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Requerimiento (historia de América)

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Conquista de Mesoam�rica: Batalla de Cuzcatl�n.

El Requerimiento, o Requerimiento de Palacios Rubios, fue un texto espa�ol, escrito por el jurista Juan L�pez de Palacios Rubios en 1512 en el contexto de las Leyes de Burgos. Fue una f�rmula jur�dica usada durante la conquista de Am�rica y se exig�a a los conquistadores que deb�a ser le�do a viva voz a grupos, asambleas o autoridades de los pueblos ind�genas para informar, como procedimiento previo antes de emplear las armas, y de obligado cumplimiento, para pedir su sometimiento a los reyes espa�oles o sus enviados (los conquistadores). El texto era la argumentaci�n que apelaba a las causas del derecho natural y justicia de la Europa cristiana, que de acuerdo a sus creencias, se hab�a oficializado, antes de emprender ninguna guerra de conquista de las tierras americanas obtenidas por las corona de Castilla por parte del papado para la evangelizaci�n y establecimiento de la fe cristiana y la leyes imperantes entonces. En caso de rechazo ser�a causa de una guerra Justa, bellum iustum.

Descripci�n

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Por medio de �ste, se exig�a al conquistador que deb�a informar a los caudillos ind�genas de que el Dios cristiano, seg�n sus creencias, creador de los primeros hombres, hab�a elegido al ap�stol San Pedro y a sus sucesores de Roma como monarcas del mundo, superiores en autoridad moral a todos los pr�ncipes de la Tierra. Un Papa posterior, Alejandro VI, hab�a conferido la posesi�n de las tierras del nuevo continente al rey de Castilla con el objetivo de extender la fe cristiana. Por consiguiente, los ind�genas recib�an la orden de reconocer su autoridad y quedar como sus s�bditos libres, cristianos. Toda negativa o toda tardanza en aceptar estas demandas entra�ar�an la guerra inmediata (guerra justa), haci�ndoles reos de muerte o de prisi�n como rebeldes o infieles. La lectura de la conminaci�n terminaba con la amenaza de castigo de tomar los bienes de los beligerantes, de hacerles "todos los males y da�os que pudiere" hasta sujetarles al yugo de la Iglesia y la Corona, si no cumpl�an con este mandato o requerimiento, liberando de toda responsabilidad a los combatientes del resultado de los hechos de armas.

Con la conquista surge la discusi�n entre Castilla y Portugal sobre la posesi�n de las tierras descubiertas y la titularidad de las zonas de expansi�n en el Atl�ntico. Esto se resuelve en 1494 con el Tratado de Tordesillas. De igual forma, el Requerimiento da lugar a un debate pol�tico y moral sobre los derechos de los ind�genas y su condici�n de hijos de Dios. Mientras los espa�oles someten a los habitantes del nuevo continente y los convierten al cristianismo, surge la preocupaci�n moral sobre la vida y condici�n de estas personas. Algunos espa�oles, como por ejemplo Bartolom� de las Casas, se manifestaron p�blicamente sobre este tema.

En 1511 el dominico fray Antonio de Montesinos tambi�n trata esta cuesti�n. Dirigiendo un serm�n a sus fieles de La Espa�ola denuncia el mal trato a los habitantes del nuevo continente, lo que provoca al a�o siguiente en Burgos una junta de te�logos y juristas para discutir el problema. Esta junta reconoce que los indios son hombres libres, pero que deben someterse a la Corona de Espa�a en virtud de las bulas.

Te�logos y juristas piensan que deben ser instruidos en la fe, que tengan casas y haciendas propias y que trabajen a cambio de un salario. Se cree que estos ignoran la concesi�n del papa a los reyes de Castilla, por ello deben explicarse a trav�s de una declaraci�n que ha de ilustrar la existencia de Dios, de c�mo Jesucristo concedi� el principado al papa y de c�mo uno de los pont�fices hizo donaci�n de sus tierras a los espa�oles y que en consecuencia son due�os de esas tierras. Esto es lo que conten�a esa explicaci�n de pertenecimiento de los territorios en proceso de conquista a Espa�a recogida en el requerimiento.

Fue redactado por el jurista Juan L�pez de Palacios Rubios en 1512, que explicaba que Dios hizo el cielo y el planeta y una pareja de la que todos provenimos, y que hizo a san Pedro para que fuese el linaje superior del ser humano el descendiente de este, viv�a en Roma y era el papa, quien hizo donaci�n de todas las Indias a los reyes de Castilla en virtud de ciertas escrituras. Los indios pod�an tomarse todo el tiempo necesario, pero su colof�n dictaba que si no aceptaban la posesi�n de las indias por parte de los espa�oles, les amenazaban con la guerra y la esclavitud. El formalismo dur� d�cadas.

Texto

De parte del muy alto y muy poderoso y muy cat�lico defensor de la iglesia, siempre vencedor y nunca vencido el gran Rey don Fernando V de Espa�a de las dos Sicilias, de Jerusal�n, de las Islas y tierras firmes del Mar Oc�ano, etc. Tomador de las gentes b�rbaras, de la muy alta y poderosa Sra. la Reina Do�a Juana, su muy c�lida y amada hija, nuestros Se�ores, yo D�vila su criado, mensajero y capit�n, los notifico y les hago saber como mejor puedo:

Que Dios nuestro se�or �nico y eterno, cre� el cielo y la tierra, un hombre y una mujer de quienes nosotros y vosotros fueron y son descendientes y procreados y todos los de despu�s de nosotros vinieron, mas la muchedumbre de la generaci�n y de esto ha sucedido de cinco mil y mas a�os que el mundo fue creado, fue necesario que unos hombres fuesen de una parte y otros fuesen por otra y se dividiesen por muchos reinos y provincias de que una sola no se podr�an sostener ni conservar. De todas estas gentes nuestro Se�or dio cargo a uno que fue llamado San Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese se�or y superior, a quien todos obedeciesen y fuese cabeza de todo lo humano, donde quiera que los hombres estuviesen y viviesen en cualquier ley, secta o creencia, pidi�ndole a todo el mundo por su reino, se�or�o y jurisdicci�n, y como quiera que le mando propusiese su silla en Roma como el lugar mas aparejado para regir el mundo, tambi�n le permiti� que pudiese estar y poner su silla en cualquier otra parte del mundo, y juzgar, y gobernar a toda la gente, cristianos, moros, jud�os, gentiles y de cualquier otra secta o creencia, a este llamaron Papa, que significa admirable, mayor, padre y guardador. A este San Pedro obedecieron y tomaron por se�or, Rey y superior del universo, los que en aquel tiempo viv�an y asimismo han tenido todos los otros que despu�s de �l fueran al pontificado elegido y as� se ha continuado hasta ahora y as� se continuar� hasta que el mundo se acabe. Uno de los pont�fices pasados que en lugar de este mundo, hizo donaci�n de estas Islas y tierras firmes del Mar Oc�ano, a los ricos Rey y Reinas y a los sucesores en estos reinos, con todo lo que en ellas hay seg�n se contienen en ciertas escrituras que sobre ellos basaron, as� que sus Altezas son Reyes y Sres. de estas Islas y tierras firmes, por virtud de dicha donaci�n y como a tales Reyes y Sres. algunas Islas m�s y casi todas a quienes esto ha sido modificado has recibido a sus altezas y les han obedecido y servido y sirven como s�bditos lo deben hacer, con buena voluntad y sin ninguna resistencia, luego de su inclinaci�n como fueron informado de lo susodicho, obedecieron y recibieron a los valores religiosos que sus Altezas profesaban para que les predicasen y ense�asen la Santa fe, y todos ellos de su humilde y agradable voluntad sin apremio ni condici�n alguna se hicieron cristianos y lo son, sus Altezas los recibieron alegres y as� los mand� tratar como a los otros s�bditos y vasallos, los otros son pedidos y obligados a hacer lo contrario.

Por ende, como mejor puedo os ruego y requiero que entend�is bien lo que he dicho, y tom�is para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo y reconoscais a la Iglesia por Se�ora y Superiora del universo mundo y al sumo pont�fice llamado Papa en su nombre y al Rey y la Reina nuestros se�ores en su lugar como Superiores y Se�ores y Reyes de esta isla y tierra firme por virtud de la dicha donaci�n y consent�ais en ese lugar a que estos padres religiosos o declaren los susodichos.

Si as� lo hicieres te ha de ir bien y aquello a que estas obligado, y sus altezas en su nombre los recibir�n con todo amor y caridad, los dejar�n vuestras mujeres hijos y haciendas libres, sin servidumbre, para que de ellas y nosotros hag�is libremente lo que quisieres y por bien tuvieres y no os compeler�n a que torn�is cristianos, salvo si vosotros informados de la verdad quisieres convertir a la religi�n cat�lica como lo han hecho casi todos los vecinos de estas islas y adem�s de esto su Alteza dar� muchos privilegios y exenciones que gozar�n muchas veces.

Si no lo hicieres o en ello dilaci�n maliciosamente pusieres, os certifico que con la ayuda de Dios entrar� poderosamente contra vosotros y os har� guerra por todas las partes y maneras que tuviere y sujetar� al yugo y obediencias de la iglesia y de sus Altezas y tomar� vuestras personas y las de vuestras mujeres e hijos y los har� esclavos y como tales los vender� y dispondr� de ellos como su Alteza mandare, y os tomar� vuestros bienes, y os har� todos los males y da�os que pudiere como a vasallos que no obedecen y que no quieren recibir a su se�or y le resisten y contradicen y protesto de los muertes y da�os que de ellos se registraren ser�n a culpa vuestra y no de sus Altezas ni m�a, ni de estos caballeros que conmigo vinieron y de como lo digo, requiero, pido al presente Escribano que me lo de como testimonio firmado y a los presentes ruego que de ello sean testigo.

Historia y reacciones

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El Requerimiento, cuyo nombre completo es Notificaci�n y requerimiento que se ha dado de hacer a los moradores de las islas en tierra firme del mar oc�ano que a�n no est�n sujetos a Nuestro Se�or, fue un documento realizado por orden de Fernando II de Arag�n como respuesta al debate surgido acerca de la justicia de la Conquista de Am�rica, a partir de los sermones del dominico fray Antonio de Montesinos.

El Requerimiento fue usado por primera vez por Pedrarias D�vila en Panam�, "Tierra Firme", en 1513. Incluso se cree que fue expresamente preparado para dicha expedici�n, pues su financiamiento, mixto, en parte era inversi�n de la corona. De hecho, el t�tulo del Requerimiento hace alusi�n a su futuro uso en "Tierra Firme".

A los ind�genas se les requer�a leyendo un manifiesto o ultim�tum, preparado por el famoso jurista Juan L�pez de Palacios Rubios, en el que se les instaba y rogaba que se convirtiesen al cristianismo y practicaran la obediencia a la autoridad de la corona.

La instituci�n, convertida en un requisito legal previo para cualquier acci�n armada de conquista, se pervirti� r�pidamente, llegando a leerse simb�licamente a varios kil�metros de la pr�xima aldea a ser tomada. Sin contar que la lectura se hac�a en espa�ol, que no conoc�an los ind�genas, los cuales en todo caso no estaban dispuestos a convertirse por el mero hecho de la lectura de una carta.

Es significativa la respuesta que dieron los caciques del r�o Sin�, en la actual Colombia, al conquistador Mart�n Fern�ndez de Enciso cuando hizo la lectura del Requerimiento:

...pero en lo que dec�a que el Papa era se�or de todo el universo en lugar de Dios, y que hab�a hecho merced de aquella tierra al rey de Castilla, dijeron que el Papa debiera estar borracho cuando lo hizo, pues daba lo que no era suyo, y que el rey que ped�a y tomaba tal merced deb�a ser alg�n loco, pues ped�a lo que era de otros, y que fuese all� a tomarla, que ellos le pondr�an la cabeza en un palo, como ten�an otras (...) de enemigos suyos.[1]

En algunos casos, la lectura del Requerimiento caus� fuerte impacto y confusi�n inicial entre los ind�genas. Por ejemplo, esta es la narraci�n correspondiente a lo ocurrido tras leerse el requerimiento en lo que ser�a Santiago de Chile:

...sorprendi� mucho a los caciques del valle de Mapocho, de tal modo que por largo rato enmudecieron (...) i sobrecogidos del dolor les faltaron las voces. Todo era mirarse los unos a los otros, sin determinarse ninguno a proferir una sola palabra. Pero en aquella, especie de enajenacion i de sorpresa en que los puso la resuelta i atrevida proposicion de Pedro de Valdivia, todos all� en su interior fueron del mismo dictamen. Pensaron prestar all� su consentimiento, i despu�s de encerrar en las trojes sus cosechas, unirse para desalojar a aquellos insolentes forasteros.
Carvallo y Goyeneche, Descripcion Hist�rico Geograf�a del Reino de Chile[2]

De hecho, el Requerimiento no dej� de ser criticado como ineficaz por algunos contempor�neos, como Fray Bartolom� de Las Casas o Gonzalo Fern�ndez de Oviedo, este �ltimo recordaba al respecto:

...Yo pregunt� despu�s, el a�o de 1516, al doctor Palacios Rubios (porque �l habia ordenado aquel requerimiento) si quedaba satisfecha la conciencia de los cristianos con aquel requerimiento, � d�jome que s� si se hiciese como el requerimiento dice. Mas par�ceme que se re�a muchas veces cuando yo le contaba lo de esta jornada y otras que algunos capitanes despu�s hab�an hecho; y mucho mas me pudiera yo reir de �l y de sus letras (que estaba reputado por gran varon, y por tal tenia lugar en el consejo real de Castilla) si pensaba que lo que dice aquel requerimienlo lo hab�an de entender los indios sin discurso de a�os � tiempo.
Gonzalo Fern�ndez de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, t. III cap. VII
Y porque la ceguedad pernicios�sima que siempre han tenido hasta hoy los que han regido las Indias en disponer y ordenar la conversi�n de aquellas gentes ... ha llegado a tanta profundidad que hayan imaginado e practicado e mandado que se les hagan a los indios requerimientos que vengan a la fe e a dar la obediencia a los reyes de Castilla, si no que les har�n guerra a fuego y a sangre, e los matar�n e captivar�n,...

Incluso sor Juana In�s de la Cruz parece hacer una parodia del Requerimiento en su obra El divino narciso, donde el personaje la Religi�n hace un llamado a alejarse de cultos profanos, y tras un segundo de silencio profiere intempestivas e imprevistas amenazas:

Pues la primera propuesta
de paz desprecias altiva,
la segunda, de la guerra
ser� preciso que admitas.
�Toca el arma! �Guerra, guerra!
El divino narciso

En el siglo XX, el historiador guatemalteco Severo Martínez Peláez expresa que este requerimiento era un truco para justificar la esclavización legal de los indígenas con motivo de la guerra en los siguientes términos:

Sin embargo, hubo en este sangriento período, junto a la virtual esclavitud ya señalada, también la esclavitud autorizada y legal. En su afán de enriquecerse a toda prisa, los conquistadores se las arreglaron para obtener permiso de esclavizar, con base legal, a aquellos indígenas que presentaran una terca resistencia armada. Este hábil truco se complementó con el célebre Requerimiento de Palacios Rubios, instrumento jurídico redactado por el jurista del mismo nombre, que debía leerse a los indios para llamarlos a aceptar pacíficamente la soberanía del monarca español. Se les explicaba en él la existencia de los Papas como vicarios del Dios verdadero en la tierra, y cómo el último de los Papas, le había hecho donación de los territorios indianos a los reyes de España. En tal virtud, se invitaba –se requería– a los indios a aceptar “…a la Iglesia por señora y superiora del Universo Mundo, y al Sumo Pontífice llamado Papa en su nombre, y al Emperador e Reina doña Juana nuestros Señores en su lugar, como a superiores y Señores y Reyes de estas islas y tierra firme en virtud de la dicha donación…” Se les hacía saber que, si aceptaban el requerimiento, “…os recibiremos con todo amor e caridad…”, pero en caso de rechazarlo o de diferir maliciosamente la respuesta, el documento advierte lo que habrá de pasarle a los indios: “…certifícoos que con la ayuda de Dios nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéremos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia, y al de sus Magestades, y tomaremos vuestras personas, e a vuestras mujeres e hijos, e los haremos esclavos, e como tales los venderemos, y dispondremos de ellos como sus Magestades mandaren, e os tomaremos vuestros bienes, e os haremos todos los daños e males que pudiéremos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su Señor y le resisten e contradicen…” Esta última amenaza era el punto clave del requerimiento y su verdadera razón de ser, porque servía para justificar la esclavización de los indios y el robo de sus bienes. El documento no fue elaborado para que los indios lo aceptasen y evitar así la guerra, sino precisamente contando con que no sería aceptado y daría una base legal a la esclavitud de guerra y al despojo de los nativos. Así lo prueba el uso que de él se hizo.
El requerimiento se convirtió en parte integrante del equipo que todo conquistador había de llevar consigo a América, y fue usado también por Alvarado en Guatemala. Como hombre práctico que era, el Adelantado evitaba pérdidas de tiempo enviando el requerimiento por delante de sí y de su hueste. Se le explicaba el contenido del documento a unos indios que estuviesen a mano y se les mandaba a explicarlo, con suficientes días de anticipación, a los indígenas de los pueblos a donde tendría que llegar la expedición en su itinerario. Había habido tiempo para entenderlo, para reflexionar y decidirse, y el conquistador podía atacar inmediatamente a su llegada.
De más está decir que este macabro truco legal sirvió en todas partes, no solamente en Guatemala, para encubrir violaciones y ruina para los nativos. Hubo ocasiones en que se leyó desde lo alto de una colina, a distancia en que los indígenas no podían siquiera escucharlo, no digamos ya entenderlo. Otras veces se leyó a gritos mientras los indios huían por los montes. Hubo también ocasión en que se leyó desde la cubierta de un navío, antes de desembarcar a hacer redadas de esclavos. Con sobrada razón exclamaba Fray Bartolomé de las Casas que no sabía si reír o llorar al leer aquella ensarta de absurdideces teológicas destinadas a legalizar la esclavitud.
Severo Martínez Peláez, La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca[3]

Referencias

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  1. El Requerimiento. Un papa borracho y un rey loco
  2. Vicente Carvallo y Goyeneche, Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile; tomo I, capítulo IV [1]
  3. Severo Martínez Peláez, La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca, Cuarta Edición, Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), San José, Costa Rica, 1976, Páginas 63-65.

Enlaces externos

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