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Renacimiento del siglo XII

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Catedral de Canterbury (Reino de Inglaterra, siglos XII-XIII)

El Renacimiento del siglo XII hace referencia a la serie de cambios econ�micos, sociales, pol�ticos, ideol�gicos y culturales que afront� Europa durante el siglo XII. Tales cambios tend�an a cuestionar el viejo orden agrario y rural del feudalismo como consecuencia de la irrupci�n de un nuevo agente econ�mico y social: la burgues�a mercantil y artesanal de las resurgentes ciudades. Inclu�a una revitalizaci�n intelectual de Europa con fuertes ra�ces filos�ficas y cient�ficas, que iniciaron el camino a los posteriores logros literarios y art�sticos de la baja Edad Media y de los inicios de la Edad Moderna: el humanismo y el Renacimiento de los siglos XV y XVI y la revoluci�n cient�fica culminada en el siglo XVII.

Concepto

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Se discute la fecha precisa en que comenzaron los cambios, ya que algunos historiadores los hacen remontar hasta finales del siglo X, pero en general todos est�n de acuerdo en que hicieron masa cr�tica y cambiaron la sociedad europea en el siglo XII. Por motivos pedag�gicos se puede situar dicho per�odo de cambios entre dos hitos hist�ricos determinados, como por ejemplo la Primera Cruzada (1099) y la batalla de Legnano (1176), momento en la que se consolidaron las comunas en el norte Italia, apareciendo un nuevo agente pol�tico que disputaba el espacio pol�tico a tanto los poderes universales (pontificado e Imperio) como a las monarqu�as feudales.

Charles H. Haskins, fue el primer historiador en utilizar extensamente el concepto, el de un renacimiento que surgi� en la Plena Edad Media, comenzando en torno a 1070. En 1927, escrib�a que:

el siglo XII en Europa fue en muchos aspectos una era de vida fresca y vigorosa. La �poca de las Cruzadas, la del alzamiento de las ciudades y de los primeros estados burocr�ticos de Occidente, vio la culminaci�n del Arte Rom�nico y el comienzo del g�tico; la emergencia de la literatura vern�cula; la resurrecci�n de los cl�sicos latinos, la poes�a latina y el Derecho Romano; la recuperaci�n de la ciencia griega, con sus adiciones �rabes, y gran parte de la filosof�a griega; y el origen de las primeras universidades europeas. El siglo doce dej� su firma en una educaci�n superior, en la filosof�a escol�stica, los sistemas jur�dicos europeos, en la arquitectura y la escultura, en el teatro lit�rgico, en la poes�a latina y vern�cula.[1]

Cambios hist�ricos en la Europa del siglo XII

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Cambios pol�ticos

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Dos importantes procesos pol�ticos se desarrollaron en Europa durante este per�odo. Por una parte, el sistema feudal europeo se extendi� considerablemente en tierras emplazadas hasta entonces fuera del mismo, y por la otra, comenz� el proceso de centralizaci�n que fue trasformando lentamente las monarqu�as feudales en monarqu�as autoritarias (a finales de la Edad Media), y que termin� por dar origen a los estados naci�n, ya en la Edad Moderna.

Expansi�n en la pen�nsula ib�rica
Durante este per�odo la crisis y posterior desintegraci�n del Califato de C�rdoba, en el a�o 1031, le dio una gran oportunidad a los reinos cristianos para atacar a los reinos musulmanes (las taifas). Los personajes m�s importantes de este ciclo guerrero fueron el monarca Alfonso VI de Castilla y Rodrigo D�az de Vivar (El Cid Campeador). Esta expansi�n se vio frenada durante un tiempo despu�s de la invasi�n de los almor�vides, pero se lleg� a un nuevo punto de equilibrio, favorable a los reinos cristianos, despu�s de la batalla de Navas de Tolosa, en 1212.
Expansi�n en Italia
Durante la segunda mitad del siglo XI, invasores normandos hab�an arrebatado todo el sur de Italia a los bizantinos. Durante la primera mitad del siglo XII, el rey normando Roger I de Sicilia se transform� en uno de los m�s poderosos monarcas de Europa. El reino de Sicilia fue durante todo ese tiempo, el m�s pr�spero y desarrollado de Europa, gracias a una pol�tica de tolerancia religiosa que permiti� asimilar la cultura superior de �rabes y bizantinos. Todo ello, no obstante que durante la conquista normanda de Sicilia comenz� a introducirse el catolicismo, y por tanto el poder de la Iglesia cat�lica, en dichas tierras fue en aumento.
Expansi�n en las islas brit�nicas
Los normandos tambi�n invadieron Inglaterra en 1066. Guillermo el Conquistador sent� las bases del poder�o ingl�s, que sus sucesores aprovecharon para realizar nuevas incursiones contra Irlanda y Escocia.
Expansi�n en Escandinavia
El producto del pillaje y saqueo de los vikingos llev� a la introducci�n de la econom�a occidental en el mar B�ltico. El pr�ncipe alem�n Enrique el Le�n, vasallo de Federico Barbarroja, conquist� las tierras entre Brandeburgo y el r�o Oder a los vendos, fundando Berl�n entre otras ciudades, y abriendo el camino a nuevos se�ores feudales.
Expansi�n en Europa Oriental
El reino de Polonia fue fundado en el siglo X, y en las centurias siguientes, inici� una dura presi�n militar hacia el este, en tierras de nadie ocupadas por tribus de paganos, como por ejemplo Lituania. La labor combinada de los polacos y de los Caballeros Teut�nicos consigui� ganar todo el trecho entre Occidente y los reinos rusos, en particular N�vgorod y Moscovia.
Expansi�n en el Pr�ximo Oriente
En el a�o 1100, la Primera Cruzada consigui� reconquistar Jerusal�n, fundando una serie de reinos cristianos en Tierra Santa. Estos reinos sobrevivieron con grandes dificultades, divididos por sus propias rencillas dom�sticas, hasta que la irrupci�n de Saladino, a finales del siglo XII, termin� por borrar casi todo rastro de ellos. Aunque quedaron algunas fortalezas cristianas que no caer�an sino hasta finales del siglo XIII, lo cierto es que el dominio cristiano en dichas tierras puede darse por completamente terminado despu�s del pacto entre Ricardo Coraz�n de Le�n y Saladino, despu�s de la fracasada Tercera Cruzada.

Consolidaci�n interna de los reinos

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Espa�a
La Reconquista se encuentra en una fase muy din�mica, de precario equilibrio entre los reinos hispano-cristianos (entre los que se destacan Castilla y Arag�n) y los musulmanes (divididos en taifas o unificados por los almor�vides y almohades), hasta la decisiva victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212).
Inglaterra
La conquista normanda de Inglaterra con Guillermo el Conquistador (1066) hab�a comenzado ya una cierta labor de centralizaci�n administrativa, que se vio superada por la tendencia descentralizadora de la turbulenta nobleza feudal, que protagoniz� guerras civiles en los reinados siguientes. En respuesta, el rey Enrique II de Inglaterra introdujo una serie de innovaciones administrativas que permitieron el desarrollo de la industria y el comercio, creando una clase burguesa mercantil en la ciudad de Londres. El proceso de consolidaci�n de la monarqu�a sobre los nobles se vio frenado con la Carta Magna (1214) que Juan Sin Tierra (hijo de Enrique II y Leonor de Aquitania y hermano de Ricardo Coraz�n de Le�n) se vio obligado a firmar. El r�gimen pactado en dicho documento establec�a un delicado sistema de equilibrios entre la monarqu�a y los barones feudales.
Francia
Los reyes franceses de la �poca ejerc�an su poder poco m�s que el territorio cercano a Par�s (Ile de France). De hecho, para la Primera Cruzada el rey franc�s ni siquiera fue considerado, llev�ndose el protagonismo por dicha regi�n el conde Raimundo I de Tolosa. Los franceses pasaron varias d�cadas muy apurados, debido a que el matrimonio entre Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania puso en las manos del monarca ingl�s un enorme territorio, el Imperio angevino, que amenazaba con ahogar la propia independencia del rey franc�s. Sin embargo, con el reinado de Felipe Augusto (1180-1223) la monarqu�a francesa inici� un proceso de consolidaci�n interna, especialmente a partir de su victoria frente a Ot�n de Brunswick, aliado de Inglaterra en la batalla de Bouvines (1214).
Italia y Alemania
En dichos territorios no hubo una consolidaci�n del poder central. Por el contrario, las destructoras guerras entre el Papado y el Imperio, en particular las emprendidas por Federico I Barbarroja, y despu�s por Federico II de Alemania, llevaron al crecimiento en sus intersticios de diversas autonom�as, en Italia de las comunas, y en Alemania de los principados. Al morir Federico II, en 1250, el Imperio era apenas una sombra de lo que anta�o. Y las ciudades y burgos independientes hab�an formado toda una constelaci�n de estados aut�nomos que abarcaban todo el norte de Italia, Alemania, Flandes y las costas del mar B�ltico.
Polonia
El reino polaco tambi�n hab�a experimentado un cierto proceso de consolidaci�n interna, aunque visiblemente retrasado del resto de Europa, subsistiendo con gran fuerza el poder�o de la nobleza feudal por encima del rey, quien segu�a siendo un primus inter pares, m�s que un verdadero monarca en el sentido que estaba adquiriendo tal figura en otros lugares de Europa.

Todos estos cambios pol�ticos (centralizaci�n del poder mon�rquico, y expansi�n geogr�fica feudal) estaban relacionados con la inesperada alianza que los reyes tejieron con la burgues�a urbana, en la que encontraron un gran aliado que usar en contra de la nobleza feudal terrateniente, alianza que les permiti� allegar los recursos necesarios para crear un sistema fiscal moderno, base de la consolidaci�n de su poder por sobre los se�ores feudales, visiblemente m�s d�biles.

Cambios econ�micos y sociales

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Los cambios pol�ticos precedentemente se�alados, fueron a la vez causa y consecuencia, por obra de un proceso de retroalimentaci�n, de una serie de cambios econ�micos y sociales. Por una parte, el feudalismo le hab�a proporcionado estabilidad social a Europa, libr�ndola de las destructoras invasiones de vikingos, magiares y sarracenos de siglos precedentes. Por otra, desde la �poca carolingia los m�todos agr�colas hab�an experimentado una revoluci�n, con nuevas t�cnicas de ganader�a y cultivo. Por otra parte, el Feudalismo generaba un goteo de personas que sobraban dentro del sistema, tanto segundones de los se�ores feudales, como siervos que deseaban escapar de la tiran�a de su se�or, algunos de los cuales emprendieron carrera como soldados de fortuna en las fronteras de la cristiandad, o bien encontraron refugio en los nacientes burgos, dedic�ndose al intercambio de excedentes productivos derivados de la agricultura, e inaugurando as� las ferias y mercados medievales. Estos nuevos comerciantes, los burgueses, conformaron una nueva clase social, activa y emprendedora, y en constante conflicto con el mundo feudal, basado en la tradici�n y la pasividad social. Las ciudades y la burgues�a fueron as� el motor en el cual se apoyaron los reyes para imponerse progresivamente a sus turbulentos se�ores feudales.

La Primera Cruzada, por su parte, cre� un activo intercambio comercial entre Oriente y Occidente, que fue aprovechado por las ciudades italianas para crear riqueza, aprovechando su posici�n de intermediarias, financiando de este modo el movimiento comunal italiano. Aunque las Cruzadas resultar�an finalmente fracasadas, ciudades como G�nova, Venecia y Pisa se hab�an transformado hac�a tiempo en importantes actores pol�ticos, d�ndole nuevo poder a la burgues�a.

La presencia del dinero trastorn� por entero el sistema feudal, en muchas de cuyas regiones se hab�a retrocedido incluso al viejo sistema de trueque. Los se�ores feudales ve�an con desconfianza el riesgo inherente a la actividad comercial, y no eran partidarios de invertir en empresas ultramarinas que pod�an arrojar ping�es ganancias, pero tambi�n ingentes p�rdidas. De esta manera, algunos comerciantes descubrieron que pod�an tentar a los se�ores feudales a prestarles dinero a cambio de pagar con posterioridad una tasa de inter�s, para as� amasar una fortuna que invertir en otros negocios. Naci� de esta manera la actividad bancaria. Hubo incluso se�ores feudales que apostaron en actividades mercantiles de manera solapada, a trav�s de una nueva figura jur�dica, la sociedad en comandita, que divide a los socios capitalistas y a los socios administradores de la misma, recayendo el primer rol en el se�or feudal, y el segundo en los burgueses. De este modo, el comercio empez� a corroer las bases econ�micas del orden feudal.

En cuanto a los burgueses, tendieron a agruparse en organizaciones llamadas guildas, gremios, cofrad�as o artes, dependiendo de la regi�n europea en cuesti�n. Dichas asociaciones gremiales proteg�an sus intereses corporativos dentro del burgo, y tambi�n influ�an en la pol�tica del mismo en asuntos externos. Naci� as� la diplomacia y la guerra por intereses econ�micos (en tiempos feudales, la guerra se libraba por pillaje, por expansi�n territorial, e incluso por razones tales como deporte o mero idealismo). Andando el tiempo, bajo estas asociaciones que proteg�an a sus miembros fue surgiendo un nuevo estamento social, el de los trabajadores asalariados, fuente de tensiones sociales posteriores.

Los burgueses trajeron consigo una nueva �tica y una nueva manera de entender la vida y el mundo. Para los burgueses, vinculados psicol�gicamente a su dinero, lo principal era la vida mundana y los placeres terrenales. En esto se distanciaban decisivamente del mundo feudal, que en lo val�rico privilegiaba la vida espiritual y la visi�n del cuerpo como una "c�rcel del alma". Impusieron tambi�n una nueva �tica del trabajo, de la legitimidad del lucro y la ganancia (incluso de la usura), y del esfuerzo e iniciativa individual por encima de la obediencia y la adscripci�n a entes colectivos.

Ciencia

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Mapa de las universidades medievales.

La ense�anza filos�fica y cient�fica en la Alta Edad Media se basaba en las pocas copias y comentarios de textos griegos antiguos que se hab�an conservado en Europa Occidental tras el colapso del Imperio romano de Occidente. La mayor parte de Europa hab�a perdido contacto con el conocimiento del pasado. Este escenario cambi� con el Renacimiento del siglo XII. El creciente contacto con el mundo isl�mico, que atravesaba la Edad de Oro del Islam, en Al-�ndalus y Sicilia (Emirato de Sicilia), las Cruzadas, la Reconquista, as� como el incremento de los contactos con el Imperio bizantino, permiti� a la cristiandad latina buscar y traducir las obras de los fil�sofos y cient�ficos griegos e isl�micos, especialmente las obras de Arist�teles, Euclides, Ptolomeo, Plotino, Geber, Al-Khwarizmi, Al-Razi, Abulcasis, Alhac�n, Avicena, Avempace, y Averroes, entre otros. El desarrollo de las universidades medievales las permiti� ayudar materialmente en la traducci�n y propagaci�n de esos textos y comenz� una nueva infraestructura necesaria para las comunidades cient�ficas.

Ante las dificultades para comprender las Escrituras y acercarse a las nuevas realidades sociales, la b�squeda intelectual en territorio musulm�n crecer�a en los siglos XI y XII, promoviendo un nuevo conocimiento de las obras cl�sicas.[2]​ Exist�an centros de estudio en Espa�a (Toledo) y Sicilia donde se trabajaban las obras griegas, aunque estos trabajos no pose�an un buen est�ndar de traducci�n, ya que hab�an sido traducidos primero al �rabe, y de este al lat�n.[2]​ Estas traducciones no tendr�an una gran repercusi�n hasta el siglo XIII y ser�an un primer paso para la comprensi�n posterior. El conocimiento previo de Arist�teles en la Cristiandad latina del siglo X se reduc�a a res�menes de su doctrina, pero sus trabajos sobre ciencia natural no se traducir�an hasta el siglo siguiente. Averroes es uno de los eruditos musulmanes cuyos trabajos se dieron a conocer en esta �poca. Gracias a las Cruzadas, este intercambio de conocimientos entre latinos y musulmanes se habr�a visto impulsado desde otro foco.[2]​ De este modo, el Islam parece ser en este per�odo un difusor m�s importante de literatura cl�sica griega que el propio Bizancio, dado que los centros de estudio y traducci�n quedaban m�s pr�ximos y por ello habr�an acaparado mayor atenci�n intelectual. El contacto con los mahometanos tambi�n ayud� a mejorar el estudio astron�mico a trav�s del astrolabio y a enriquecer los conocimientos en medicina desde la escuela de Salerno (mediante la traducci�n de Galeno e Hip�crates).

La propia maduraci�n y consolidaci�n del Occidente medieval trajo consigo la expansi�n tanto de sus fronteras como de su pensamiento, que buscar�a nuevos horizontes.[2]​ Tanto Bizancio como el mundo musulm�n ocuparon territorios donde descansaban copias de libros del saber antiguo cl�sico, que ayudaron a preservar y transmitir a la Cristiandad latina. El estudiante del siglo XI no podr�a experimentar una renovaci�n intelectual por encima de los trabajos �nativos� europeos, pero en el siglo XII se ir�an difundiendo m�s extensamente las obras traducidas del griego y del �rabe, y ya en el siglo XIII la renovaci�n intelectual tendr�a un car�cter m�s importante. Se iniciar�an entonces los debates escol�sticos en las universidades europeas. Seg�n Southern, �la digesti�n de la l�gica de Arist�teles fue la tarea intelectual m�s grandiosa del per�odo desde el final del siglo X al final del siglo XII.�[2]

Los intelectuales medievales buscaban entender los principios geom�tricos y arm�nicos con los que Dios habr�a creado el Universo. El comp�s en esta ilustraci�n de un manuscrito del siglo XIII es un s�mbolo del acto de creaci�n de Dios.[3]

A comienzos del siglo XIII hab�a bastante buenas traducciones latinas de las principales obras de casi todos los autores antiguos cruciales, permitiendo la transferencia de ideas cient�ficas, tanto a trav�s de las universidades como de los monasterios. Para entonces, las ciencias naturales contenidas en esos textos comenzaban a ser divulgadas por los m�s notables escol�sticos como Robert Grosseteste, Roger Bacon, Alberto Magno y Duns Scoto. Un precursor del moderno m�todo cient�fico puede verse ya en el �nfasis de Grosseteste sobre las matem�ticas como v�a para entender la naturaleza, y en la aproximaci�n emp�rica admirada por Bacon, particularmente en su Opus Majus.

La primera mitad del siglo XIV vio alumbrar muchas obras cient�ficas de importancia, en su mayor parte en el marco de los comentarios escol�sticos a las obras de Arist�teles.[4]Guillermo de Occam introdujo el principio de parsimonia o navaja de Occam: el cient�fico (fil�sofo natural) no debe postular entes innecesarios, por tanto el movimiento no es cosa distinta sino el mismo objeto que se mueve;[5]​ y no se recurr�a a hip�tesis tales como la antes necesaria "especie sensible" intermedia para transitir la imagen de un objeto al ojo.[6]​ Intelectuales como Jean Buridan y Nicol�s Oresme comenzaron a reinterpretar los elementos de la mec�nica de Arist�teles. En particular, Buridan desarroll� la teor�a de que el impetus era la causa del movimiento de los proyectiles, lo que era un precedente del moderno concepto de la inercia.[7]​ Mientras tanto, los Calculadores de Oxford comenzaron a analizar matem�ticamente la cinem�tica del movimiento, conduciendo su an�lisis sin considerar las causas del mismo.[8]

Incluso aunque la devastaci�n de la peste negra (1348) y otros desastres trajeron un repentino final al periodo anterior de masivo desarrollo filos�fico y cient�fico, dos siglos m�s tarde comenz� la revoluci�n cient�fica europea, que puede tambi�n entenderse como una recuperaci�n el proceso de cambio cient�fico detenido durante la crisis final de la Edad Media.

Tecnolog�a

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Detalle de un retrato de Hugo de Provenza, por Tomasso da Modena (1352).
Detalle de un retrato de Hugo de Provenza, por Tomasso da Modena (1352).

Durante el siglo XII en Europa hubo un cambio radical en la tasa de innovaciones y nuevos inventos, lo que, aunque part�a de niveles pr�cticamente planos, tuvo influencia en la transformaci�n de los medios de producci�n tradicionales y el crecimiento econ�mico. En menos de un siglo hubo m�s inventos desarrollados y aplicados con utilidad que en los mil a�os anteriores de la historia humana en todo el mundo. El periodo vio avances tecnol�gicos importantes, como la invenci�n del grabado, la p�lvora, la lente, la mejora de los relojes, el astrolabio, y una gran mejora de los barcos. Esos dos �ltimos hechos hicieron posible la futura Era de los Descubrimientos. Los historiadores de la tecnolog�a han enumerado algunos hechos de esta cuasi-revoluci�n tecnol�gica:[9]

  • Primer documento escrito sobre un molino de viento (Yorkshire, Inglaterra, 1185).
  • Fabricaci�n de papel (Italia, hacia 1270).
  • La rueca de hilar llega a Europa (probablemente desde la India) en el siglo XIII.
  • La br�jula como ayuda a la navegaci�n empieza a usarse en Europa a finales del siglo XII.
  • Lente para la correcci�n de la visi�n se inventan en Italia (final de la d�cada de 1280).
  • El astrolabio llega a Europa a trav�s de la Espa�a musulmana.
  • Leonardo de Pisa introduce la numeraci�n ar�biga o hind�-�rabe en su Liber Abaci (1202).
  • La m�s antigua descripci�n conocida de un stern-mounted tim�n se encuentra en un relieve de una iglesia datado hacia 1180.

Escol�stica

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Un nuevo m�todo de ense�anza, denominado escol�stica se desarroll� desde finales del siglo XII a partir del redescubrimiento de las obras de Arist�teles; las obras de los fil�sofos medievales jud�os e isl�micos influidos por �l, sobre todo Maimonides, Avicena (Avicenismo) y Averroes (Averro�smo); y los fil�sofos cristianos influidos por ellos, sobre todo Alberto Magno, Buenaventura y Pedro Abelardo. Los que practicaban el m�todo escol�stico cre�an en el empirismo y apoyaban las doctrinas cat�licas sobre el estudio secular, la raz�n y la l�gica. Se opon�an al misticismo cristiano y a las creencias plat�nico-agustinianas en la mente dualista (dualismo, filosof�a de la mente) y a la consideraci�n del mundo como intr�nsecamente malo. El m�s famoso de los practicantes de la escol�stica fue Tom�s de Aquino (posteriormente canonizado y declarado doctor de la Iglesia), quien lider� el tr�nsito del platonismo y el agustinismo antes imperantes hacia el aristotelismo. Usando el m�todo escol�stico, Tom�s de Aquino desarroll� una filosof�a de la mente al escribir que la mente era al nacer un simple papel en blanco tabula rasa a la que se daba (por un soplo divino) la capacidad de pensar y reconocer formas o ideas. Otros escol�sticos notables fueron Roscelino de Compi�gne, Pedro Abelardo, y Pedro Lombardo. Una de las principales cuestiones de esta �poca fue el problema de los universales. Los autores no-escol�sticos m�s prominentes de la �poca fueron Anselmo de Canterbury, Pedro Dami�n, Bernardo de Claraval, y los miembros de la escuela de San V�ctor o victorinos (grupo de fil�sofos y m�sticos de la agustina Abad�a de San V�ctor de Par�s: Hugo de San V�ctor, Ricardo de San V�ctor y Walter de San V�ctor).

Cambios art�sticos

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Los cambios en las tendencias pol�ticas y sociales se manifestaron en una serie de transformaciones art�sticas. El siglo XII es la �poca en que el arte rom�nico hace su transici�n al arte g�tico.

En l�neas generales, la arquitectura rom�nica se caracteriza por sus edificios con gruesas murallas, y m�s o menos rechonchos, debido a que sus conocimientos de ingenier�a les imped�an construir edificaciones de mayor altura. Pero a comienzos del siglo XII dos poderosas innovaciones arquitect�nicas, los contrafuerte y el arco en ojiva, permitieron apuntalar las paredes y adelgazarlas permiti�ndoles sostener un peso mayor. Dicha transformaci�n es bien visible en la arquitectura de los monasterios cistercienses, que son considerados con raz�n como la transici�n entre ambos estilos, en particular por la explosiva cantidad de ellos que se construyeron en toda Europa, en un muy reducido lapso de tiempo. A finales del siglo XII comienza la edificaci�n de las primeras catedrales g�ticas propiamente tales, como por ejemplo la catedral de Chartres.

Estos cambios en la ingenier�a y la arquitectura, iban de la mano con los cambios econ�micos y sociales. El arte rom�nico hab�a sido desarrollado fundamentalmente al servicio de los reyes y de la Iglesia cat�lica, mientras que el arte g�tico se desarroll� en buena medida al servicio de los burgos. La carrera por adornar a los burgos con los m�s bellos edificios hab�a empezado a finales del Rom�nico, y uno de los mayores exponentes de esta tendencia es el llamado Campo dei Miracoli, en Pisa, cuyos componentes m�s relevantes son las famosas catedral de Pisa y Torre de Pisa. Pero la explosi�n de esta tendencia coincidi� con el despuntar del g�tico. Iniciada la moda de las catedrales g�ticas, cada burgo pretendi� tener una m�s grande que las dem�s, y de ah� que, andando el tiempo, se ir�an construyendo cada vez mayores. Tener una gran catedral no s�lo implicaba hacer votos de religiosidad, sino tambi�n dar a los burgos vecinos una muestra de su propio poder�o econ�mico, invirtiendo en un edificio grande y solemne que les diera prestigio.

Cambios religiosos

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Todos estos procesos (concentraci�n del poder pol�tico, guerras "el infiel", crecimiento de los burgos, ataque al sistema feudal, auge del comercio y la industria, cambios art�sticos, etc�tera) se vieron marcados tambi�n por profundos cambios en la espiritualidad medieval. La Iglesia Cat�lica, el organismo religioso predominante en la �poca, estuvo abocado a profundos cambios intelectuales.

En materias teol�gicas, la principal innovaci�n fue la recepci�n de numerosas ideas for�neas. Entre ellas, Occidente empez� a prestar atenci�n a Arist�teles, fil�sofo, bien sea leyendo directamente al griego, o bien a trav�s de los comentarios de los musulmanes Avicena y Averroes. Hasta el momento, la teolog�a cristiana estaba basada en las ideas plat�nicas que hab�a adaptado San Agust�n, en el siglo V. Arist�teles era inc�modo porque planteaba cuestiones radicalmente opuestas a la Iglesia Cat�lica (por ejemplo, que el mundo es eterno e increado, lo que choca con el dogma de la creaci�n "ex nihilo" ("de la nada") expresado en el G�nesis). La simbiosis entre Teolog�a cristiana y el aristotelismo no llegar�a sino hasta el siglo XIII, de la mano de Santo Tom�s de Aquino.

Aun as�, el Platonismo inherente a las doctrinas agustinianas fue puesto en duda, en beneficio de posturas que podr�an calificarse de realismo moderado. El principal defensor de ellas fue Pedro Abelardo, te�logo que ense�� en la Universidad de Par�s, y que se vio envuelto en una dura trifulca (llamada la querella de los universales) con Bernardo de Claraval, sostenedor del realismo extremo, quien le hizo condenar como hereje y le oblig� a la retractaci�n. Pedro Abelardo es un representante de los nuevos tiempos, al atreverse a cuestionar, aunque t�midamente, algunas verdades esenciales de la Teolog�a cristiana[cita requerida].

El mencionado Bernardo de Claraval es el m�s destacado defensor del statu quo medieval frente a los cambios sociales de su tiempo. Fundador de un gran n�mero de monasterios a lo largo de la primera mitad del siglo XII, adem�s de participar activamente en pol�tica (incluyendo la pr�dica de la Segunda Cruzada). De linaje aristocr�tico, ve�a con reticencia toda innovaci�n, incluyendo a la vida urbana y ciudadana. Sus monasterios, la Orden del C�ster, se transformaron en un referente ineludible para afianzar la unidad cristiana, en una �poca en que los propios cristianos de los burgos empezaban a cuestionar vivamente a la Iglesia[cita requerida].

El C�ster no logr�, de todas maneras, contener estos cuestionamientos, los que cristalizaron en una serie de herej�as[cita requerida], las primeras desde la �poca de San Agust�n en Occidente. Las m�s peligrosas para la Iglesia Cat�lica fueron las de los valdenses y los c�taros, que crecieron especialmente en el sur de Francia, y que fueron reprimidas con la llamada Cruzada Albigense (1209-1244). Sin embargo, esta labor represora (que llev� a la fundaci�n de la Inquisici�n) se vio complementada por la apertura de la Iglesia hacia las nuevas corrientes espirituales para las gentes de los burgos, especialmente por obra de San Francisco de As�s. Algunos de los sucesos m�s importantes de la �poca son que Pedro Valdo tradujo los evangelios a la lengua vulgar y en el movimiento valdense la mujer y los laicos ten�an derecho a predicar.

Consecuencias

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Como puede observarse, la revolución del siglo XII estuvo estructurada por una enredada maraña de cambios, que sucedían al mismo tiempo y que se retroalimentaban unos con otros, arrojando a Occidente en una pendiente imparable de cambios sociales. Al iniciarse éstos, Occidente era una sociedad agraria y feudal. En el paso del siglo XII al XIII, se había consolidado todo un nuevo sistema social, basado en los burgos, sobre una nueva ética, y al mismo redefiniendo el mapa político de Europa, en donde los reyes pesarían cada vez más, en desmedro de los señores feudales. En cierto sentido, puede decirse que la consecuencia más importante de la revolución del siglo XII fue haber cambiado un sistema estático y de inmovilismo social.

Véase también

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Referencias

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  1. Charles Homer Haskins. The Renaissance of the Twelfth Century. Cambridge: Harvard University Press, 1927. (p. viii - introduction).
  2. a b c d e Southern, W. R. (1953). The making of the Middle Ages (1992 edición). New Haven: Yale University Press. 
  3. Thomas Woods, How the Catholic Church Built Western Civilization, (Washington, DC: Regenery, 2005), ISBN 0-89526-038-7
  4. Edward Grant, The Foundations of Modern Science in the Middle Ages: Their Religious, Institutional, and Intellectual Contexts, (Cambridge: Cambridge Univ. Pr., 1996), pp. 127-31.
  5. Edward Grant, A Source Book in Medieval Science, (Cambridge: Harvard Univ. Pr., 1974), p. 232
  6. David C. Lindberg, Theories of Vision from al-Kindi to Kepler, (Chicago: Univ. of Chicago Pr., 1976), pp. 140-2.
  7. Edward Grant, The Foundations of Modern Science in the Middle Ages: Their Religious, Institutional, and Intellectual Contexts, (Cambridge: Cambridge Univ. Pr., 1996), pp. 95-7.
  8. Edward Grant, The Foundations of Modern Science in the Middle Ages: Their Religious, Institutional, and Intellectual Contexts, (Cambridge: Cambridge Univ. Pr., 1996), pp. 100-3.
  9. Alfred Crosby, The Measure of Reality : Quantification in Western Europe, 1250-1600 (La medida de la realidad: Cuantificación en Europa Occidental, 1250-1600).

Bibliografía

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