Marineo Sículo o Pedro Mártir de Anglería.[45]

Muerte

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Doña Isabel la Católica dictando su testamento, por Eduardo Rosales, 1864, Museo del Prado.

Estaba la corte en Medina del Campo, cuando se declaró la grave enfermedad, una hidropesía, dijo como testigo Pedro Mártir. Consciente del desenlace, mandó que las misas por su salud se tornaran por su alma, pidió la extremaunción y el Santísimo Sacramento. Habiendo otorgado testamento a 12 de octubre, falleció poco antes del mediodía del 26 de noviembre de 1504, en el Palacio Real:

Mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de S. Francisco que es en el Alhambra de la ciudad de Granada (...) en una sepultura baja que no tenga bulto alguno, salvo una losa baja en el suelo, llana, con sus letras en ella. Pero quiero e mando, que si el Rei eligiere sepultura en otra cualquier iglesia o monasterio de cualquier otra parte o lugar destos mis reinos, que mi cuerpo sea allí trasladado e sepultado junto (...). Diego Clemencín, 1821.

Primeramente fue inhumada en el monasterio de San Francisco de la Alhambra, el 18 de diciembre de 1504, en una sencilla sepultura, según su deseo. Poco después, sus restos mortales, junto con los de su esposo Fernando el Católico, fueron trasladados a la Capilla Real de Granada. Su hija Juana I y el marido de esta, Felipe el Hermoso, también reposan allí. Asimismo se enterró en este lugar a su nieto Miguel de la Paz, hijo del rey Manuel I de Portugal y a la infanta Isabel de Aragón, quien falleció poco antes de cumplir los dos años de edad. En el museo de la Capilla Real se encuentran la corona y el cetro de la reina, quien además dotó a la Capilla de un importante grupo de cuadros, aún in situ, de Sandro Botticelli, Dirk Bouts, Rogier van der Weyden y Hans Memling, entre otros, y muchas de sus pertenencias personales.


Testamento y sucesión

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Testamento de Isabel I.

En su testamento la reina estipuló que, si bien la heredera del trono era su hija Juana, el rey Fernando administraría y gobernaría Castilla en su nombre al menos hasta que el infante Carlos, primer hijo varón de Juana, cumpliera veinte años.[46]​ Después de los hijos de Juana, la línea sucesoria pasaría a María, la hija menor de Isabel, y solo después a Catalina.[47]

Sin embargo, la nobleza castellana no apoyó a Fernando y este optó por retirarse a Aragón. El gobierno de Castilla quedó entonces para el rey Felipe I, esposo de Juana, pero a los pocos meses murió repentinamente, y ello llevó a que Fernando fuese nombrado de nuevo regente.[48]​ Juana fue encerrada en Tordesillas por su padre, que gobernó Castilla hasta su muerte en 1516. Le sucedió Carlos, hijo de Juana y nieto de Isabel y Fernando.

Por otra parte en su testamento Isabel les pidió a sus sucesores que se esforzasen en conquistar para el cristianismo el Norte de África continuando la reconquista peninsular[49]​ y que se convirtiese al cristianismo a los habitantes de América —«las yslas y Tierra Firme del Mar Oçéano»— y se les tratase justamente.[46]

El testamento original de la reina se conserva en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. Una copia se envió al monasterio de Santa Isabel de la Alhambra de Granada. Y otra, a la catedral de Toledo, aunque desde 1575 pasó al Archivo General de Simancas.[47]

En 1864 Eduardo Rosales representó el momento en el que la reina dicta su testamento en el cuadro Doña Isabel la Católica dictando su testamento.[50]

Ancestros

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T�tulos

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Predecesor:
Alfonso de Castilla
Princesa de Asturias
1468-1470/1474
(en paralelo con Juana de Castilla entre 1470 y 1474)
Sucesora:
Isabel de Arag�n
Predecesor:
Juana Enr�quez
Reina consorte de Sicilia
1469-1504
Sucesora:
Germana de Foix
Predecesor:
Enrique IV

Reina de Castilla

1474-1504
(junto a Fernando V desde 1475)
Sucesora:
Juana I
Predecesor:
Boabdil
Reina de Granada
1492-1504
Sucesora:
Juana I
Predecesora:
Juana Enr�quez

Reina consorte de Arag�n

1479-1504
Sucesora:
Germana de Foix
Predecesora:
Ana de Breta�a
Reina consorte de N�poles
1504
Sucesora:
Germana de Foix

Posteridad

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Billete espa�ol de 1957 con los retratos y el escudo de los reyes Isabel y Fernando.

Durante los siglos XVI y XVII la figura de Isabel fue relativamente eclipsada en la memoria hist�rica por la de su marido, el rey Fernando,[51]​ al que los cronistas de aquellos tiempos pintaban de magn�nimo, afable, templado y dispuesto a negociar, en contraste con el rigor e inflexibilidad que se proyectaba en los retratos de Isabel.[52]​ A principios del siglo XIX Diego Clemenc�n escribi� un Elogio de la Reina Cat�lica, que por primera vez se centr� en la figura de la reina, a la que colm� de virtudes, relegando a su marido a un segundo plano. Esta obra influy� en todos los historiadores siguientes hasta al menos mediados del siglo XX.[51][53]​ En 1815 el rey Fernando VII, tras regresar a Espa�a y restaurar el absolutismo, cre� la Orden de Isabel la Cat�lica, alta condecoraci�n que sigue otorgando en la actualidad el Gobierno espa�ol. M�s tarde, los liberales y rom�nticos espa�oles del siglo XIX tendieron a tener una imagen positiva de los Reyes Cat�licos, a los que consideraban los �ltimos monarcas nacionales.[51]​ A partir de 1938, la dictadura de Francisco Franco utiliz� profusamente en su propaganda la figura y los s�mbolos de Isabel la Cat�lica (v�ase Simbolog�a del franquismo).

Estatua ecuestre en el paseo de la Castellana de Madrid

En 1952 fue publicado por vez primera el texto de la bula Si convenit, que otorgaba a Isabel y Fernando el t�tulo de �cat�licos�.[54]

En 1958 Jos� Garc�a y Goldaraz, arzobispo de Valladolid, inici� el proceso para la beatificaci�n de Isabel. Cre� un equipo de historiadores espa�oles a los que encarg� escribir sobre los puntos m�s conflictivos de la biograf�a de la reina. Luis Su�rez Fern�ndez se encarg� de la expulsi�n de los jud�os y como resultado de su trabajo public� varios libros. Otros miembros del equipo fueron Antonio Rumeu de Armas y Miguel �ngel Ladero Quesada.[55]​ El historiador Istv�n Sz�szdi ha denunciado que los partidarios de la beatificaci�n o algunos nacionalistas espa�oles han hecho desaparecer documentos hist�ricos de los archivos que pod�an comprometer la legitimidad de Isabel como reina.[46]

El proceso de beatificaci�n sigue su curso en la actualidad, sostenido por el apoyo econ�mico de los herederos del empresario espa�ol radicado y fallecido en M�xico Pablo D�ez.[56]​ Los partidarios de Isabel achacan que la Santa Sede no la haya beatificado a la oposici�n de un �grupo de presi�n jud�o�.[56]

Descendencia

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Isabel tuvo al menos siete hijos con Fernando (el cual tuvo otros hijos antes, durante y despu�s de su matrimonio con Isabel):

  • Isabel (1 o 2 de octubre de 1470-23 de agosto de 1498), princesa de Asturias (1476-1480; 1498), contrajo matrimonio con el infante Alfonso en 1490, pero este muri� el a�o siguiente. Isabel inicialmente no quiso acceder a un nuevo matrimonio, pero en 1497 contrajo nuevas nupcias con el t�o[i]​ del fallecido, Manuel, que fue rey de Portugal con el nombre de Manuel I, el Afortunado.[57]​ Fue reina de Portugal entre 1497 y 1498, y muri� en el parto de su primer hijo Miguel de Paz.
  • Juan (30 de junio de 1478-4 de octubre de1497), pr�ncipe de Asturias (1480-1497). En 1497, contrajo matrimonio con Margarita de Austria (hija del emperador germ�nico Maximiliano I de Habsburgo); muri� de tuberculosis poco despu�s. Tuvo una hija p�stuma que naci� muerta. Margarita se fue de Espa�a y se encarg� por un tiempo de su sobrino Carlos, futuro emperador Carlos V.
  • Juana I de Castilla (6 de noviembre de 1479-12 de abril de 1555), princesa de Asturias (1502-1504), reina de Castilla (1504-1555) con el nombre de Juana I, y popularmente conocida como Juana �la Loca�. En 1496, contrajo matrimonio con Felipe �el Hermoso� de Habsburgo (tambi�n hijo del emperador Maximiliano I). Con �l entr� una nueva dinast�a en Espa�a, la de los Habsburgo, que formaban la Casa de Austria. Su primog�nita fue Leonor de Austria (1498-1558). En 1500 Juana fue por segunda vez madre, esta vez de su primer hijo var�n, el futuro Carlos I, quien la suceder�a y ser�a tambi�n emperador del Sacro Imperio Romano Germ�nico como Carlos V. En 1503, dio a luz a Fernando, sucesor de Carlos en el Sacro Imperio como Fernando I, y restaur� la rama austr�aca imperial de la Casa de los Austrias. Mentalmente afectada por la muerte de su marido, fue recluida por su padre Fernando en Tordesillas, donde murió.
  • María (29 de junio de 1482-7 de marzo de 1517), contrajo matrimonio en 1500 con el viudo de su hermana Isabel, Manuel I de Portugal, el Afortunado. Fue madre de diez hijos, entre ellos: Juan III, Enrique I de Portugal y la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V.
  • Catalina (16 de diciembre de 1485- 7 de enero de 1536), contrajo matrimonio en 1501 con el príncipe Arturo de Gales, que murió pocos meses después de la boda. En 1509 se desposó con el hermano de su difunto marido, que sería Enrique VIII. Por lo tanto se convirtió en reina de Inglaterra; fue madre de la reina María I de Inglaterra, María Tudor.

Además tuvo un aborto, de un varón, el 31 de mayo de 1475, en la localidad de Cebreros y un bebé mortinato (29 de junio de 1482), gemelo o mellizo de María; las fuentes no son unánimes con respecto a su sexo.[58][59][60][61]

Semblanza de la reina

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Imagen de Isabel de Castilla en el Conquistato de Granada, de 1482, por Pedro Marcuello.

De ella, los cronistas contemporáneos dijeron:

  • Pedro Mártir de Anglería: «Su modestia personal y mansedumbre admirables»; «del rey no sorprende que sea admirable... pues leemos en las historias incontables ejemplos de hombres justos, fuertes, dotados de virtud, incluso sabios. Pero ella... ¿quién me encontrarías tú entre las antiguas, de las que empuñaron el cetro, que haya reunido juntas en las empresas de altura estas tres cosas: un grande ánimo para emprenderlas, constancia para terminarlas y juntamente el decoro de la pureza? Esta mujer es fuerte, más que el hombre más fuerte, constante como ninguna otra alma humana, maravilloso ejemplar de pureza y honestidad. Nunca produjo la naturaleza una mujer semejante a esta. ¿No es digno de admiración que lo que siempre fue extraño y ajeno a la mujer, más que lo contrario a su contrario, eso mismo se encuentre en esta ampliamente y como si fuera connatural a ella?».
  • Hernando del Pulgar: «Muy buena mujer; ejemplar, de buenas y loables costumbres... Nunca se vio en su persona cosa incompuesta... en sus obras cosa mal hecha, ni en sus palabras palabra mal dicha»; «dueña de gran continencia en sus movimientos y en la expresión de emociones... su autodominio se extendía a disimular el dolor en los partos, a no decir ni mostrar la pena que en aquella hora sienten y muestran las mujeres»; «castísima, llena de toda honestidad, enemicísima de palabras, ni muestras deshonestas»; «muger muy cerimoniosa en los vestidos e arreos, e en sus estrados e asientos, e en el servicio de su persona ; e quería ser servida de omes grandes e nobles, e con grande acatamiento e humiliaçión. (...) por esta condiçión le era inputado algúnd viçio, diziendo ser pompa demasiada».[62]
  • Lucio Marineo Sículo: «Y no fue la reina de ánimo menos fuerte para sufrir los dolores corporales... Ni en los dolores que padecía de sus enfermedades, ni en los del parto, que es cosa de grande admiración, nunca la vieron quejarse, antes con increíble y maravillosa fortaleza los sufría y disimulaba»; «aguda, discreta, de excelente ingenio»; «habla bien y cortésmente».
  • Andrés Bernáldez: «Fue mujer muy esforzada, muy poderosa, prudentísima, sabia, honestísima, casta, devota, discreta, verdadera, clara, sin engaño. ¿Quién podría contar las excelencias de esta cristianísima y bienaventurada reina, muy digna de loa por siempre? Allende de ella ser castiza y de tan nobilísima y excelentísima progenie de mujeres reinas de España, como por las crónicas se manifiesta tuvo ella otras muchas excelencias de que Nuestro Señor la adornó, en que excedió y traspasó a todas las reinas así cristianas que antes de ella fueron, no digo tan solamente en España mas en todo el mundo, de aquellas por quien (por sus virtudes o por sus gracias o por su saber o poder) su memoria y fama vive... de aquellas por sola una cosa que tuvieron o hicieron vive y vivirá su memoria; pues cuanto más ha de vivir la memoria y fama de reina tan cristianísima, que tantas excelencias tuvo y tantas maravillas Nuestro Señor, reinando ella en sus reinos, por ella hizo y obró».
  • Gonzalo Fernández de Oviedo: «Verla hablar era cosa divina; el valor de sus palabras era con tanto y tan alto peso y medida, que ni decía menos, ni más, de lo que hacía al caso de los negocios y a la calidad de la materia de que trataba».
  • Diego Enríquez del Castillo: «Prudente y de mucho seso».
  • Diego de Valera: «Llena de humanidad».
  • Alfonso de Palencia: «Bondadosa»; «Mujer de pudor y pureza en sus costumbres»; «inteligente».
  • Alonso Flores (Flórez): «De mirar gracioso y honesto».
  • Fernando el Católico, en su testamento, declaró que «era ejemplar en todos los autos de virtud y del temor de Dios».
  • Fray Francisco Jiménez de Cisneros, su confesor, alababa «su pureza de corazón»; «su gran corazón y grandeza de alma».
  • La relazione de un embajador veneciano que estuvo en la corte de Fernando e Isabel, afirma que la soberana tenía una stridula vox. Es decir, que esta poseía un tono chillón, estridente.[63]

En cuanto a su apariencia física, Isabel tenía la piel tan clara que parecía blanca, los ojos de color azul verdoso,[64]​ y el pelo entre rojizo-dorado y cobrizo, rasgos que compartían algunas de sus hijas, en especial Catalina.

Véase también

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Notas

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  1. a b La titulación completa era: reina de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras, de Gibraltar y señora de Vizcaya y de Molina.
  2. Algunos autores sitúan su nacimiento en Ávila o Madrid.[11]
  3. Fechado el 8 de julio de 1454.
  4. El Dr. Marañón realizó un estudio sobre la situación clínica de Enrique IV, definiéndolo como "displásico eunocoide".
  5. Testimonio de la sentencia de divorcio entre el príncipe D. Enrique y la infanta doña Blanca, incluido en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, vol. XL, pags. 444-450.
  6. Sin embargo, el cronista Diego Enríquez del Castillo escribe sobre un anterior aborto de la reina Juana de Portugal de un varón de seis meses.
  7. Así lo afirma el cronista Zurita pero no hay sin embargo constancia documental de ello, segúnFernández de Córdova Miralles (2005, p. 231)
  8. Artículo 56-2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona.

    Artículo 57-1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. (...)

  9. La madre del infante Alfonso, Leonor de Viseu, y Manuel I de Portugal eran hermanos, ambos hijos de Fernando de Portugal, duque de Viseu, y de su esposa Beatriz de Portugal.

Referencias

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  1. «Selección de los comisarios». Patrimonio Nacional. Consultado el 20 de agosto de 2020. 
  2. Jackson-Laufer, 1999, p. 180.
  3. Fernández de Córdova Miralles, 2005.
  4. Kutz, Jens Peter. Universität Hannover, ed. «Karl V. (1500-1558). Kaiserwahl und Kaiseridee» (en alemán). Archivado desde el original el 10 de noviembre de 2013. Consultado el 9 de julio de 2012. 
  5. Elliot, 2002, p. 23.
  6. Liss, 1992, p. 298.
  7. Verlinden y Pérez-Embid, 2006, pp. 48-49.
  8. Arranz Márquez, 2006, pp. 184-186.
  9. Tarsicio de Azcona. Isabel la Católica: Vida y reinado. Pág. 60
  10. Texto completo en Diego Clemencín, Elogio de la reina Doña Isabel..., Madrid, 1820, p.60.
  11. Foronda y Aguilera, 1920.
  12. Cátedra, Pedro M. (1989). La Historiografía en verso en la época de los Reyes Católicos. Juan Barba y su consolatoria de Castilla. Universidad de Salamanca. p. 91. ISBN 9788474815450. 
  13. Luis Suárez. Isabel I, reina. Ariel, 2002. Pág. 14.
  14. a b Luis Suárez. Isabel I, reina. Ariel, 2002. Pág. 14
  15. Tarsicio de Azcona. Isabel la Católica. Vida y reinado. Pág. 63.
  16. Luis Suárez. Isabel I, reina. Ariel, 2002. Pág. 20
  17. Luis Suárez. Isabel I, reina. Ariel, 2002. Pág. 18
  18. Rubén Sáez Abad. Guerreros y Batallas (nº 57): La batalla de Toro, 1476. La Guerra de Sucesión Castellana. Almena. Madrid, 2009. Pag. 22
  19. Rubén Sáez Abad. Guerreros y Batallas (nº 57): La batalla de Toro, 1476. La Guerra de Sucesión Castellana. Almena. Madrid, 2009. Pag. 23
  20. Luis Suárez. Historia de España Antigua y Media. Rialp, 1976. Pág. 552
  21. Luis Suárez. Isabel I, reina. Ariel, 2002. Pág. 30
  22. Francisco Ribes Momblanch y Gregorio Gallego. Historia de España (Tomo VII: los Reyes Católicos). Círculo de Amigos de la Historia. Madrid, 1978. Pag. 43
  23. VV. AA. (2004, pp. 72 y ss.) Cfr. para la heráldica de Isabel y Fernando.
  24. Menéndez Pidal de Navascués, 2005, pp. 99-138.
  25. Stein, Henri (1919). Charles de France, Frère de Louis XI (en francés). París: Société de l’École des Chartres. pp. 452-453. Consultado el 8 de septiembre de 2918. 
  26. Losada Castro, 1983, p. 26.
  27. Cloulas, Ivan (1989). Les Borgia (en francés). Ginebra: Éditions de Crémille. p. 100. OCLC 81228381. .
  28. Losada Castro, 1983, p. 44.
  29. Sáez y Romero, Mariano (1918). Las calles de Segovia. Segovia: Antonio San Martín. p. 199. Consultado el 9 de septiembre de 2018. 
  30. Losada Castro, 1983, pp. 45-47.
  31. Liss, 1998, pp. 206-213.
  32. de Miguel Mora, 2006, p. 18.
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Bibliografía

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General

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Enlaces externos

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