Ir al contenido

Huanca

De Wikipedia, la enciclopedia libre
(Redirigido desde �Wanka�)
Reino huanca
Informaci�n hist�rica
Periodo
Primeros registros 1000
Decadencia 1570
Causa Inestabilidad pol�tica y homogeneizaci�n cultural virreinal
Informaci�n geogr�fica
�rea cultural Andina
Equivalencia actual Per�
Informaci�n antropol�gica
Idioma Quechua huanca
Religi�n Religi�n huanca/Animismo

Huanca (del quechua wanka, en alusi�n a los monolitos t�picos del �rea cultural andina) es el nombre de un grupo �tnico que se desarroll� durante el Intermedio Tard�o, habitando el territorio de las actuales provincias de Jauja, Concepci�n, Huancayo y Chupaca.[1]​ Fue un pueblo guerrero y agrario, dedic�ndose a la caza, siembra y cosecha de ma�z, papas y otros productos agr�colas; en la ganader�a se dedicaron al cuidado de llamas en la puna.[2]​ La mayor�a de la poblaci�n radicaba en el Valle de Jatunmayo o Valle de Huancamayo, llamado desde 1782 como Valle del Mantaro. Se identificaban con una vincha negra. Son habitualmente confundidos con los xauxas, quienes habitaban en el norte del Mantaro y en el valle de Yanamarca.

Etimolog�a

[editar]

Seg�n la Descripci�n de Xauxa (1582), el nombre "huanca" fue acu�ado por los incas debido a la presencia de un monolito al inicio del valle. Posteriormente, fue generalizado por los cronistas espa�oles. Se reintrodujo en la d�cada de los 20's por Julio C�sar Tello y difundido por Federico G�lvez Durand: pionero en impulsar la arqueolog�a en el Mantaro. Todos los habitantes prehisp�nicos del valle fueron catalogados de forma masiva e indiscriminada como huancas, aplic�ndose tanto a los huancas �tnicos como a los xauxas.

Historia

[editar]

Origen

[editar]

Estudios arqueol�gicos plantearon que el origen de los primeros grupos que poblaron la regi�n de los huancas estuvo en la regi�n selv�tica, desplaz�ndose desde alg�n lugar del nor-oriente hacia el sur de la sierra central del Per�. Desde Hu�nuco (Huargo y Lauricocha) prosiguiendo por Pasco, Jun�n y Huancavelica; dejando evidencias en Parimachay, Curimachay y Pachamachay en Ondores, Jun�n y que datan aproximadamente de 950 a. C. (Rick y Matos 1976, Hurtado de Medoza 1979). Su desplazamiento se proyect� desde la selva central hacia el Valle del Mantaro.[3]​ En el �rea de Jauja, estudios evidencian ocupaciones de pobladores entre valles rocosos de Tutanya y Helena Puquio en Pachacayo y Canchayllo ambos en el Distrito de Canchayllo (Oreficso y Mota 1984; Mallma 2002). En Huancayo y Chupaca tambi�n se encontraron evidencias en abrigos rocosos de Tschopik o Callavallauri (Tschopik 1948; Fung 1959; Kaulicke 1994). La presencia de material l�tico, en colinas como San Juan Pata en Jauja, como esquirlas, lascas, n�cleos y performas[4]​ llevaron a planteamientos de esquemas cronol�gicos por investigadores como (Matos y Parsons 1979), David Browman (1970), Catherine LeBlanc (1980) y Christine Hastorf (1986). En algunos casos en cer�mica dejaron evidencias que permitieron plantear esquemas cronol�gicos. Posteriormente, estos sitios albergaron a sociedades agro-alfareras de los cuales surgi� la sociedad Pre-Wanka.

Esquema Comparativo de la Arqueolog�a e Historia Xauxa - Wanka, por el antrop�logo Arturo Mallma Cortez.

El Dr. Ramiro Matos Mendieta considera que la poblaci�n en el Valle del Mantaro no es mayor al Formativo Medio:

... "la primera ocupaci�n fue una sociedad organizada agro-alfarera acontecida alrededor de los 800 a.C. con la fundaci�n de la primera y �nica aldea Chav�n de Ataura - Jauja. Un lugar estrat�gicamente ubicado en el extremo norte del valle; casi en el acceso del Valle del Mantaro por la ruta del norte".[5]
abstracci�n de: "Primeras sociedades sedentarias del Mantaro", Matos Mendieta, Ramiro (1978)

En Jauja se constituye asentamientos matrices desde donde se difunden los Xauxas y posteriormente los Wankas. Es en Jauja donde hasta la actualidad se encuentran mayormente restos arqueol�gicos que datan desde el Pre-cer�mico, Formativo, Horizonte Temprano, Intermedio Temprano. En el Horizonte Medio van a sufrir presiones for�neas de grupos provenientes del sur altipl�nico como Tihuanaco y posteriormente se producir� la migraci�n de los Yaros, hoy en d�a ubicada en la Provincia de Yarowilca.

El hombre en el valle del Mantaro

[editar]

Los primeros pobladores que ocuparon el Valle del Mantaro, posiblemente procedieron de las zonas altoandinas, de las que descendieron siguiendo el curso de sus afluentes. En los refugios naturales del r�o Cunas, en el distrito de Chupaca, hay vestigios de la existencia de una sociedad cazadora n�mada cuya econom�a estaba basada en la recolecci�n de frutos silvestres y en la caza de cam�lidos andinos. Seg�n las evidencias encontradas, la vida humana en el Valle del Mantaro tiene por lo menos 10 mil a�os de antig�edad.

Estos primeros pobladores, cazadores y recolectores, con el correr del tiempo experimentaron la domesticaci�n de las plantas, es decir, descubrieron la agricultura. Al encontrar esta valiosa fuente de recursos el hombre se volvi� sedentario y abandon� las cuevas para construir albergues de piedra, dando origen a las primeras aldeas, de las que existen en todo el valle, numerosos restos con una antig�edad de 3 mil a�os.

El hombre de Jun�n, poco a poco, fue perfeccionando sus herramientas de piedra, no solo para la caza de cam�lidos (de los que extrajo carne para alimentarse, pellejo para cubrirse y huesos para sus usos), sino para iniciar la agricultura y la domesticaci�n de plantas.

Pre-huanca

[editar]

Con estos hechos, en la historia del hombre en la sierra central del Per� finaliza el periodo precer�mico y comienza otra etapa en la que aparece la cer�mica y luego el surgimiento de las aldeas. Aparecen, asimismo, las primeras pr�cticas de una religi�n m�gica.

Por aquellos tiempos, hace aproximadamente 3500 a�os, se produce la expansi�n de la cultura Chav�n a la Sierra Oriental, y se advierte su influencia en las diversas zonas del Valle del Mantaro. Las �ltimas investigaciones han encontrado importantes testimonios de la presencia de la cultura Chav�n en Ataura (Jauja) y en San Blas, distrito de Ondores, Jun�n. Hacia 1300 a. C. aparecen los primeros brotes de cer�micas en la sierra central de estilo chavinoide y se inicia lo que se denomina el horizonte temprano.

El proceso contin�a siglo tras siglo, con el correr del tiempo las aldeas que recibieron influencia de Chavin entran en decadencia y los pobladores reafirman su individualidad y se independizan de su predominio cultural. Aparecen entonces influencias de otras sociedades como la de Tiwanaku y Huari. El Imperio wari, seg�n parece, no estableci� un control firme ni directo sobre las poblaciones del Mantaro, sino que se limit� a relaciones de reciprocidad y comercio.

Durante el Intermedio Tardío, aparecieron los huancas y los xauxas. De ellos, los xauxas eran más prominentes. Conforme a la clasificación inicial del proyecto UMARP (Upper Mantaro Archaeological Research Project), este periodo corresponde a las fases Wanka I (1000-1350), caracterizado por una rudimentaria sociedad tribal, y Wanka II (1350-1460), caracterizado por el surgimiento de vastos asentamientos en tierras altas. Según el historiador Aquilino Castro Vásquez, se gestaron 5 jefaturas huancas: Tunanmarca, Marcavilca, Chongos, Llacsapallanga y Xauxa.

El virrey Francisco de Toledo describe esta etapa en las Informaciones de 1570 como violenta y carente de orden:

"antes de que el dicho tupa ynga conquistase este reyno cada pueblo y cada yndio vivía sobre si sin obedecer a nadye y que como tenyan guerras unos indios con otros y unos pueblos con otyros quando avia algún onbre valiente entre ellos se señalava al qual lla mavan cinchecona ques que quiere decir “agora es este valiente” […] y ansy le odedecian y que no auia otra manera de señorio ny de gobierno sino hera este"
Francisco de Toledo

Anexión al Imperio incaico

[editar]

Hacia 1460, las tropas incaicas, conducidas por Túpac Yupanqui, llegaron al Mantaro. Las jefaturas huancas no reaccionaron uniformemente. Según los cronistas Sarmiento de Gamboa y Cieza de León, algunas jefaturas ofrecieron resistencia. Según Garcilaso y Santa Cruz Pachacuti, no se produjo ningún altercado. Carlos Hurtado Ames aduce que los huancas se integraron de forma totalmente pacífica y que fueron los xauxas quienes se opusieron al ejército inca. La integración de los huancas al Imperio incaico dio inicio a la tercera fase propuesta por el UMARP: Wanka III.

Época incaica

[editar]

Una vez sujeto el territorio huanca al Estado incaico, se instauró el huamani (provincia) de Huanca, compuesto por tres sayas (sectores): Ananguanca (Hanan Huanca, el sector de arriba), Luringuanca (Hurin Huanca, el sector de abajo) y Atunxauxa (Hatun Xauxa, el sector principal y núcleo político). Estas entidades territoriales se conservaron aún después de la fractura del Incanato, hasta bien entrada la época virreinal.

En la parcialidad de Atunxauxa se edificó la llacta de Hatun Xauxa, que se convirtió en el mayor centro administrativo, urbano y comercial en el valle del Mantaro. Algunos huancas fueron usados en calidad de colonos incaicos, como lo demuestra la actual población de Huancas en Chachapoyas. También se construyeron redes de caminos; el célebre tramo Xauxa-Pachacamac parte justamente del valle. Restos arquitectónicos incaicos se encuentran en yacimientos como Hatun Malka y Arhuaturo; de este último es notoria la presencia de una kallanka.

Las élites huancas continuaron al mando de las nuevas parcialidades. Ananguanca era regida por la familia Apoalaya, Luringuanca era regida por los Guaucrapaucar-Limaylla y Atunxauxa era regida por los Surichac (Cusichaqui). De entre todos, los Apoalaya fueron los más activos colaboradores con el Estado. Su curaca principal fue recompensado con la entrega de una esposa inca noble, llamada Mullo Maca, por los servicios prestados al padre de esta, llamado Cayo Topa, militar incaico al servicio del inca Huayna Cápac que participó en las campañas bélicas del norte (actual Ecuador). Apo Apolaya, otro jefe de la familia, también recibió una esposa inca, de nombre Manco Yarro. Él fue autorizado por un inca denominado "Caxi Gualpa" para heredar el título de gobernante de su parcialidad.

Sobre la agricultura, Christine Hastorf refiere que el cultivo de maíz y quinua se intensificaron, en desmedro de los tubérculos.

Durante la guerra civil incaica los huancas se encuadraron en el bando huascarista del Cuzco. Ello les acarreó problemas en contra de las implacables fuerzas atahualpistas que habían logrado capturar el Mantaro tras derrotar y expulsar a las fuerzas del general cusqueño Guanca Auqui.

Contacto con los españoles

[editar]

Los curacas huancas tuvieron las primeras noticias acerca de los espa�oles cuando estos consiguieron apresar sorpresivamente a Atahualpa, decapitando la cadena de mando de los ej�rcitos atahualpistas que todav�a estaban repartidos en diversos puntos de los Andes. La desestabilizaci�n del poder quite�o gener� un clima ca�tico. El general Chalcuch�mac, pasando por el Mantaro mientras avanzaba hacia Cajamarca para rescatar a Atahualpa, aprovech� para intentar castigar a los huancas por su apoyo a los cusque�os durante la guerra civil. Las �lites huancas, alertadas de ello, solicitaron auxilio para rechazar la presencia atahualpista.

De esta forma, enviaron regalos a los espa�oles seg�n la tradici�n andina de relaciones de poder, de reciprocidad y redistribuci�n. Sin embargo los hispanos, al no comprender el trasfondo simb�lico de estos actos, lo interpretaron como una muestra de sumisi�n. Ellos, por su parte, enviaron 3 expediciones al territorio huanca. Todas tendr�an como objetivo arribar a Hatun Xauxa: en ese entonces la mayor urbe del valle. Antes de evacuar la ciudad, los atahualpistas, como parte de su pol�tica de tierra quemada designaron un escuadr�n a incendiarla, lo que fue interrumpido por el arribo hispano. Sin embargo, los da�os causados generaron gran indignaci�n entre las �lites del Mantaro.

La expedici�n de Pedro Mart�n de Moguer fue la primera en alcanzarla en 1533. Fueron atacados por un peque�o pelot�n de atahualpistas, por lo que solicitaron refuerzos a la segunda expedici�n, comandada por Hernando Pizarro, que consigui� derrotar al ej�rcito atahualpista. Asimismo, se percataron de que Chalcuch�mac andaba en las cercan�as. Pizarro tambi�n se propuso continuar avanzando por el sur hasta el santuario de Pachac�mac y saquear sus tan ponderadas riquezas. Mientras Pizarro y Chalcuch�mac se enfrentaban en estratagemas diplom�ticos (resultando con la partida de este �ltimo hacia Cajamarca), comenz� la �poca de fiestas y borracheras conforme lo dictaba la costumbre andina del tinkuy.

Este cargaba con una fuerte connotaci�n ritual que cumpl�a diversas funciones simb�licas como la renovaci�n de los v�nculos, la reconciliaci�n y el culto a los antepasados. Era tambi�n un m�todo empleado frecuentemente por los incas para enlazarse con sus dominios. La enorme plaza de Hatun Xauxa (en la que seg�n el cronista Miguel de Estete cab�an hasta 100,000 personas) fue escenario de grandes bailes, cantos y celebraciones durante varios d�as que fueron presenciadas por los espa�oles como discretos testigos.

La �ltima expedici�n espa�ola en arribar estuvo dirigida por el mism�simo Francisco Pizarro, quien, en las inmediaciones de Hatun Xauxa, fund� la nueva ciudad de Jauja para ser capital de la gobernaci�n de Nueva Castilla. Sin embargo, el proyecto qued� inconcluso debido a su r�pida partida hacia el sur. Tanto la nueva Jauja como la antigua Hatun Xauxa pasaron a segundo plano.

Guerra contra los atahualpistas

[editar]

Cuando los espa�oles se asentaron en el valle, las �lites huancas les proveyeron comida, armas y efectivos, lo cual dar�a el inicio a la alianza efectiva entre los curacas y los conquistadores, abriendo la cuarta y �ltima fase diferenciada por el UMARP: Wanka IV. Esto lo hicieron no solamente en respuesta a las atrocidades atahualpistas, sino tambi�n para ganar prioridad ante el inminente r�gimen espa�ol y evitar as� la creaci�n de encomiendas en el valle.

Estas ideas est�n particularmente encarnadas en el curaca huanca Jer�nimo Guacrapaucar, quien se mostr� obediente y colaborador ante los espa�oles. Alent� a los pobladores huancas a colaborar como cargadores en el transporte de ingentes cantidades de oro y plata, botines que fueron capturados de sitios incaicos abandonados o de porciones encontradas del tesoro que pagar�a el rescate de Atahualpa. Por su buena relaci�n con los espa�oles, su r�pida conversi�n y devoci�n hacia la fe cristiana, obtuvo el derecho a usar el distintivo "don" delante de su nombre, junto con los dem�s curacas huancas. El Mantaro se mantuvo en relativa calma tras la partida de Chalcuch�mac.

No obstante, las operaciones atahualpistas se reanudaron cuando el general Quizquiz, en su marcha desde el Cusco hacia la regi�n de Quito, donde las tropas de Rumi�ahui se encontraban resistiendo los embates de Sebasti�n de Belalc�zar, lanz� una ofensiva con el fin de asaltar Hatun Xauxa. Gabriel de Rojas y C�rdova esparci� el falso rumor de que los huancas estaban maquinando una rebeli�n para atacar a los espa�oles en alianza con Quizquiz. El empuje quite�o avanz� por el estrat�gicamente vital Mantaro, exponiendo a los huancas, por lo que desde el Cusco ocupado por los hispanos se despacharon refuerzos bajo las �rdenes del cusque�o Manco Inca y el hispano Hernando de Soto. La batalla de Yacusmayo frustr� contundentemente los intentos atahualpistas por perforar las defensas del valle, a pesar de conseguir propinar fuertes bajas a los huancas. Tras sufrir una nueva derrota en la posterior batalla de Maraycalla, los atahualpistas se retiraron para intentar reorganizarse en Tarma, al norte.

En 1533, los espa�oles inauguraron un nuevo Imperio incaico, vasallo de la Monarqu�a Hisp�nica, con T�pac Hualpa como primer gobernante. Las muertes de los generales Quizquiz y Rumi�ahui en 1535 culminaron la guerra y con ella, cualquier forma de resistencia atahualpista.

Rebeli�n de Manco Inca

[editar]

En 1536, Manco Inca, quien hab�a sido nombrado como segundo inca t�tere en 1533, desert� y se rebel� en contra del oficialismo cusque�o pues percib�a que los espa�oles solamente lo estaban manipulando mientras discretamente se afianzaban cada vez m�s en las estructuras de poder andinas. Aunque al principio algunos curacas huancas vieron con cierta simpat�a este levantamiento, la llegada del militar espa�ol Alonso de Alvarado al valle revoc� la situaci�n y decant� el apoyo de los curacas hacia el bando capitaneado por los hisp�nicos.

Se produjo una batalla entre sublevados y realistas en las cercan�as de Jauja, que se sald� con la victoria de los primeros. 50 espa�oles y un n�mero desconocido de huancas fueron eliminados. La derrota oblig� a los espa�oles a retirarse, dejando al valle del Mantaro a merced de las represalias de Manco.

En contraste con Chalcuch�mac, quien pretend�a castigar a los huancas mediante masacres, pillaje y demoliciones, Manco Inca orden� la humillaci�n su �dolo principal, Huarivilca, arrastr�ndolo por colinas, caminos y ci�nagas para finalmente arrojarlo a un r�o. Posteriormente ejecut� a todos sus servidores religiosos. Vale la pena mencionar que, seg�n otras versiones, fue Vicente de Valverde el destructor del �dolo huanca.

A pesar de todo, Jer�nimo Guacrapaucar mantuvo su convicci�n de apoyo a los espa�oles. Entre tanto, los insurgentes se retiraron poco despu�s debido a lo insostenible de su situaci�n estrat�gica. Para 1547, la ciudad de Hatun Xauxa estaba ya totalmente abandonada conforme lo atestigua el cronista Pedro Cieza de Le�n. No obstante, el fin de Hatun Xauxa no marcar�a el final de la participaci�n huanca en la empresa expansionista espa�ola. La siguiente oportunidad de Guacrapaucar para demostrar su val�a lleg� durante la rebeli�n de Francisco Hern�ndez Gir�n, quien se rebel� debido a su disgusto contra las nuevas leyes que suprim�an el poder de los encomenderos espa�oles.

�poca virreinal

[editar]
Hern�ndez Gir�n, seg�n Guam�n Poma

Gir�n inici� su rebeli�n en el Cuzco en 1553 y posteriormente tom� rumbo a Lima, debiendo pasar obligatoriamente por el valle del Mantaro. Los realistas adoptaron urgentemente medidas para rechazar el avance de sus fuerzas, despachando un ej�rcito comandado por el capit�n castellano Lope Martin y el noble huanca don Carlos Limaylla, con un total de 50 espa�oles y m�s de 500 huancas para enfrentar a los gironistas. Sin embargo, la moral entre los efectivos huancas era baja, motivo por el cual se postula que la presencia de Limaylla era �nicamente para cohesionar sus fuerzas y evitar un desbande masivo que hubiera abandonado al capit�n Martin.

Nunca se produjo un gran choque entre ambas fuerzas, sino que Gir�n se ci�� a cometer atrocidades, requisamientos y pillaje en contra de los huancas por su alineamiento con la Corona. Una gran cantidad de ellos fueron forzados a vivir como esclavos de los gironistas, principalmente como porteadores. La estrategia de evitar un encuentro resolutivo debilit� al ej�rcito realista, aunque finalmente consigui� expulsar a Gir�n de vuelta al Cuzco.

Alonso de Alvarado, ascendido a Mariscal desde la sublevaci�n de Manco Inca, renov� a las fuerzas realistas, quienes reanudaron su contraataque. El apoyo huanca se redujo a tareas de abastecimiento como cargadores. A�n con la destreza militar de Alvarado, los gironistas obtuvieron un contundente triunfo en la batalla de Chuquinga. En ella, auxiliares nativos del ej�rcito realista traicionaron al mariscal, robando v�veres, provisiones y eliminando a soldados espa�oles que hu�an del campo de batalla. Alvarado falleci� poco despu�s producto de las heridas recibidas.

En consecuencia a este desastre, las fuerzas fieles a la Corona retomaron el teatro de operaciones en Xauxa, mientras que los huancas recobraban protagonismo. Los gironistas continuaron cometiendo abusos en contra de las poblaciones locales y espa�olas que iban encontrando, al punto de saquear Cuzco y Arequipa.

El encuentro final de la guerra en contra de las fuerzas de Hern�ndez Gir�n se dio en la batalla de Pucar�, 1554. Jer�nimo Guagrapaucar, entusiasta, acord� con los dem�s curacas huancas la entrega de suministros y tropas a las fuerzas realistas. Se despacharon miles de efectivos huancas para reforzar a los realistas que se dirig�an desde el Cuzco hacia el altiplano, �ltimo reducto gironista. Las fuerzas sublevadas se hallaban cada vez m�s acorraladas debido a las continuas deserciones y reveses militares que el �xito en Chuquinga no pudo solventar.

Jer�nimo, al igual que otros curacas del Mantaro, asisti� en persona a la batalla de Pucar�. No particip� en la lucha debido a su avanzada edad, as� que se remiti� a desempe�ar labores de apoyo log�stico. Pucar� finalmente se sald� con la derrota total gironista y su posterior desbande. Por otro lado, los soldados huancas sufrieron gran cantidad de bajas; muy pocos retornaron vivos.

Tropas huancas derrotan a la caballer�a gironista

Pol�mica sobre la captura de Gir�n

[editar]

Hern�ndez Gir�n escap� con rumbo a Lima, aunque fue apresado en el Mantaro. Seg�n el cronista Felipe Guam�n Poma de Ayala, fueron los propios huancas los que capturaron y apresaron a Gir�n, quien se encontraba acompa�ado por un mermado s�quito de soldados a�n fieles.

Poma es el �nico cronista que le otorg� el m�rito principal a las tropas huancas, debido a que otros cronistas espa�oles buscaron minimizar el impacto huanca en la captura. Particularmente notables son las declaraciones escritas del cronista hispano Diego Fern�ndez de Palencia, quien describe la participaci�n general huaca en el conflicto como poco colaborativa y estorbosa, ejecutando acciones in�tiles y calificando a sus efectivos como cobardes y apocados.

�l y el cronista Inca Garcilaso de la Vega atribuyen la captura de Gir�n a los militares europeos. Sin embargo, otros testigos espa�oles reconocieron el decisivo e importante papel huanca en la derrota y captura del pr�fugo de Pucar�. El motivo del desd�n de Fern�ndez de Palencia pudo ser el obst�culo que supon�an los deseos de reconocimiento de los l�deres huancas en contra de los intereses de algunos espa�oles sobre los territorios del Mantaro. Don Jer�nimo Guacrapaucar y Francisco Cusichac (gobernador de Atunxauxa) tambi�n aseveraron que fueron sus hombres quienes lograron capturar a Gir�n.

El reconocimiento que expectaban los huancas se limit� a unas felicitaciones por parte de Juana de Austria, mientras que el m�rito de la captura de Gir�n fue conferido por las autoridades virreinales a los hisp�nicos G�mez Arias de �vila y a Arias Maldonado, quienes tambi�n participaron en el apresamiento. Hubo algunas protestas entre otros militares espa�oles (destacando el capit�n Juan Tello Sotomayor) que hab�an estado igualmente presentes en la captura de Gir�n y reclamaban la obtenci�n de recompensas, aunque ignorando la participaci�n huanca.

Las Probanzas huancas (1558-1561)

[editar]

Los curacas huancas quedaron satisfechos con su colaboraci�n en la pacificaci�n de los territorios conquistados por los espa�oles, por lo que procedieron a efectuar los reclamos por la entrega de beneficios de los que se sent�an merecedores. Para ello comenzaron a escribir las Memorias, mejor conocidas como Probanzas: listas minuciosas de "m�ritos". Luringuanca present� las listas m�s extensas y precisas. Los curacas huancas usaron los quipus para calcular bienes y personal enviado a colaborar con los espa�oles, adem�s de otros gastos. C�lebre es el caso de las Probanzas de 1558, pues es un hecho hist�rico que respaldan la noci�n de que el quipu fue un sistema de escritura andino. Los curacas huancas empezaron a "leer" los quipus que tra�an consigo ante la Real Audiencia de Lima, apoyados por int�rpretes y escribas espa�oles. Cieza describi� el caso particular de Jer�nimo Guacrapaucar, quien lo dej� totalmente anonadado con la lectura de su quipu. En 1560, Felipe Guacrapaucar, hijo de Jer�nimo Guacrapaucar, viaj� a Lima en representaci�n de su padre, muy avanzado en a�os, y Luringuanca para colaborar con las probanzas, resultando en una Informaci�n.

En la �ltima Probanza huanca, realizada en 1561, el curaca de Atunxauxa, Francisco Cusichaqui, hizo un llamado a la preservaci�n de los privilegios de su familia noble, su exoneraci�n de cualquier tipo de tributo y a la prioridad de su parcialidad sobre las otras. Felipe Guacrapaucar solicit� condiciones similares. De esta manera, las parcialidades de Atunxauxa y Luringuanca cobraron un rol protag�nico en la situaci�n geopol�tica del Mantaro, en desmedro de la taciturna Ananguanca. Hicieron especial �nfasis en el rechazo a la posibilidad de que sus parcialidades sean asignadas a los encomenderos, situaci�n que empezaba a tornarse riesgosamente factible gracias a los incesantes reclamos de estos �ltimos.

Aunque hasta el momento, el Mantaro se encontraba relativamente libre de latifundios espa�oles, ya se hab�an producido algunos tensos roces con los encomenderos, como el caso de la explotaci�n de pobladores en las minas de Antusulla, lo que aviv� las inquietudes huancas. Cusichaqui prefer�a que en todo caso, su territorio pase a administraci�n directa de la Corona espa�ola, mientras que Felipe Guacrapaucar exigi� que �l mismo se convirtiese en el encomendero de sus dominios. Tambi�n hab�a propuesto que los nobles locales pudiesen ser elegidos en los cargos regionales de la administraci�n virreinal, tal cual lo hab�an sido durante la administraci�n incaica. De esta forma, ser�an capaces de resguardar eficazmente a sus subordinados de los abusos encomenderos.

Viaje de Felipe Guacrapaucar a Madrid

[editar]

Entre 1562 y 1564, Felipe Guacrapaucar viaj� a Madrid con la Informaci�n elaborada en 1560. Tuvo la intenci�n de presentarse como curaca principal de Luringuanca a�n cuando en ese momento su hermano, Carlos Limaylla, ocupaba el cargo. Limaylla era impopular entre los dem�s nobles de la parcialidad, por lo que favorecieron a Guacrapaucar financiando sus viajes. Al arribar a Europa, solicit� personalmente al rey Felipe V de Espa�a la adquisici�n de preeminencias y beneficios para su parcialidad, adem�s de su reconocimiento como curaca de Luringuanca. Esta pretensi�n fue rechazada. Aun as�, retorn� en 1565 con un escudo personal y una renta. El blas�n de Guacrapaucar se ha convertido actualmente el escudo de armas de Huancayo. Vale la pena mencionar su poca precisi�n, en cuanto representa jaguares, un castillo, un arco y un lucero del alba, elementos que no exist�an en el valle del Mantaro y no representan la cultura local.

Escudo otorgado por el rey Felipe II al curaca huanca don Felipe Guacrapaucar, tras su viaje a Madrid

D�cada de los 70's

[editar]

Como resultado de sus continuos fracasos legales, el 2 de noviembre de 1570, Felipe Guacrapaucar fue exiliado del valle del Mantaro por 10 a�os, sin la posibilidad de ejercer influencia alguna en las pol�ticas de las parcialidades huancas. Se le acus� de despilfarrar el dinero comunal asignado para su parcialidad en continuos juicios. Limaylla, al describir su activismo, refiere que:

"...como el dicho don Felipe fue a Espa�a e trato con letrados yaprendio a escrevir quando volvi� se hizo pleitista y a rebuelto el repartimiento con pleitos."
Don Carlos Limaylla

Tras ser desterrado de su tierra natal por la supuesta malversaci�n de fondos, Felipe Guacrapaucar continu� obseso por garantizar el bien com�n ante los continuos conflictos contra encomenderos, funcionarios virreinales y nobles huancas rivales como Carlos Limaylla, a quien lleg� a considerar como su ac�rrimo rival. A pesar de que estaba mucho mejor capacitado tanto en los m�todos andinos como en los europeos, la estrategia escogida para alzarse como el curaca leg�timo de Luringuanca y su incesante b�squeda por preeminencias lo convirtieron en una figura inc�moda, propiciando su encarcelamiento en 1571. �l y su descendencia jam�s volvieron a participar en las pol�ticas del Mantaro.

Entre 1570 y 1575 se dio inicio a la Visita General, en la que una comitiva en representaci�n del virrey Francisco de Toledo recogi� informaciones sobre los territorios locales. El primer destino fue el valle del Mantaro, espec�ficamente Concepci�n. Los curacas locales usaron quipus como registro de datos ante los espa�oles. Entre las tantas investigaciones efectuadas por el virrey y sus hombres, se indag� sobre los "pleitos de Jauja", poco esclarecidos episodios acontecidos en las d�cadas pasadas de los 50's y 60's que involucraban acaloradas disputas pol�ticas entre los nobles del Mantaro e incluso numerosas muertes de pobladores huancas durante los trayectos hacia Lima.

Desde la desaparici�n del orden centralizado cusque�o, la cuesti�n de la de sucesi�n de los curacazgos hab�a entrado en un tenso y turbio clima de inestabilidad, caracterizado por rivalidades y enfrentamientos legales. El problema pretendi� zanjarse con la imposici�n de la sucesi�n hereditaria, con la Corona espa�ola como �ltima instancia. Tras disponer de medidas provisionales, Toledo prosigui� con su trayecto hacia Huamanga. El visitador Jer�nimo de Silva fue la persona designada por el virrey para culminar con la resoluci�n de los problemas que carcom�an la estabilidad de la �lite huanca, elaborando la llamada "Averiguaci�n sobre cacicazgos". Sin embargo, esto no logr� apaciguar la situaci�n, que continuar�a a lo largo del periodo virreinal.

Despu�s del siglo XVI

[editar]

El Mantaro virreinal persisti� con un activo dinamismo pol�tico interno, aunque mucho menos violento a comparaci�n de las primeras d�cadas de la instalaci�n espa�ola. M�s curacas huancas tambi�n participaron en numerosos juicios y uniones matrimoniales. Se tiene evidencia de que algunos apelaron a ritos religiosos andinos para combatir a sus rivales. Tambi�n acontecieron nuevos pleitos, como los de la sucesi�n de Luringuanca durante la segunda mitad del siglo XVII, protagonizados por Bernandino Mangoguala Limaylla y don Jer�nimo Lorenzo Limaylla; este �ltimo incluso us� como argumento ser descendiente directo del inca Pachac�tec Inca Yupanqui. Un miembro de los Apoalaya, don Blas Astocuri Apoalaya, logr� unificar temporalmente a todas las parcialidades a principios del siglo XVIII. Otros nobles alcanzaron notable fama por cuestiones no pol�ticas; tal fue el caso de Catalina Huanca y su m�tico tesoro oculto. Por lo dem�s, la identidad �tnica huanca finalmente se disolvi� dentro de un margen de homogeneizaci�n y aculturaci�n masivos que se gestaba a lo largo del Virreinato.

�poca peruana

[editar]

Surgimiento de una identidad "neo-huanca"

[editar]
Estatua de Zenobio Dagha Sapaico en el parque de la Identidad Huanca. Los huancaínos actuales están asociados con la etnia quechua gracias al proceso de homogenización virreinal, distando mucho de la etnia huanca descrita en las crónicas.

La historia precolombina del Mantaro quedó sumida en el olvido durante el siglo XIX. Muchos sitios arqueológicos huancas fueron afectados o destruidos por el avance agrícola y urbano. Durante el siglo XX, se emprendieron trabajos etnohistóricos y arqueológicos para estudiar la ocupación humana del valle; ejemplos son la obra precursora de Galvez Durand y particularmente el libro de Waldemar Espinoza Soriano titulado "La destrucción del imperio de los incas" (finales de los años 70's), el cual dio origen al concepto ficticio del "reino huanca", construyendo en torno a ello una narrativa basada en la bravura indómita huanca.

Esta atractiva narrativa se esparció rápidamente en la mentalidad de los actuales habitantes del valle del Mantaro como un estímulo moral que fundamentó la creación de una redefinida identidad "neo-huanca". Originalmente pretendía legitimar el encumbramiento de Huancayo, gracias su explosivo auge comercial y minero, como una urbe protagónica del territorio peruano recurriendo a justificaciones históricas y raigambres ancestrales. La exacerbación emocional que apela a la nostalgia de un presunto pasado glorioso se ha imbuido en las mentes de los huancaínos a tal grado de consumarse la construcción un Parque de la Identidad Huanca. Complementado la explicación del porqué del "reino huanca", Carlos Hurtado señala:

"...se trataba de un argumento que se adaptaba perfectamente a las necesidades explicativas de una colectividad en crecimiento y formación, como lo era Huancayo en la década de los setentas del siglo XX, y por ajustarse además a ciertos intereses políticos de ese lugar, la idea caló hondo. Un ejemplo son las frases de “Nación Huanca” o “Construyendo el futuro de la Nación Huanca”"
Carlos Hurtado Ames

Es decir, se trata de un caso de revisionismo histórico con intencionalidad política empleado como guía identitaria. La narrativa del reino huanca igualmente acarreó otra consecuencia: la invisibilización de la etnia xauxa.

Organización política

[editar]

La organización política de los huancas ha sido un tema de debate entre arqueólogos, historiadores y antropólogos, a pesar de que existe consenso sobre su naturaleza comunitaria y preestatal. Se les ha señalado como cacicatos, jefaturas de mayor o menor complejidad e incluso como un sistema corporativista , dependiendo del autor. Las jefaturas componen la división política más aceptada. Por otro lado, la propuesta de Espinoza acerca de los huancas como un estado monárquico adolece de muchas incongruencias.

Valle del Mantaro. Aunque las crónicas aluden a que las jefaturas huancas comúnmente entablaban guerras por los recursos, la gran fertilidad del valle convierte esta posibilidad en muy improbable.

El planteamiento sobre la existencia del reino huanca es equiparado al existente acerca del reino de Quito defendido por Juan de Velasco o el reino de Tucumán descrito por Garcilaso, siendo realmente mitos politizados en vez de teorías científicamente rigurosas. La denominación de "reino" es fantasiosa pues los curacas huancas, lejos de servir a un señor principal, eran autónomos y equivalentes entre sí. En palabras del investigador Terence D'Altroy, como miembro del proyecto UMARP:

“Contrariamente a los reportes de un reino Wanka unificado, los datos arqueológicos señalan la existencia de un conjunto de numerosas unidades políticas en competencia dentro de la región. Lo que ocurre es que, simplemente, una identidad étnica común no implica necesariamente una unificación política.”
Terence D'Altroy

La configuración política no permaneció uniforme a lo largo del tiempo; en la fase Wanka II se habla indudablemente de una organización mucho menos sencilla (jefatura compleja). Los extensos emplazamientos pertenecientes a esta fase han llevado a elaborar suposiciones apresuradas. Considerando su magnitud, el antropólogo Arturo Mallma fue el primero en asumir que la capital huanca se encontraba en Tunanmarca. Waldemar Espinoza perpetuó esta idea añadiéndole detalles literarios épicos, referenciando a Tunanmarca como el último bastión huanca ante el asedio del ejército inca. No obstante, Hurtado Ames sugirió que Tunanmarca ni siquiera era huanca, sino xauxa.

Sociedad

[editar]
Colcas de Arhuaturo. La enorme cantidad de estos depósitos en el valle indica una intensa actividad agrícola. La proporción de instrumentos agrarios documentada es vastamente superior a la de armas.

Los huancas son frecuentemente retratados como un pueblo bárbaro, aguerrido e incluso que comía perros. Esta imagen fue difundida por cronistas como Garcilaso y Cieza. A propósito de estos autores y parafraseando a Aquilino Castro, Pavel Carlos escribe:

"... eran muy duros y poco objetivos sobre algunas descripciones que hicieron acerca de los huancas, a quienes les imputaron fama de guerreros belicosos, que desollaban a sus prisioneros, de sus pellejos hacían tambores, que buscaban “camorra” o reyerta sin ningún motivo."
Pavel Carlos Leiva García

El carácter militarista huanca fue retomado por Waldemar Espinoza para construir su narrativa épica. En contraste, la evidencia sugiere que, si bien las jefaturas huancas eran independientes y potencialmente rivales, conformaban una sociedad mayoritariamente dedicada a la agropecuaria para sustentar su gran densidad demográfica, disponiendo de redes comerciales y cuyos ayllus cooperaban entre sí.

En relación con la jerarquía social, se encontraban encabezados por los curacas, considerados los hombres más capacitados para el liderazgo. Las crónicas los mencionan como sinchis, jefes y caudillos activos en épocas de guerra. En este sentido, fueron similares a los chachapoyas. Debajo de ellos estaba el grueso de la población, compuesta principalmente por campesinos y artesanos. Aunque evidentemente estratificada, se discute si esta jerarquización generaba auténticas clases sociales. En las épocas incaica y virreinal, aparecieron 3 niveles mejor definidos: curaca principal, curacas secundarios y curacas terciarios.

Aspectos culturales

[editar]

Religión

[editar]
Huarihuilca, de filiación wari. El hecho de que correspondió también con la huaca principal de los huancas lleva a plantear una posible relación de dominio religioso entre la población local del Mantaro y el Imperio wari durante el Horizonte Medio.

Los huancas reconocieron como lugar de origen o pacarina a una fuente ubicada en el sitio arqueológico de Huarihuilca, de las que emergió una pareja que dio origen a su etnia. El mito añade que alrededor de la fuente se construyó un templo para la veneración religiosa. Según Espinoza, la divinidad principal era Apu Con Ticsi Viracocha Pachayachachi, a quien ofrecían sacrificios de ganado, cuyes y presentaban ofrendas de oro y plata. Los huancas creían en la inmortalidad del alma, por cuyo motivo momificaron a los muertos. Los envolvían en pellejos de llama, los cosían y le deban figuras humanas y los enterraban en sus casas.

Después de la llegada de los españoles al valle del Mantaro, y con la disolución de los huancas como etnia, los pobladores de la zona, al igual que en gran parte del Perú, adoptaron el cristianismo católico como su religión.

Arquitectura

[editar]

La arquitectura huanca se caracteriza por la construcción de recintos con mampostería rústica, muro doble, argamasa y planta circular. Por lo general, cuentan solamente con un piso. Los dinteles estaban compuestos por una laja de piedra. Los vanos de acceso eran ligeramente trapezoidales. Los nichos y ventanas fueron escasos. Aunque cilíndricos a simple vista, los recintos podían ostentar una leve inclinación hacia el interior. Exist�an dos tipos de techado: de paja y de piedra falso arco. Se cree que estos recintos correspondieron con viviendas usadas �nicamente como dormitorios en raz�n de su relativamente peque�o tama�o. Las casas se agrupaban e interconectaban con muros para formar un ordenamiento el�ptico conocido como "complejo patio", en los cuales se realizaron actividades comunitarias. Conjuntos de "complejos patio" integraban aldeas de dimensiones variables que se ubicaban al fondo del valle. Salvo contadísimas excepciones, las estructuras estaban desprovistas de tarrajeo y pintado alguno.

Los huancas también construyeron centros mayores en las partes altas de los cerros, señalados como ciudadelas o "aldeas fortificadas" dada su magnitud y complejidad superior, cuya principal característica era su condición amurallada. Es todavía debatida la función de las murallas en la arquitectura huanca; si para la defensa militar, para el resguardo de animales o como marcador de diferenciación social. Indicadores como la falta de medidas protectoras asociadas a los conjuntos de colcas favorecen las últimas opciones. Además de murallas también contaban con canales de agua y plazas. Las ciudadelas manifestaban una rudimentaria pero perceptible sectorización en áreas públicas, religiosas, de almacenaje y residenciales.

Tanto las aldeas como las ciudadelas carecían de una planificación urbana compleja, sino que crecían y se adaptaban conforme las necesidades inmediatas.

Cerámica

[editar]

La cerámica, de rústico acabado, simple y monocroma, tenía un carácter eminentemente utilitario. Es famosa la investigación de Luis Guillermo Lumbreras sobre la cerámica local, empleando el término "estilo Mantaro".

Lengua

[editar]

La lengua fue un dialecto del runashimi, llamado "quechua huanca", que todavía se sigue hablando en algunos poblados.

Véase también

[editar]

Referencias

[editar]
  1. Espinoza Soriano, Waldemar (1971). Los huancas, aliados de la conquista. Tres informaciones inéditas sobre la participación indígena en la conquista del Perú 1558 - 1560 - 1561. Universidad Nacional del Centro del Perú "Anales Científicos de la Universidad Nacional del Centro del Perú. Huancayo. N° 1, Págs. 1-407. 
  2. Según libro Lecturas Huancas.
  3. Mallma Cortez, Arturo (2004). Introducción a la arqueología e historia de los Xauxa Wankas. Biblioteca Nacional del Perú - Fondo Editorial. 
  4. Villanes Esteban, Lucio; Loayza Espejo, Henoch; Cáceres Osorio, Luis (2009). Los Xauxas Territorio e Historia. C.E.H.S. "Julio Espejo Núñez" - Jauja. 
  5. Matos Mendieta, Ramiro (1978). Primeras sociedades sedentarias del Mantaro. III Congreso del Hombre y la Cultura Andina - Lima pp 285-293. 

Bibliografía

[editar]

Enlaces externos

[editar]