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Mita

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Cerro Rico de Potosí. Grabado en madera.

La mita (en quechua mit'a)[1][2]​ fue un sistema de trabajo obligatorio utilizado en la Región Andina, tanto en la época incaica, como, posteriormente, durante la colonización española de América; en el Perú republicano en la segunda mitad del s. xx este dispositivo jurídico de colaboración estatal fue mantenido como impuesto indígena, a falta de economía de moneda. La mita proveía al Estado de la energía indispensable para construir y conservar caminos y puentes. Era un sistema de trabajo a favor del Estado destinado a la formación de la civilización que implicaba la construcción de centros administrativos, templos, acueductos, casas, puentes, etc. Por medio de la mita, los impuestos de una población de la República de indios se pagarían no con dinero o bienes materiales, sino que con fuerza de trabajo (y estando exento del resto de tributos).

La mita no es invento inca, ya que los estados que la precedieron, como Moche, Sicán y Chimú ya la usaban; en Europa también existió, y se la llamaba corvea.[3]

En la época Inca

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En el Imperio Inca se practicaba la mita para el desarrollo de obras públicas como: la construcción de templos, acueductos, fortalezas, caminos, etc., era de estricto cumplimiento para los varones de todos los pueblos, los cuales recib�an una retribuci�n, aunque en muchos casos se convert�a en un sistema de esclavitud de gran dureza. Se daban ofrendas a los dioses, como el sol, la lluvia, agua, etc.[4]

En la �poca hisp�nica

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La mita incaica fue rescatada por el Virrey Toledo, transform�ndola en una especie de tributo al trabajo, en el cual una s�ptima parte de los adultos varones casados de cada pueblo de indios, cuya edad oscilaba entre los 18 y 50 a�os, estaban obligados a cumplir con esta labor un a�o de cada seis para la extensi�n del reino del Per�; los trabajadores eran principalmente destinados a las minas de Potos�. Para facilitar la implementaci�n de la mita, Toledo dispuso la creaci�n de reducciones o pueblos de nativos a cargo de un corregidor que se encargaba de designar a las personas que cumplir�an con esta obligaci�n.[5]

En una primera instancia, Toledo hab�a establecido que unos 16 distritos, de Potos� al Cuzco, proveyeran a una s�ptima parte de los hombres adultos a un a�o de servicio en las minas, sin trabajar m�s de una ocasi�n cada seis a�os. Esto sumaba un total de 13 500 hombres, que a su vez se divid�an en tres grupos de m�s de 4 000 cada uno, que rotaban y ten�an tres semanas de trabajo y otras tres semanas libres, lo que manten�a un abasto constante de fuerza de trabajo.[5]

Los �mitayos� deb�an recibir un peque�o salario por parte de los mineros y recibir el alimento por parte de sus comunidades, las cuales deb�an mantener tambi�n a las familias de los mitayos ausentes. De este modo, de un solo brochazo, entre la mitad y dos terceras partes de la fuerza de trabajo minera era provista a los propietarios de minas por la Corona a un costo en extremo bajo, lo que estimul� la producci�n en grande.[5]

La mita fue implementada para reducir los costos laborales de la miner�a de la plata en Potos�. Era un sistema de trabajo obligatorio, equivalente al servicio militar del mismo tipo, y continu�, ya dentro del per�odo bajo soberan�a espa�ola, ayudando a desarrollar internamente una econom�a de mercado con productos y servicios para Espa�a. Cada grupo de ind�genas aportaba a la corona un n�mero determinado de trabajadores durante varios meses del a�o. Estos trabajadores eran movilizados de sus lugares de origen hacia las zonas en las que se les requer�a para diversas actividades.

La mita establec�a cuotas laborales que deb�a cumplir la poblaci�n nativa tributaria seg�n asignaci�n que hiciese el corregidor, tanto para el servicio del encomendero como del poseedor de mercedes de tierra o hacendado. Se sorteaba peri�dicamente a la poblaci�n ind�gena de un determinado lugar para trabajar durante un plazo o tiempo determinado al servicio de la clase espa�ola mediante el pago de un salario controlado por las autoridades. Los propietarios de encomienda deduc�an de los jornales la cantidad que las personas comprometidas deb�an pagar por concepto de tributo y el resto se les daba a ellas. La duraci�n de la mita minera se fij� en diez meses dentro de cada a�o y no se pod�a exceder de un tercio permanente de la poblaci�n tributaria para ser destinada a estas labores. A cambio de la fuerza de trabajo y de los consiguientes tributos que recib�a el encomendero, este ten�a la obligaci�n de catequizar en la religi�n cat�lica a las personas que le hab�an sido encomendadas. El servicio forzado ejerc�a una inmensa presi�n sobre la poblaci�n sobre todo entre los trabajadores en las minas, como la de Potos�. Esto oblig� a la corona espa�ola a llevar esclavos negros al virreinato para trabajar de forma precaria de la misma manera.[cita requerida]

Seg�n varios estudios, las condiciones sociales de la mita en las Minas de Potos� o Huancavelica, con su sistema de reclutamiento forzado, habr�a sido una excepci�n antes que la regla en cuando a las din�micas sociales de las minas del Imperio espa�ol, en gran medida por causa de que su producci�n era casi la totalidad de la plata del virreinato de Per� y eso impulsaba presi�n en las autoridades para recolectar la mayor cantidad de ganancias posibles, por la dependencia de la econom�a regional en las ganancias de la mina y no tanto de los impuestos en la Real Audiencia de Charcas, incluso si era por m�todos controversiales. Esos defectos no habr�an sucedido del todo en casos como en la Mina San Antonio del Nuevo Mundo, en tanto el mundo del trabajo minero en la era colonial hispanoamericana presenta variados modos de organizar la mano de obra, con formas que pod�an ser entre voluntarios y forzadas, siendo as� que, para la mayor�a de miner�as, era predominante el trabajo voluntario. Los due�os de minas coloniales ganaban trabajadores a trav�s de medios que alternaban sus m�todos para atraer gente. Las 2 formas principales terminaron siendo, en primera, la combinaci�n de una oferta de mejores jornales (mayormente en los descubiertos recientemente o que fueran m�s ricos) y otorg�ndole permisos al trabajador para recolectar algo de mineral en los fines de semana para su propio beneficio, y en segunda, un mecanismo para retener mano de obra a trav�s del endeudamiento (aunque eso era m�s prominente en M�xico que en la mita peruana), en el que los ind�genas deb�an pagar sus impuestos alquilando su fuerza de trabajo y tributando en oro y plata para ya no tener m�s obligaciones fiscales (usualmente se hac�a m�s presi�n en poblaciones que ya estaban habituados a contribuir por medio de la miner�a desde tiempos prehisp�nicos y adem�s poseyeran animales de carga).[6]

Se tiene constancia de la existencia de Reales C�dulas emitidas por el Rey de Espa�a para relevar a los indios de cualquier injusticia y agravio que pudieran haber sufrido en las minas por la mita.[7]

Reacci�n de la poblaci�n ind�gena

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Los testimonios, sobre como la poblaci�n de la Rep�blica de indios afronto a la mita, posee opiniones contradictorias, que evidencia la complejidad de est� din�mica social en la �poca virreinal. Generalmente se muestra un clima de opresi�n y explotaci�n por la dureza del trabajo, pero tambi�n se presentan algunas grietas y ambig�edades en los que la misma poblaci�n de la �poca intentaba legitimar la mita por ser una tradici�n heredada de las creencias precolombinas y su costumbre de ser sociedades guerreras a trav�s de la veneraci�n de valores como la valent�a, el orgullo y el deber temerario en la Cosmovisi�n andina (representado muchas veces en el culto a los cerros y sus profundidades sagradas), que subsistir�a en la idiosincrasia del Virreinato del Per� de los siglos XVI y XVII, a trav�s del trabajo en la mita minera, donde los espa�oles eran sus "capitanes" contra las vetas de plata, dentro de un espacio sagrado como el Cerro.[8]​ Tambi�n, a la hora de reglamentar el trabajo minero de los ind�genas, se registr� testimonios de una natural inclinaci�n hacia una "compulsi�n laboral" entre los indios.[9]

No dejan de ser inclinados a la guerra, ya que cuando alg�n capit�n sale a Potos�, es con acompa�amiento de sus indios a usanza de guerra, con sus armas antiguas y galanes con sus plumas, y dicen que son soldados y capitanes de Su Magestad, que van a pelear con las minas, que lo he visto y se lo he o�do muchas veces
Lic. Pedro Ram�rez del �guila (1639)

Por otra parte, sucedi� una enorme migraci�n forzada (de modo similar a tiempos prehisp�nicos), por el que los ind�genas dejaban de estar dispersos por el �rea rural, para concentrarse en pueblos fundados con inspiraci�n en la Urban�stica medieval y las ciudades castellanas. Durante la visita general del virrey Melchor de Navarra y Rocafull se registrar�a que la mayor�a de la poblaci�n ind�gena en Charcas era censada como forastero o yanacona. Las autoridades virreinal eran conscientes del fen�meno, pero con frecuencia consideraban ser impotentes para acabar con los flujos de poblaci�n. Esto se debi� a que poblaciones ind�genas terminaban insert�ndose en la mita a conveniencia aprovechando cierto poder de negociaci�n como trabajadores del campo, y para luego escapar e irse a otros pueblos en funci�n de las demandas del mercado (evitando ser presionados por algunas autoridades coloniales en el proceso y as� tener excencion de la mita).[6]

Efectos remanentes de la mita

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La mita fue abolida en 1812 por las Cortes liberales de C�diz durante la guerra de independencia espa�ola.[10]​ Sin embargo, los efectos de la mita colonial parecen persistir hasta nuestros d�as, notablemente en cuanto que la poblaci�n de las zonas que hist�ricamente fueron sujetas a la mita colonial presentan un nivel general de instrucci�n m�s bajo que el promedio nacional de los pa�ses afectados (Bolivia, Per� y Ecuador), y en cuanto estas zonas est�n, hasta el presente, menos conectadas a las redes de caminos y carreteras. Seg�n muestran los datos de los censos agr�colas, los habitantes de estas zonas presentan tambi�n una probabilidad mayor de practicar la agricultura de subsistencia. Esto se explica por el hecho de que las haciendas, cuya mano de obra resid�a localmente, hab�an sido prohibidas en los distritos sometidos a la mita, para minimizar la competencia que habr�a de enfrentar el Estado, al apoderarse de los escasos recursos de mano de obra mitaya. Significativamente, la aristocracia agraria de las haciendas, que pose�a influencia pol�tica suficiente para garantizar que las obras p�blicas (como los caminos) le reportaran beneficios,[11]​ aprovechaba sus relaciones para lograr que las carreteras conectaran a todas las haciendas que fuera posible. En efecto, la experiencia mostraba que las carreteras y caminos garantizaban una participaci�n m�s elevada en el mercado y en las utilidades.[12]

Aplicaci�n gubernamental en el Perú

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La única experiencia de aplicación de la mita de un Estado moderno, como política de Estado, en Latinoamérica, la dio Perú, durante los dos gobiernos de Acción Popular con el presidente Fernando Belaúnde Terry (1963-1968 y 1980-1985), cuando se creó una institución estatal a la que se denominó Cooperación Popular y en el mundo entero junto a Perú, la República de Corea (Corea del Sur). Era esta, una institución que personalizaba la antigua tradición de la mit'a (filosofía del trabajo comunal para lograr un bien común). Los resultados de la experiencia fueron espectaculares en esos casi diez años. Se logró realizar en el Perú, más infraestructura que en casi toda la época republicana (de 1821 hasta 1963). Esos resultados derivaron en cientos de kilómetros de carreteras, acueductos, obras comunales y municipales e infraestructura de otro tipo.

En 1964 el gobierno de la República de Corea, dados los resultados espectaculares logrados en el Perú, acreditó una misión de alto nivel ante el gobierno peruano, su misión era: estudiar la metodología y organización de la institución peruana y la factibilidad de aplicación a la República de Corea. Permanecieron algunos meses en el Perú, cumpliendo su cometido y a su regreso, aplicaron la versión moderna de la mit'a ancestral peruana, a sus sistemas de producción (incluyendo a la industria manufacturera). Los resultados obtenidos en Corea, son más espectaculares que los obtenidos en el Perú, debido a un enfoque de desarrollo distinto.

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Fue la institución gubernamental, que creó Acción Popular en sus gobiernos de 1963 a 1968 y de 1980 a 1985. El principio fue bastante simple: dado los escasos recursos económicos del Estado, las obras públicas que haría esta institución, debían contar con el «cofinanciamiento» de los beneficiarios, básicamente este cofinanciamiento, estaba dado en mano de obra.

En toda obra estatal, se calcula que entre el 60 % y el 70 %, corresponde a la adquisición de bienes (materiales) y la diferencia a servicios (mano de obra); aplicando el principio de la ancestral mit'a, el gobierno corría con los gastos de adquisición de bienes (60 % a 70 %) y los beneficiarios la correspondiente a servicios (30 % a 40 %); esto le permitía al Estado peruano un ahorro en efectivo de entre 30 % y 40 %, por obra pública, que era invertido en más bienes para otra obra; por otro lado, los beneficiarios, no aportaban dinero, sino su fuerza de trabajo comunal.

Con este sistema, se construyeron centenares de kilómetros de carreteras comunales, represamientos, canales de riego, se incorporaron nuevas hectáreas a la frontera agrícola, pequeñas centrales hidroeléctricas, infraestructura comunal y municipal. Gracias a la ancestral mit'a, Perú logró superar a bajo costo su falta de infraestructura y Corea logró superar el atraso en que estaba sumida, convirtiéndose hoy en un gigante del Asia.

Véase también

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Referencias

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  1. Teofilo Laime Ajacopa, Diccionario Bilingüe Iskay simipi yuyayk'ancha, La Paz, 2007 (Quechua-Spanish dictionary)
  2. Diccionario Quechua – Español – Quechua, Academía Mayor de la Lengua Quechua, Gobierno Regional Cusco, Cusco 2005 (Quechua-Spanish dictionary)
  3. Williams, Verónica I. (2000). «l imperio Inka en la provincia de Catamarca». Intersecciones en Antropología (Buenos Aires: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires) 1 (1): 57. ISSN 1666-2105. Consultado el 12 de agosto de 2022. «Moche en la costa norte peruana y los estados costeros de Sicán y Chimú […] más tarde adoptaron los inkas […] Las unidades políticas de la costa norte utilizaron el sistema de corvea (mita)». 
  4. Gisbert, Teresa; Mesa, Carlos; Mesa, Jose (2003). Historia de Bolivia. Editorial Gisbert y Cia. ISBN 9990580049. OCLC 57619274. 
  5. a b c Klein, Herbert. Historia mínima de Bolivia. Colegio de Mexico. ISBN 9786074629217. OCLC 950521126. 
  6. a b https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-22532014000100001
  7. Zavala, Silvio Arturo (1979). VII. La reforma del servicio personal intentada a comienzos del siglo XVII. El Colegio de México. ISBN 978-607-628-404-9. Consultado el 3 de septiembre de 2023. 
  8. Zagalsky, Paula C. (2014-09). «LA MITA DE POTOSÍ: UNA IMPOSICIÓN COLONIAL INVARIABLE EN UN CONTEXTO DE MÚLTIPLES TRANSFORMACIONES (SIGLOS XVI-XVII; CHARCAS, VIRREINATO DEL PERÚ)». Chungará (Arica) 46 (3): 375-395. ISSN 0717-7356. doi:10.4067/S0717-73562014000300005. Consultado el 18 de febrero de 2023. 
  9. Morong Reyes, Germán; Brangier Peñailillo, Víctor; Morong Reyes, Germán; Brangier Peñailillo, Víctor (2019-06). «Los Incas como ejemplo de sujeción. El gobierno del Perú y la escritura etnográfica del oidor de Charcas, Juan de Matienzo (1567)». Estudios atacameños (61): 5-26. ISSN 0718-1043. doi:10.4067/S0718-10432019005000102. Consultado el 9 de septiembre de 2023. 
  10. Enciclopedia Encarta, art. Mita.
  11. Steve Stein, Populism in Peru : the emergence of the masses and the politics of social control, Madison (Wisconsin), University of Wisconsin Press, 1980 (ISBN 978-0299079901), p. 59
  12. Javier Escobal, « El beneficio de los caminos rurales: ampliando oportunidades de ingreso para los pobres » caché de http://www.grade.org.pe/

Bibliografía

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