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Siglo de Oro

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Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, construida en el contexto del humanismo cultural del Renacimiento.
Ni�os comiendo uvas y mel�n, �leo de Bartolom� Esteban Murillo (c. 1650). Se encuadra en la pintura de g�nero, tipolog�a que destaca por la representaci�n de temas cotidianos de forma realista y naturalista.
La batalla de Lepanto (1571), en la que cupo a Espa�a organizar la defensa de Europa contra el Imperio otomano.
Las Columnas de H�rcules con el lema Plus Ultra, s�mbolo del emperador Carlos V en el Ayuntamiento de Sevilla (siglo XVII) y origen del s�mbolo del actual peso.

El Siglo de Oro espa�ol es un periodo hist�rico en que florecieron el pensamiento, el arte y las letras espa�olas, y que coincidi� con el auge pol�tico y militar del Imperio espa�ol de la Casa de Trast�mara y de la Casa de Austria. El Siglo de Oro no se enmarca en fechas concretas, aunque generalmente se considera que dur� m�s de un siglo, entre 1492, a�o del fin de la Reconquista, el Descubrimiento de Am�rica, y la publicaci�n de la Gram�tica castellana de Antonio de Nebrija, y el a�o 1659,[1]​ en que Espa�a y Francia firmaron el Tratado de los Pirineos. El �ltimo gran escritor del Siglo de Oro, Pedro Calder�n de la Barca, muri� en 1681, a�o tambi�n considerado como fin del Siglo de Oro espa�ol.

Denominaci�n

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Es Hes�odo el que habla por primera vez de las cinco �pocas o Edades del hombre en Los trabajos y los d�as: de oro, de plata, de bronce, heroica y la de hierro actual, cada vez m�s degradadas.[2]​ El t�rmino, pues, Siglo de Oro, se concibi� a semejanza de este mito para celebrar una �poca de excelencia en todos los �rdenes. Seg�n Juan Manuel Rozas, la denominaci�n surgi� en el discurso de ingreso en la RAE de Alonso Verdugo (1736), e Ignacio de Luz�n la tom� para el tercer cap�tulo de su muy difundida Po�tica (1737); es m�s, la us� al a�o siguiente el erudito Gregorio May�ns y Siscar en la dedicatoria de su Vida de Miguel de Cervantes Saavedra (1738),[3]​ con lo que ya qued� autorizada para que la utilizase el cr�tico literario dieciochesco Luis Jos� Vel�zquez, marqu�s de Valdeflores (1722-1772) en 1754 en su obra Or�genes de la poes�a castellana,[4][5]​ aunque para referirse exclusivamente al periodo comprendido entre los Reyes Cat�licos y la muerte de Felipe III, esto es, fines del XV, el siglo XVI entero y el XVII no m�s all� de 1621.[6][7]​ Quedaban as� excluidos Pedro Calder�n de la Barca y otros importantes autores. Posteriormente la definici�n se ampli�, abarcando toda la �poca cl�sica o de apogeo de la cultura espa�ola, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII.[8]​ Para la historiograf�a y los te�ricos modernos, pues, y ci��ndose a fechas concretas de acontecimientos clave, el Siglo de Oro abarca desde la publicaci�n de la Gram�tica castellana de Nebrija en 1492 hasta la muerte de Calder�n en 1681.[9][10][11]

Actualmente se tiende a definir de manera comprehensiva el concepto de Siglo de Oro sencillamente como relativo al proceso cultural de arte, literatura y pensamiento que l�gicamente no cabe ser desmembrado o explicado de forma parcializada, como demasiadas veces se ha pretendido. Como postulado b�sico, no es concebible un estatuto para Siglo de Oro sin Escuela de Salamanca.[12]

Introducci�n

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A finales del siglo XVIII ya se hab�a popularizado la expresi�n �Siglo de Oro� (creada en 1736, y que pronto prendi�) que suscitaba la admiraci�n de don Quijote en su famoso discurso sobre la Edad de Oro. Pero la ampliaci�n de sus l�mites cupo a Casiano Pellicer, quien en 1804 lo extendi� a Calder�n y su escuela en su Tratado hist�rico sobre el origen y progreso de la comedia.... En el siglo XIX la termin� de consagrar el hispanista estadounidense George Ticknor en su Historia de la literatura espa�ola; faltaba sin embargo incluir a Luis de G�ngora y sus seguidores, de lo cual se encargaron a principios del siglo XX Alfonso Reyes y la Generaci�n del 27.[13]Helmut Hatzfeld dividi�, por otra parte, el Siglo de Oro literario en cuatro �pocas est�ticas: renacimiento (1530-1580), manierismo (1570-1600), barroco (1600-1630) y barroquismo (1630-1670). Jos� Antonio Maravall interpreta el barroco como "un concepto hist�rico" y lo delimita entre 1600 y 1670-80. �ngel del R�o y Fernando Rodr�guez de la Flor, por su parte, estiman que el barroco abarcar�a los cien a�os entre 1580 y 1680.[14]

Con su uni�n din�stica, los Reyes Cat�licos hab�an esbozado un Estado pol�ticamente fuerte, consolidado m�s adelante, cuyos �xitos envidiaron algunos intelectuales contempor�neos, como Nicol�s Maquiavelo. Los jud�os que no se cristianizaron fueron expulsados en 1492 y se dispersaron fundando colonias hispanas por toda Europa, Asia y Norte de �frica, donde siguieron cultivando su lengua y escribiendo literatura en castellano, de forma que produjeron tambi�n figuras notables como Jos� Penso de la Vega, Miguel de Silveira, Jacob Uziel, Miguel de Barrios, Antonio Enr�quez G�mez, Juan de Prado, Isaac Cardoso, Abraham Zacuto, Isaac Orobio de Castro, Juan Pinto Delgado, Rodrigo M�ndez Silva o Manuel de Pina, entre otros.

En enero de 1492 Castilla conquista Granada, con lo que finaliza la etapa pol�tica musulmana peninsular, aunque una minor�a morisca habite m�s o menos tolerada hasta tiempos de Felipe III. Adem�s, en octubre Col�n llega a Am�rica y el af�n guerrero cultivado durante las guerras medievales de la Reconquista se proyectar� sobre las nuevas tierras. Conquistadores, misioneros y aventureros protagonizan, con sus arriesgadas expediciones y su sed de oro y de evangelizaci�n, �la m�s extraordinaria epopeya de la historia humana� seg�n escribe el historiador Pierre Vilar.[15]​ Sin embargo, y sobre todo a mediados del siglo XVI, son perseguidos o tienen que emigrar los erasmistas y los protestantes espa�oles, entre ellos los traductores de la Biblia al castellano, como Francisco de Enzinas, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, adem�s de los humanistas protestantes Juan P�rez de Pineda, Antonio del Corro o Juan de Luna, entre otros.

Durante el apogeo cultural y econ�mico de esta �poca, Espa�a alcanz� prestigio internacional en toda Europa. Cuanto proven�a de Espa�a era a menudo imitado; y se extiende el aprendizaje y estudio del idioma (v�ase Hispanismo).

Retrato de un caballero del siglo XVII (1618-1623) obra de Juan Bautista Ma�no, conservada en el Museo del Prado de Madrid.

Las �reas culturales m�s cultivadas fueron literatura, las artes pl�sticas, la m�sica y la arquitectura. El saber se acumula en las prestigiadas universidades de Salamanca y Alcal� de Henares.

Las ciudades m�s importantes de este periodo son: Sevilla, por recibir las riquezas coloniales y a los comerciantes y banqueros europeos m�s importantes, Madrid, como sede de la Corte, Toledo, Valencia, Valladolid (que fue capital del Reino a comienzos del siglo XVII) y Zaragoza.

Vista de Toledo bajo una tormenta (1596), de El Greco.
Vista de la ciudad de Sevilla desde Triana en el siglo XVI. A trav�s del r�o Guadalquivir llegaba la Flota de Indias, que conectaba a la ciudad con los virreinatos americanos.

En el terreno de las humanidades su cultivo fue m�s extenso que profundo y de matiz m�s divulgativo que erudito, a pesar de que la filolog�a ofreci� testimonios eminentes como la Biblia pol�glota complutense (1520) o la Pol�glota de Amberes (1572), y las numerosas gram�ticas y vocabularios de las lenguas ind�genas reci�n descubiertas, obra de los numerosos frailes misioneros que evangelizaron el continente reci�n descubierto.

Biblia políglota complutense (1520), iniciada y financiada por el cardenal Cisneros, tratándose de la primera Biblia políglota o plurilingüe, contando con los idiomas hebreo, griego, latín y arameo.

También en el campo científico hubo avances importantes que, por ejemplo, en la agronomía, llegaron a constituir una revolución. Pues si el Viejo Mundo aportó al Nuevo la caña de azúcar, el trigo y la vid, los caballos[16]​; el Nuevo aportó al Viejo la patata, el maíz, el frijol, el cacao, el tomate, el pimiento y el tabaco. La lingüística se desarrolló notablemente con autores Francisco Sánchez de las Brozas (Minerva). Para la geografía y cartografía el cosmógrafo Martín Cortés de Albacar descubrió la declinación magnética de la brújula y el polo norte magnético, que situó entonces —se mueve a lo largo de la historia— en Groenlandia, y desarrolló el nocturlabio; su discípulo Alonso de Santa Cruz inventaría la carta esférica o proyección cilíndrica. En la antropología y las ciencias naturales (botánica, mineralogía, etc.) el descubrimiento de América proporcionó información acerca de nuevos pueblos, especies y fenómenos. Hubo también figuras eminentes en matemáticas, como Sebastián Izquierdo y su cálculo de la combinación y la permutación; Juan Caramuel, responsable del cálculo de probabilidades; Pedro Nunes, descubridor de la loxodrómica e inventor del nonio; Antonio Hugo de Omerique, Pedro Ciruelo, Juan de Rojas y Sarmiento, Rodrigo Zamorano y otros.

Representación de una hacienda de beneficio de la mina de Proaño en Zacatecas, utilizando el método de patios inventado por Bartolomé de Medina en el siglo XVI. Este método permitía separar la plata de otros metales utilizando mercurio y sales diversas y es un ejemplo de la aplicación práctica de los descubrimientos científicos del Siglo de Oro.

En el campo de la medicina y la farmacología cabe destacar al botánico Andrés Laguna; así como el descubrimiento por la condesa de Chinchón (1638) de las propiedades contra las fiebres y la malaria de la quina, antecesor de la quinina. En la psicología y la pedagogía cabe destacar a Juan Luis Vives y a Juan Huarte de San Juan (Examen de ingenios para las sciencias, 1575); mientras que la filosofía vio surgir los prolegómenos del Racionalismo con Francisco Sánchez el Escéptico y exponentes de la Escuela de Salamanca como Francisco Suárez. Igualmente se desarrollaron, a causa del gran impacto que tuvieron los descubrimientos de nuevos pueblos, el derecho natural y el derecho de gentes, con figuras como Bartolomé de las Casas, influyente precursor de los derechos humanos y defensor del iusnaturalismo en su De regia potestate; o Francisco de Vitoria.

El Siglo de Oro abarca dos periodos estéticos, que corresponden al Renacimiento del siglo XVI (Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II), y al Barroco del siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). El eje de estas dos épocas o fases puede ponerse en el Concilio de Trento y la Contrarreforma.

Literatura

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Portada de la editio princeps del El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote de la Mancha (1605).
Retrato del religioso y poeta san Juan de la Cruz. Junto con santa Teresa de Jesús está considerado la cumbre de la mística experimental cristiana.

España produjo en su edad clásica algunas estéticas y géneros literarios característicos que fueron muy influyentes en el desarrollo ulterior de la literatura universal. Entre las estéticas, fue fundamental el desarrollo de una realista y popularizante, tal como se había venido fraguando durante toda la Edad Media peninsular como contrapartida crítica al excesivo, caballeresco y nobilizante idealismo del Renacimiento: se crean así géneros tan naturalistas como el celestinesco (Tragicomedia de Calisto y Melibea, Segunda Celestina, etc.), la novela picaresca (La vida de Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache, La vida del Buscón o Estebanillo González), o la proteica novela polifónica moderna (Don Quijote de la Mancha), que Cervantes definió como «escritura desatada».[17]

A esta vulgarización literaria corresponde una subsecuente vulgarización de los saberes humanísticos mediante los populares géneros de las misceláneas o silvas de varia lección, harto leídas y traducidas en toda Europa, y entre cuyos autores más importantes se encontraban Pedro Mejía, Luis Zapata o Antonio de Torquemada.

A esta tendencia anticlásica corresponde también la fórmula de la comedia nueva creada por Lope de Vega y divulgada a través de su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609): una explosión inigualable de creatividad dramática acompañó a Lope de Vega y sus discípulos (Juan Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Guillén de Castro, Antonio Mira de Amescua, Luis Vélez de Guevara, Juan Pérez de Montalbán, entre otros), que quebrantaron como él las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar. Todos los autores dramáticos de Europa acudieron luego al teatro clásico español del Siglo de Oro en busca de argumentos, una rica almoneda y cantera de temas y estructuras modernas cuyo pulimento les ofrecerá obras de carácter clásico.

A fines del siglo XVI se desarrolla notablemente la mística de mano de Juan de la Cruz, Juan Bautista de la Concepción, Juan de Ávila o Teresa de Jesús; y la ascética, con autores como Luis de León y Luis de Granada, para entrar decaer en el siglo XVII tras una última corriente innovadora, el quietismo de Miguel de Molinos.

Muchos de los temas literarios del siglo XVI provenían de la rica y pluricultural tradición medieval, árabe y hebrea, del romancero y de la impronta italianizante de la cultura española —a causa de la presencia política del reino español en la península itálica durante bastante tiempo—. Por otra parte, géneros dramáticos como el entremés y la novela cortesana introdujeron también la estética realista en los corrales de comedias, y aun la comedia de capa y espada tenía su representante popular en la figura del gracioso.

A esta corriente de realismo popularizador sucedió una reacción religiosa, nobiliaria y cortesana de signo Barroco que también hizo notables aportaciones estéticas, pero que ya correspondía a una época de crisis política, económica y social. Al lenguaje claro y popular del siglo XVI, el castellano vivo, creador y en perpetua ebullición de Bernal Díaz del Castillo y Santa Teresa sucederá la lengua más oscura, enigmática y cortesana del Barroco.[18]​ Y así resulta la paradoja de que la literatura española del Renacimiento de hace cinco siglos es más clara, legible y entendible que la literatura del Barroco de hace tan solo cuatro.

En efecto, la lengua literaria del siglo XVII se enrarece con las estéticas del conceptismo y del culteranismo, cuyo fin era elevar lo noble sobre lo vulgar, intelectualizando el arte de la palabra; la literatura se transforma en una especie de escolástica, en un juego o un espectáculo cortesano, aunque las producciones moralizantes y por extremo ingeniosas de un Francisco de Quevedo y un Baltasar Gracián distorsionan la lengua, aportándole más flexibilidad expresiva y una nueva cantera de vocablos (cultismos). El lúcido Pedro Calderón de la Barca crea la fórmula del auto sacramental, que supone la vulgarización antipopular y esplendorosa de la teología, en deliberada antítesis con el entremés, que, sin embargo, todavía sigue teniendo curso; pues estos autores todavía son deudores y admiradores de los autores del siglo XVII, a los que imitan conscientemente, aunque para no repetirse refinan sus fórmulas y estilizan cortesanamente lo que otros ya crearon, de forma que se perfeccionan temas y fórmulas dramáticas ya usadas por otros autores anteriores. La escuela de Calderón[19]​ proseguirá con este modelo, que continuarán y cerrarán definitivamente, a comienzos del siglo XVIII, José de Cañizares y Antonio de Zamora.

Poesía

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Retrato del escritor Luis de Góngora por Diego Velázquez. Su rivalidad con Quevedo ejemplificaría el choque de las dos principales corrientes literarias del momento: el culteranismo y el conceptismo. Museo de Bellas Artes de Boston, 1620.
Retrato de la poetisa novohispana Juana de Asbaje y Ramírez, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera (c. 1750). Museo Nacional de Historia de México.

España experimentó una gran ola de italianismo que invadió la literatura y las artes plásticas durante el siglo XVI, lo que constituye uno de los rasgos de identidad del Renacimiento: Garcilaso de la Vega, Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza introdujeron el verso endecasílabo italiano y el estrofismo y los temas del petrarquismo; Boscán escribió el manifiesto de la nueva escuela en la Epístola a la duquesa de Soma y tradujo El cortesano de Baltasar de Castiglione, ideal del caballero renacentista, en perfecta prosa castellana. Contra estos se levantó una corriente nacionalista encabezada por el nostálgico Cristóbal de Castillejo, residente en Viena, o Ambrosio Montesino, partidarios ambos del octosílabo, de las coplas castellanas y de la inspiración popular; todos eran, sin embargo, renacentistas.

En la segunda mitad del siglo XVI la tendencia italiana y la autóctona castellana coexistieron y se desarrolló la ascética y la mística, alcanzándose cumbres como las que representan san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús y Luis de León, entre muchas otras que merecerían larga reseña; Ignacio de Loyola crea la Compañía de Jesús, que instruirá a grandes eruditos por toda Europa en todos los órdenes del conocimiento y además fomentará el estudio de las lenguas clásicas. El petrarquismo siguió siendo cultivado por autores como Fernando de Herrera, y un grupo de jóvenes nuevos autores comenzó a desarrollar un Romancero nuevo, a veces de tema morisco: Lope de Vega, quien desarrollará además un culto casticismo a través de sus diversos cancioneros (Rimas, Rimas sacras, La Circe, La Filomela, Rimas humanas y divinas...) Luis de Góngora y Miguel de Cervantes, entre otros; el mejor poema de épica culta en español fue compuesto en esta época por Alonso de Ercilla: La Araucana, que narra la conquista de Chile por los españoles. En 1584, año de publicación de La Araucana, Francisco Hernández Blasco dio a luz otro extenso poema épico en estancias de asunto evangélico, la Universal redención, que tendría numerosas ediciones posteriores y notable éxito.[20]​ Entre las figuras excepcionales de la lírica aparecen poetas tan interesantes como Francisco de Aldana, Andrés Fernández de Andrada, autor de la serena y meditativa Epístola moral a Fabio, los hermanos Bartolom� y Lupercio Leonardo de Argensola, Fernando de Herrera, Francisco de Medrano, Francisco de Rioja, Rodrigo Caro, Baltasar del Alc�zar o Bernardo de Balbuena, quien en 1624 dar� al mundo la segunda gran epopeya culta en espa�ol, El Bernardo o Victoria de Roncesvalles.

Retrato del escritor Francisco de Quevedo, m�ximo exponente del conceptismo, vestido como caballero de la Orden de Santiago. Instituto Valencia de Don Juan, mediados del siglo XVII.

Posteriormente, durante el siglo XVII, la expresi�n literaria fue dominada por los movimientos est�ticos del conceptismo y del culteranismo, expresado el primero en la poes�a de Francisco de Quevedo, principalmente sat�rica, moral y filos�fico-existencial, y el segundo en la l�rica de Luis de G�ngora (los Sonetos, la F�bula de Polifemo y Galatea y sobre todo sus Soledades). El conceptismo se distingu�a por la econom�a en la forma, a fin de expresar el m�ximo significado en un m�nimo de palabras; esta complejidad se expresaba sobre todo en paradojas y elipsis. El culteranismo, por el contrario, extend�a la forma de un significado m�nimo y se distingu�a por la complejidad sint�ctica, por el uso constante del hip�rbaton, que hace muy dif�cil la lectura, y por la profusi�n de los elementos ornamentales y culturalistas en el poema, que deb�a descifrarse como un enigma. Ambos parecen sin embargo las caras de una misma moneda que intentaba aquilatar la expresi�n para hacerla m�s dif�cil y cortesana. Luis de G�ngora atrajo a su estilo a poetas importantes de personalidad muy acusada, como el Conde de Villamediana, Gabriel Boc�ngel, sor Juana In�s de la Cruz o Juan de J�uregui, mientras que el conceptismo tuvo a seguidores m�s templados, como el Conde de Salinas o imbuidos de un culto casticismo, como Lope de Vega o Bernardino de Rebolledo.

Teatro

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Retrato del poeta y dramaturgo Lope de Vega y Carpio. Museo L�zaro Galdiano, comienzos del siglo XVII.

En el Siglo de Oro el �monstruo de naturaleza�,[21]​ como lo llam� Cervantes, fue Lope de Vega, tambi�n conocido como �el F�nix de los Ingenios�, autor de m�s de cuatrocientas obras teatrales, as� como de novelas, poemas �picos, narrativos y varias colecciones de poes�a l�rica profana, religiosa y humor�stica. Lope destac� como consumado maestro del soneto. Su aportaci�n al teatro universal fue principalmente una portentosa imaginaci�n, de la que se aprovecharon sus contempor�neos, sucesores espa�oles y europeos extrayendo temas, argumentos, motivos y toda suerte de inspiraci�n. Su teatro, polim�trico, rompe con las unidades de acci�n, lugar, tiempo, y tambi�n con la de estilo, mezclando lo tr�gico con lo c�mico. Expuso su peculiar arte dram�tico en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). Flexibiliz� las normas clasicistas del aristotelismo para adecuarse a su tiempo y abri� con ello las puertas a la renovaci�n del arte dram�tico. Tambi�n cre� el molde de la llamada comedia de capa y espada. En comedia palatina, fue el autor que m�s recurri� a la ambientaci�n en el Reino de Hungr�a, recurso que se convertir�a en frecuente en la literatura de la �poca. El ciclo de comedias h�ngaras de Lope consta de alrededor de veinte obras.

Junto a �l, destacan sus disc�pulos Guill�n de Castro, que prescinde del personaje c�mico del gracioso y elabora grandes dramas caballerescos sobre el honor junto a comedias de infelicidad conyugal o tragedias en las que se trata el tiranicidio; Juan Ruiz de Alarc�n, que aport� su gran sentido �tico de cr�tica de los defectos sociales y una gran maestr�a en la caracterizaci�n de los personajes; Luis V�lez de Guevara, al que se le daban muy bien los grandes dramas hist�ricos y de honor; Antonio Mira de Amescua, muy culto y fecundo en ideas filos�ficas, y Tirso de Molina, maestro en el arte de complicar diab�licamente la trama y crear caracteres como el de Don Juan en El burlador de Sevilla y convidado de piedra.

Pueden citarse como obras maestras representativas del teatro �ureo espa�ol la Numancia de Miguel de Cervantes, un sobrio drama heroico nacional; de Lope, El caballero de Olmedo, drama po�tico al borde mismo de lo fant�stico y lleno de resonancias celestinescas; Perib��ez y el Comendador de Oca�a, antecedente del drama rural espa�ol; El perro del hortelano, deliciosa comedia donde una mujer noble juguetea con las intenciones amorosas de su plebeyo secretario, La dama boba, donde el amor perfecciona a los seres que martiriza, y Fuenteovejuna, drama de honor colectivo, entre otras muchas piezas donde siempre hay alguna escena genial.

Retrato del dramaturgo Juan Ruiz de Alarc�n y Mendoza, prol�fico en el g�nero de la comedia de car�cter. Templo de santa Prisca de Taxco, siglo XVII.

Las mocedades del Cid de Guill�n de Castro, inspiraci�n para el famoso �conflicto cornelliano� de Le Cid de Pierre Corneille; Reinar despu�s de morir de Luis V�lez de Guevara, sobre el tema de In�s de Castro, que pas� con esta obra al drama europeo; La verdad sospechosa y Las paredes oyen, de Juan Ruiz de Alarc�n, que atacan los vicios de la hipocres�a y la maledicencia y sirvieron de inspiraci�n para Moli�re y otros comedi�grafos franceses; El esclavo del demonio de Antonio Mira de Amescua, sobre el tema de Fausto; La prudencia en la mujer, que explora el tema de la traici�n reiterada y donde aparece el recio car�cter de la reina regente Mar�a de Molina, y El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, sobre el tema del donju�n y la leyenda del convidado de piedra.

El otro gran dramaturgo �ureo en crear una escuela propia fue Calder�n de la Barca; sus personajes son fr�os razonadores y con frecuencia obsesivos; su versificaci�n reduce conscientemente el repertorio m�trico de Lope de Vega y tambi�n el n�mero de escenas, porque las estructuras dram�ticas est�n m�s cuidadas y tienden a la s�ntesis; se preocupa tambi�n m�s que Lope por los elementos escenogr�ficos y refunde comedias anteriores, corrigiendo, suprimiendo, a�adiendo y perfeccionando; es un maestro en el arte del razonamiento silog�stico y utiliza un lenguaje abstracto, ret�rico y elaborado que sin embargo supone una vulgarizaci�n comprensible del culteranismo; destaca en especial en el auto sacramental, g�nero aleg�rico que se aven�a con sus cualidades y llev� a su perfecci�n, y tambi�n en la comedia.

Retrato del escritor Pedro Calder�n de la Barca, destacado en el g�nero del teatro. Grabado de Las glorias nacionales (1852), Universidad de Sevilla.

De Calder�n destacan obras maestras como La vida es sue�o, sobre los temas del libre albedr�o y el destino; El pr�ncipe constante, donde aparece una concepci�n existencial de la vida; las dos partes de La hija del aire, la gran tragedia de la ambici�n en la persona de la reina Sem�ramis; los grandes dramas de honor sobre personajes enloquecidos por los celos, como El mayor monstruo del mundo, El m�dico de su honra o El pintor de su deshonra. De entre sus comedias destacan La dama duende, y cultiv� asimismo dramas mitol�gicos como C�falo y Procris, de los que �l mismo sac� la comedia burlesca del mismo t�tulo; tambi�n, autos sacramentales como El gran teatro del mundo o El gran mercado del mundo que sugestionaron la imaginaci�n de los rom�nticos ingleses y alemanes.

Tuvo por disc�pulos e imitadores de estas cualidades a una serie de autores que refundieron obras anteriores de Lope o sus disc�pulos puli�ndolas y perfeccion�ndolas: Agust�n Moreto, maestro del di�logo y la comicidad cortesana; Francisco de Rojas Zorrilla, tan dotado para la tragedia como para la comedia; Antonio de Sol�s, tambi�n historiador y propietario de una prosa que ya es neocl�sica, o Francisco Bances Candamo, teorizador sobre el drama, entre otros no menos importantes.

Entre sus disc�pulos tenemos las comedias cl�sicas de Agust�n Moreto, como la comedia palatina El desd�n, con el desd�n, la de figur�n El lindo don Diego y el drama religioso San Franco de Sena, que remite a El condenado por desconfiado de Tirso de Molina; Francisco de Rojas Zorrilla con la comedia de figur�n Entre bobos anda el juego, el drama de honor Del rey abajo ninguno y la deliciosa y moderna comedia Abre el ojo. De Antonio de Sol�s, El amor al uso y Un bobo hace ciento; de Francisco Bances Candamo, las tragedias pol�ticas El esclavo en grillos de oro y La piedra filosofal.

Otro g�nero teatral importante, y a veces descuidado por la cr�tica, es el entrem�s, donde mejor y con m�s objetividad puede estudiarse la sociedad espa�ola durante el Siglo de Oro. Se trata de una pieza c�mica en un acto, escrita en prosa o verso, que se intercalaba entre la primera y la segunda jornada de las comedias. Corresponde a la farsa europea, y en �l destacaron autores como Luis Qui�ones de Benavente y Miguel de Cervantes, entre otros.

Prosa

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Retrato del escritor Mateo Alem�n, conocido por su novela Guzm�n de Alfarache. Grabado de la editio princeps de dicha obra (1599).

La prosa en el Siglo de Oro ostenta g�neros y autores que han pasado a la historia de la literatura universal. La conquista de Am�rica dio lugar al g�nero de las Cr�nicas, entre las que podemos encontrar algunas obras maestras, como las de Bartolom� de las Casas, el Inca Garcilaso de la Vega, Bernal D�az del Castillo, Antonio de Herrera y Tordesillas y Antonio de Sol�s. Tambi�n son espl�ndidas algunas autobiograf�as de soldados, como las de Alonso de Contreras o Diego Duque de Estrada. La primera obra maestra fue sin duda La Celestina, pieza teatral irrepresentable y original�sima obra de un desconocido autor y de Fernando de Rojas, que, junto a sus continuaciones por parte de otros autores (el llamado g�nero celestinesco) o sus imitaciones libres (entre ellas la portentosa La Lozana andaluza (1528), obra maestra de Francisco Delicado) marc� para siempre el Realismo en una parte esencial de la literatura espa�ola, cuya riqueza abona tambi�n ficciones caballerescas tan maravillosas y fant�sticas como los libros de caballer�as, menos le�dos en la actualidad de lo que merecen, habida cuenta de que figuran entre sus piezas m�s destacadas novelas como Tirante el Blanco, escrita en valenciano, Amad�s de Gaula o el Palmer�n de Inglaterra; un autor caracter�stico del g�nero fue Feliciano de Silva.

Baltasar Graci�n, jesuita y escritor adscrito al conceptismo, destac� por su obra El Critic�n, alegor�a de la vida humana.

La novela sentimental se abre y se cierra en medio siglo con dos obras maestras: C�rcel de amor (1492) de Diego de San Pedro y Proceso de cartas de amores (1548), una novela epistolar de Juan de Segura (1548). Junto a estas hay que hablar tambi�n de otras dos obras maestras del g�nero de la novela morisca: la Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1565) y Ozm�n y Daraja de Mateo Alem�n (1599).

La novela picaresca tiene entre sus m�ximas creaciones, obras maestras como el an�nimo Lazarillo de Tormes (1554), una s�tira anticlerical y descarnada de las �nfulas de nobleza y el sentido de la honra de la clase alta; Vida del p�caro Guzm�n de Alfarache (1599 y 1604) de Mateo Alem�n, pesimista reflexi�n sobre el destino humano; la Vida del escudero Marcos de Obreg�n (1618) de Vicente Espinel, llena por el contrario de alegr�a de la vida; La vida del Busc�n (1604-1620) de Francisco de Quevedo, una obra maestra del humor y del lenguaje conceptista, la anticlerical Segunda parte de la vida de Lazarillo (1620) del protestante Juan de Luna, y la obra de enigm�tica autor�a Estebanillo Gonz�lez (1646), que ofrece una visi�n espl�ndida de la decadencia de Espa�a en el escenario europeo, y de la Guerra de los Treinta A�os. La novela cortesana suministr� las obras maestras que constituyen las Novelas ejemplares (1613) de Miguel de Cervantes, cada una en s� misma un experimento narrativo; su inmortal Don Quijote de la Mancha (1605 y 1615), de la que habr�a que escribir cap�tulo aparte a causa de la riqueza de los contenidos y cuestiones que plantea, que viene a ser la primera novela polif�nica de la literatura europea. La novela pastoril cuenta con obras maestras como las Dianas de Jorge de Montemayor (1559 y 1604) y de Gaspar Gil Polo (1564), La constante Amarilis (1607) de Crist�bal Su�rez de Figueroa o Siglo de Oro en las selvas de Erifile (1608) de Bernardo de Balbuena. La novela bizantina cuenta con ejemplos como El peregrino en su patria (1634) de Lope de Vega, quien realiza la haza�a de incluir todas sus aventuras en la Pen�nsula, el Persiles (1617) de Cervantes o el Le�n prodigioso (1634) de Cosme G�mez Tejada de los Reyes.

Novela filos�fica emparentada con este g�nero es el Critic�n (1651, 1653 y 1657), de Baltasar Graci�n, alegor�a de la vida humana. La prosa doctrinal, en ciernes ensay�stica, tiene por autores mod�licos a Pero Mex�a, Luis Zapata, Antonio de Guevara (Ep�stolas familiares, 1539, Relox de pr�ncipes, 1539), Luis de Le�n (De los nombres de Cristo), San Juan de la Cruz (Comentarios al C�ntico espiritual y otros poemas), Francisco de Quevedo (Marco Bruto y Providencia de Dios) y Diego Saavedra Fajardo (Rep�blica literaria y Corona g�tica).

Trascendencia

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Retrato de fray Bartolom� de las Casas, quien protagoniz� en 1550 un debate ante una junta de te�logos y juristas en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, acerca la moralidad de la conquista y dominio de Am�rica, junto con otros intelectuales como Domingo de Soto, Melchor Cano, Pedro de la Gasca o el Arzobispo Carranza. Se le considera un precursor de los Derechos Humanos.
Retrato del jesuita Juan de Mariana, autor de De rege et regis institutione (1599), ensayo en el que defiende la legitimidad de una revoluci�n o de la ejecuci�n de un rey si act�a de forma tir�nica y contraria al inter�s del pueblo, lo que la convirti� en una de las obras m�s escandalosas de la Europa del siglo XVII. Fue relacionada con el asesinato del rey Enrique IV de Francia (1610) y con la Revoluci�n Francesa (1789).
Billete del Banco de Espa�a (1878) dedicado a Cervantes, grabado por Navarrete.
Primer billete emitido por el Banco de Espa�a (1878), dedicado a Miguel de Cervantes.

Jean Rotrou (1609-1650) y Paul Scarron (1610-1660) alcanzaron grandes �xitos traduciendo o imitando a los autores espa�oles, y estos influyeron en los mayores dramaturgos galos, como por ejemplo Pierre Corneille y Moli�re, por no mencionar otros de menor importancia, como Thomas Corneille, Alain Ren� Lesage, John Vanbrugh etc. Las obras de teatro espa�olas extendieron su influjo al ser traducidas, por ejemplo, en Holanda (por Theodore Rodenburg) e Inglaterra (John Webster, Fletcher, Dryden, etc.).

Filosof�a

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La filosof�a del Siglo de Oro espa�ol abarca todo el pensamiento que va desde el primer humanismo hasta la instauraci�n del racionalismo en el siglo XVIII, y su inmenso n�cleo es la Escuela de Salamanca, desde Francisco de Vitoria hasta Francisco Su�rez, que son sus genios mayores.

En la Espa�a �urea, donde conviv�an dos religiones, el juda�smo y el cristianismo, se desarroll� una filosof�a que culmina en el per�odo Barroco. De este modo, la filosof�a del Siglo de Oro se podr�a dividir en dos �pocas: la del Renacimiento y la del Barroco.

Juan Luis Vives destac� en su faceta de moralista y reformador educativo, con publicaciones como De subventione pauperum o De disciplinis libri XX.

El Renacimiento produjo el primer gran humanista fil�logo de Espa�a, Antonio de Nebrija, sobre todo gracias a su gram�tica espa�ola. Nebrija consigui� reconocer las primeras reglas de la lengua que luego tanta difusi�n tendr�an con la posterior fundaci�n de la Real Academia Espa�ola (1713). Por otra parte, el gran mecenas durante el humanismo fue el cardenal Francisco Jim�nez de Cisneros, quien puso su empe�o en reformar las costumbres clericales. En 1499 fund� la Universidad de Alcal� de Henares, que super� en prestigio e influencia a todas las dem�s excepto la de Salamanca, su mayor rival.

Carlos I defendi� las nuevas teor�as de Erasmo de R�terdam y la nueva corriente humanista. Fiel seguidor del erasmismo fue Juan Luis Vives. Se convirti� en un reformador de la educaci�n europea y en un fil�sofo moralista de talla universal, proponiendo el estudio de las obras de Arist�teles en su lengua original y adaptando sus libros destinados al estudio del lat�n a los estudiantes; substituy� los textos medievales por otros nuevos, con un vocabulario adaptado a su �poca y al modo de hablar del momento e hizo los primeros aportes a una ciencia en germen, la psicolog�a.

Los nuevos descubrimientos en el Nuevo Mundo y la colonizaci�n espa�ola de las Indias llevaron a hacer reflexionar a algunos pensadores sobre el trato que los ind�genas merec�an. Las controversias fue suscitada por el dominico fray Bartolom� de las Casas en su Brev�sima relaci�n de la destrucci�n de las Indias, donde describ�a con tintes horrorosos la colonizaci�n espa�ola de Am�rica y defend�a el iusnaturalismo. El contenido del escrito hizo convocar una disputa entre 1550 y 1551 en Valladolid contra su principal contrincante, Juan Gin�s de Sep�lveda, que defend�a el consuetudinarismo, la bondad de la colonizaci�n espa�ola y el derecho de guerra. Esta disputa lleg� a llamarse la �Junta de Valladolid�.

El religioso Bartolom� de las Casas, conocido sobre todo por su defensa de los ind�genas americanos en la Brev�sima relaci�n de la destrucci�n de las Indias.
El te�logo y fil�sofo jesuita Francisco Su�rez, miembro de la Escuela de Salamanca y autoridad escol�stica.

La Universidad de Salamanca contribuy� decisivamente al pensamiento pol�tico, econ�mico y moral universal. El resurgimiento del nuevo esp�ritu se ve encarnado en la principal figura con Francisco de Vitoria, te�logo dominico, profesor de Salamanca, que rechaz� toda argumentaci�n basada en puras consideraciones metaf�sicas por estar a favor del estudio de los problemas reales que planteaba la vida pol�tica y social contempor�nea. Fue el primero en establecer los conceptos b�sicos del derecho internacional moderno, bas�ndose en la regla del derecho natural. Afirmaba as� las libertades fundamentales como la palabra, de comunicaci�n, comercio y tr�nsito por los mares, siempre que las naciones y razas no se perjudicaran mutuamente.

El cristianismo en Espa�a dio sus propios pensadores y te�logos, la mayor�a ortodoxos mediante la Contrarreforma, pero tambi�n heterodoxos en una Reforma que solo pudo cuajar en el extranjero. En cuanto a los ortodoxos, destaca san Ignacio de Loyola, que escribi� sus Ejercicios espirituales y fund� la Compa��a de Jes�s, con la que se quer�a llegar a la unidad religiosa y que con su red de colegios renov� la ense�anza de las lenguas cl�sicas. En poes�a se desarrollaron movimientos de asc�tica y m�stica muy profundos y personales. La l�rica del Renacimiento se caracteriza por tener a un grupo de religiosos que transmit�an su filosof�a mediante la poes�a. Cabe destacar a san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jes�s y a F como figuras eminentes entre un gran conjunto de figuras importantes.

La llegada del Barroco cambi� por completo la mentalidad renacentista del humanismo. La visi�n de la vida se volvi� pesimista y todas las perspectivas desembocaron en el desenga�o. La prosa filos�fica brilla con Luis de Molina, iluminado establecido en Roma. Su doctrina apodada molinismo tuvo una gran repercusi�n e influencia en los pensadores y escritores barrocos posteriores a �l. Su pensamiento mezcla los principios de la religi�n con una elaborada filosof�a moral. Molina combati� el determinismo con el libre albedr�o. Sus obras acerca de la libertad fueron muy seguidas por los pensadores del siglo posterior.

El fil�sofo y m�dico G�mez Pereira para defender los m�todos emp�ricos por ejemplo en medicina, en que se basar�a la ciencia de los dos siglos posteriores. Se le considera, junto con el esc�ptico Francisco S�nchez, uno de los precursores de Ren� Descartes e influy� en sus trabajos posteriores, siendo el primero en sugerir el automatismo de las bestias, la teor�a del conocimiento humano y -aunque la creencia en la inmortalidad del alma ha sido un tema recurrente en la filosof�a y la religi�n a lo largo de la historia, desde Plat�n hasta San Agust�n- fue uno de los primeros en sugerirlo dentro de la tradici�n filos�fica moderna occidental.[22]

La Universidad de Salamanca tambi�n aport� bastante al pensamiento del Barroco temprano. Melchor Cano escribi� De Locis Theologicis, obra en la que estableci� las diez fuentes para la demostraci�n teol�gica: la Sagrada Escritura, la tradici�n apost�lica, la autoridad de la Iglesia cat�lica, la autoridad de los concilios ecum�nicos, la autoridad del sumo pont�fice, la doctrina de los Padres de la Iglesia, la doctrina de los doctores escol�sticos y canonistas, la verdad racional humana, la doctrina de los fil�sofos y la historia.

En la transici�n del Renacimiento al Barroco se encuentra Francisco Su�rez, hombre de extraordinaria cultura y sabio en los aspectos cl�sicos. Continu� la doctrina tomista de manera vers�til. En su gran obra filos�fica y jur�dica De legibus ac Deo legislatore, muy fecunda para la doctrina del iusnaturalismo y el derecho internacional, se encuentra ya la idea del pacto social. Su�rez es una de las cumbres de la filosof�a europea.

Con la antropolog�a se hicieron grandes avances. La principal figura fue Jos� de Acosta, que adelant� tres siglos la teor�a de la evoluci�n darwiniana.

Artes pl�sticas

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Pintura

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El entierro del conde de Orgaz (1586-1588), de El Greco, obra que representa el milagro en el que, seg�n la tradici�n popular, San Esteban y San Agust�n bajaron de los cielos para dar sepultura personalmente a Gonzalo Ruiz de Toledo, conde de Orgaz.
Las Meninas (1656), considerada la obra maestra de Diego Vel�zquez, que representa a varios miembros de la corte y de la familia del rey Felipe IV de Espa�a, as� como al propio autor. Se conserva en el Museo del Prado de Madrid.
Asesinato del inquisidor Pedro de Arbu�s (1664), de Murillo (originalmente en la Capilla de la Inquisici�n de Sevilla, actualmente en el Museo del Hermitage de San Petersburgo). La obra representa el atentado perpetrado por un grupo de judeoconversos contra el inquisidor de Arag�n en 1485, mientras este rezaba en la Catedral de Zaragoza (Espa�a).

En las artes pl�sticas destaca la pintura. A una primera fase corresponden Pedro Berruguete, Pedro Machuca, Luis de Morales, los leonardescos Juan de Juanes y Fernando Y��ez de la Almedina. A la segunda, Juan Fern�ndez de Navarrete, Alonso S�nchez Coello y El Greco, principal exponente del manierismo pict�rico en Castilla.

Al Barroco pertenecen Diego Vel�zquez, pintor de complejas composiciones intelectualizadas que ahonda en el misterio de la cruda e intensa luz y la perspectiva a�rea; los tenebristas caravaggiescos Francisco de Zurbar�n (gran pintor de frailes y bodegones), Francisco Ribalta y Jos� de Ribera; en Sevilla cabe salientar a Francisco Herrera el Viejo y Francisco Herrera el Mozo, Bartolom� Esteban Murillo y Juan de Vald�s Leal; mientras que en C�rdoba destaca Antonio del Castillo y en Granada Alonso Cano.

Hay que citar tambi�n a Juan Bautista Ma�no (pintor de alegor�as pol�ticas) Claudio Coello, Juan Carre�o de Miranda, el florentino Vicente Carducho, el retratista Juan Pantoja de la Cruz, Luis Trist�n (uno de los escasos disc�pulos del Greco, que a�ade al estilo del maestro elementos naturalistas), Juan Bautista Mart�nez del Mazo, Pedro Orrente, Bartolom� Gonz�lez y Serrano, el cartujo Juan S�nchez Cot�n(famoso por sus m�sticos bodegones), Eugenio Caj�s, Antonio Pereda; Mateo Cerezo, el paisajista Francisco Collantes, Juan Antonio Fr�as y Escalante, Jos� Antol�nez, el aragon�s Jusepe Mart�nez y otros muchos.

Escultura

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Nuestra Se�ora del Coro (1515) de Dami�n Forment. Alabastro policromado y dorado. Procede del Convento de Las Fecetas de Zaragoza.
Custodia procesional de la Mezquita-catedral de C�rdoba (Espa�a), pieza realizada en oro y plata por el orfebre Enrique de Arfe en el siglo XVI, con las contribuciones de Juan Ruiz el Vandalino y Bernab� Garc�a de los Reyes.

En lo tocante a escultura tenemos ya en el Prerrenacimiento y primeros a�os del siglo XVI las figuras extranjeras que trabajaron en Espa�a: Domenico Fancelli, Pietro Torrigiano y Jacopo Florentino. La primera generaci�n de escultores espa�oles del Renacimiento en Castilla estuvo compuesta por Vasco de la Zarza (trascoro de la catedral de �vila), Felipe Vigarny (retablo mayor de la catedral de Toledo), Bartolom� Ord��ez (siller�a del coro de la catedral de Barcelona) y Diego de Silo� (sepulcro de don Alonso de Fonseca y Acevedo en el Convento de las �rsulas de Salamanca); en la Corona de Arag�n destaca el trabajo de Dami�n Forment (retablo mayor de la Bas�lica del Pilar, 1509 y del monasterio de Poblet, 1527), Gil Morlanes el Viejo (portada de la iglesia de Santa Engracia de Zaragoza) y Gabriel Yoly, que tall� en madera sin policromar el retablo mayor de la catedral de Teruel en 1536.

Relieves en los asientos del coro de la Catedral de C�rdoba, edificada durante el Renacimiento en el interior de la antigua Mezquita califal.

En el manierismo hay que nombrar por supuesto el correlato de la asc�tica y la m�stica de la segunda mitad del siglo XVI. El gran Alonso Berruguete, el gallego Gregorio Fern�ndez , los escultores clasicistas italianos Leone Leoni y su hijo Pompeyo Leoni (que trabajaron para el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial); los barrocos Francisco del Rinc�n y Pedro Vic�lvaro, de la Escuela castellana, y Juan de Juni; de la Escuela andaluza Jer�nimo Hern�ndez, Andr�s de Ocampo, Juan Mart�nez Monta��s, Juan de Mesa, Francisco de Ocampo y Felguera, Alonso Cano. En el pleno Barroco desembocaron ya con escultores como Pedro de Mena, Pedro Rold�n, su hija Luisa Rold�n y su nieto Pedro Duque y Cornejo; Francisco Ruiz Gij�n, Jos� Risue�o, Bernardo de Mora o su hijo Jos� de Mora. De Guip�zcoa proced�a Juan de Ancheta, de estilo clasicista romano, cuya obra se desarroll� fundamentalmente en Navarra, La Rioja y Arag�n. La tem�tica tratada es casi exclusivamente religiosa y solo en el �mbito de la Corte se da escultura monumental; los temas mitol�gicos y profanos est�n ausentes. Se realizan retablos, donde aparecen figuras exentas y en bajorrelieve. Destaca con mucho la imaginer�a en madera de tradici�n hispana. En estas obras se pierde la t�cnica del estofado y posteriormente se usar� la policrom�a. Las figuras son aisladas: para iglesias, conventos y para las procesiones de Semana Santa.

M�sica

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Partitura de Missa alma redemptoris mater, de Tom�s Luis de Victoria (Madrid, 1600).
Orfeo tocando la vihuela. Ilustraci�n de El Maestro, de Luys de Mil�n (1536).

Tambi�n para la m�sica espa�ola fue este el siglo de oro. La labor de compositores cortesanos, que un�an su labor de m�sico a la de dramaturgo y poeta, tiene un buen ejemplo en Juan del Encina en el siglo XV y XVI; o en el siglo XVII Juan Hidalgo, que music� las zarzuelas de Calder�n de la Barca, como tambi�n har� Tom�s de Torrej�n y Velasco. En tiempos de Carlos V componen Mateo Flecha el Viejo, autor de Las Ensaladas (Praga, 1581), g�nero que mezcla versos en diversas lenguas. Crist�bal de Morales estudi� en Roma, donde public� algunas misas en 1544. Otros m�sicos fueron Pedro de Pastrana, Juan V�zquez o Diego Ortiz.

A la �poca de Felipe II corresponden Francisco Gabriel G�lvez, Andr�s de Torrentes, Juan Navarro o Rodrigo de Ceballos. En Sevilla trabaj� Francisco Guerrero, que viaj� a Italia y public� su obra entre 1555 y 1589.

Pero m�s importante a�n fue la labor de compositores o, como eran llamados a la saz�n, maestros de capilla y organistas que, partiendo del motete y el madrigal italiano de Giovanni Pierluigi da Palestrina, desarrollaron una gran polifon�a al servicio sobre todo de los oficios religiosos, con una gran carga emotiva que la distingui� de las otras tres grandes escuelas polifónicas de los siglos XV al XVII como la Escuela flamenca, la veneciana y la romana, y que se ha vinculado con el apasionamiento místico de escritores como Teresa de Ávila o Juan de la Cruz. Destacan las figuras ya mencionadas de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero, y otras anteriores como Francisco de Peñalosa, maestro de Morales, y posteriores, como Alonso Lobo pero sobre todo la del gran Tomás Luis de Victoria, majestuosa, inspirada y mística. Se ha comparado en su profundidad y emoción ascética a la pintura de el Greco, y hoy, gracias a la labor de estudiosos y difusores de su música como Jordi Savall, es reconocido como uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. En Roma, que fue donde trabajó principalmente, publicó unas 170 obras —65 motetes, 34 misas, 37 oficios de Semana Santa, Magnificat y Salmos— desde 1572. A partir de 1587 trabaja para la Emperatriz, a cuya muerte compuso un famoso Officium Defunctorum (1605) para seis voces. Su policoralismo (composiciones para dos coros) y cuidado de la armonía, en la escritura de bemoles y sostenidos, lo señalan como precursor del Barroco.

Destaca la escuela de vihuela española del siglo XVI. Aparecieron grandes figuras, como Esteban Daza, Luys de Milán (autor de El Maestro, 1536, que incluye fantasías, pavanas, tientos, villancicos, romances y obras originales en que la vihuela admite el canto), Alonso Mudarra (con sus Tres libros de música en cifra para vihuela, Sevilla, 1546), Luis de Narváez (El Delphín, 1538), Enríquez de Valderrábano (Silva de Sirenas, 1547), Diego Pisador (Libro de música de vihuela, 1552), Miguel de Fuenllana (Orphénica Lyra) y Gaspar Sanz, ya en el último cuarto del siglo XVII, quien dio un impulso definitivo a la guitarra con su obra Instrucción de música sobre la guitarra española.

Por su obra para teclado ganaron fama el burgalés Antonio de Cabezón en el siglo XVI, y Juan Bautista Cabanilles y Francisco Correa de Arauxo, en el siglo XVII. Las obras clásicas al respecto son las Obras de música para tecla, harpa y vihuela (1578) de Antonio de Cabezón, preparadas por su hijo, y El Libro de Cifra Nueva para tecla, harpa y vihuela (Alcalá de Henares, 1557) de Luis Venegas de Henestrosa: ambas muestran la versatilidad de estas composiciones para adaptarse a instrumentos o a voces humanas.

Todos ellos conformaron un periodo de esplendor para la música española, que, salvo figuras aisladas, no volvió a alcanzar las cotas a las que se llegó en esta época. Sin embargo, gran parte de este patrimonio musical se ha perdido y, por ejemplo, de la obra de Francisco de Salinas, que tanto deleitaba a fray Luis de León, no se ha conservado partitura alguna, sino solo un tratado teórico.

Arquitectura

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Palacio de Carlos V en Granada.

En el siglo XVI se pasa del estilo plateresco del Renacimiento durante los Reyes Católicos al más plenamente renacentista durante el reinado de Carlos I; después, durante el de su hijo Felipe II, surge el Manierismo de Juan de Herrera, creador del Estilo herreriano y del monumental monasterio de San Lorenzo de El Escorial y de la inacabada catedral de Valladolid, y durante el siglo XVII domina el Barroco y churrigueresco.

En España, el Renacimiento comenzó unido a las formas góticas en las últimas décadas del siglo XV. El estilo comenzó a extenderse sobre todo a manos de arquitectos locales: es la razón de un estilo renacentista específicamente español, que reunió la influencia de la arquitectura del sur de Italia, a veces proveniente de libros ilustrados y pinturas, con la tradición gótica y la idiosincrasia local. El nuevo estilo se llama plateresco, debido a las fachadas decoradas en exceso, que recuerdan a los intrincados trabajos de los plateros. Órdenes clásicas y motivos de candeleros (candelieri) se combinan con libertad en conjuntos simétricos.

Monasterio de El Escorial.
Fachada del Colegio Mayor Santa Cruz en Valladolid.

En este contexto, el Palacio de Carlos V realizado por Pedro Machuca, en Granada, supuso un logro inesperado dentro del Renacimiento más avanzado de la época. El palacio puede ser definido como una anticipación al manierismo, debido a su dominio del lenguaje clásico y sus logros estéticos rupturistas. Fue construido antes de las principales obras de Miguel Ángel y Andrea Palladio. Su influencia fue muy limitada y mal entendida, las formas platerescas se imponían en el panorama general.

Según pasaban las décadas, la influencia gótica desaparece y la búsqueda de un clasicismo ortodoxo alcanzó niveles muy altos. Aunque el plateresco es un término usado habitualmente para definir a la mayoría de la producción arquitectónica de finales del siglo XV y primera mitad del siglo XVI, algunos arquitectos adquirieron un gusto más sobrio, como Diego de Siloé, Rodrigo Gil de Hontañón y Gaspar de Vega. Ejemplos de plateresco son las fachadas de la Universidad de Salamanca, el Colegio Mayor Santa Cruz de Valladolid y del Hostal San Marcos de León.

La cumbre del Renacimiento español está representado por el Real Monasterio de El Escorial, realizado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, en el que una adherencia excesiva al arte de la antigua Roma fue superado por el estilo extremadamente sobrio. La influencia de los techos flamencos, el simbolismo de la escasa decoración y el preciso corte del granito establecieron la base para un estilo nuevo, el herreriano.

Con un estilo más próximo al manierismo, el siglo se cierra con arquitectos como Andrés de Vandelvira (Catedral de Jaén).

Cuando las influencias barrocas italianas llegaron a España, gradualmente sustituyeron en el gusto popular al sobrio gusto clasicista que había estado de moda desde el siglo XVI. Tan pronto como en 1667, las fachadas de la catedral de Granada de Alonso Cano y la de Jaén de Eufrasio López de Rojas indican la facilidad de su interpretación a la manera barroca de los motivos tradicionales de las catedrales españolas.

El barroco local mantiene raíces en Herrera y en la construcción tradicional en ladrillo, desarrollada en Madrid a lo largo del siglo XVII (Plaza Mayor y Ayuntamiento de Madrid).

Véase también

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Referencias

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  1. «Siglo de Oro en España». 
  2. Cf. Hesíodo, Los trabajos y los días, vv. 106 - 202.
  3. Juan Manuel Rozas, «Siglo de Oro: historia de un concepto, la acuñación del término», en Homenaje a Francisco Ynduráin, Madrid, 1984, pp. 411-428
  4. Abad Nebot, Francisco (1986). «Sobre el concepto literario de "Siglo de Oro": su origen y su crisis». Anuario de Estudios Filológicos, 9. 
  5. Véase también F.º Abad Nebot, "Materiales para la historia del concepto de "Siglo de Oro" en la literatura española", Analecta Malacitana: Revista de la Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras, vol. 3, núm. 2, 1980, págs. 309-330.
  6. Cf. José Francisco Ruiz Casanova, Manual de principios elementales para el estudio de la literatura española. Madrid: Cátedra, 2013, pp. 172-173.
  7. Velázquez de Velasco, 1754, pp. 66-67. En la página 131 llama también al siglo XVI «el buen siglo».
  8. En cambio, para Velázquez (1754, p. 67):
    La Poesía, que hasta entonces había seguido entre nosotros los pasos de las demás Artes, y ciencias, empezó con ellas a decaer a la entrada del siglo decimoséptimo; contribuyendo a ello con su mal ejemplo los italianos, de quienes nosotros la habíamos antes aprendido.

    Alude acto seguido negativamente al «Caballero Marino» (Giambattista Marino) y al marinismo, como entonces se llamaba al modo de componer que hoy conocemos como «barroco».

  9. «Teatro. El Siglo de Oro». turismoalmagro.com. Consultado el 20 de agosto de 2019. 
  10. Zorita Bayón, 2010.
  11. ArteHistoria: La cultura del Siglo de Oro, Junta de Castilla y León.
  12. Cf. Ferri Coll, J.Mª, "Un Siglo de Oro para la cultura española", en Aullón de Haro, P. (ed.), Las Escuelas de Salamanca y Universalista, Recensión, 3, Nº Monográfico (2019) [1]
  13. J. F.º Ruiz Casanova, op. cit., p. 173.
  14. J. F.º Ruiz Casanova, op. cit., p. 175.
  15. Vilar, Pierre, Historia de España, Barcelona, Editorial Crítica, 1989 (27ª ed.), ISBN 84-7423-054-3, p. 53.
  16. Los primeros caballos y yeguas pisaron suelo americano en 1493 durante una de las expediciones de Cristóbal Colón al continente. Éstos venían acompañados de otros animales como perros, cerdos, gallinas, cabras y ovejas: https://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/875/859#:~:text=Los%20primeros%20caballos%20y%20yeguas%20pisaron%20suelo%20americano%20en%201493,%2C%20gallinas%2C%20cabras%20y%20ovejas.
  17. Quijote, I, 47: «Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria». La expresión es analizada, entre otros, por Javier Blasco, «La compartida responsabilidad de la "escritura desatada" del Quijote», Criticón , 46 (1989), pp. 41-62.
  18. Escribía Juan de Valdés en su Diálogo de la lengua:
    [...] el estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y lo digo cuanto más llanamente me es posible, porque a mi parecer en ninguna lengua está bien el afectación. Cuanto al hacer diferencia en el alzar o abajar el estilo, según lo que escribo, o a quién escribo, guardo lo mismo que guardáis vosotros en el latín.

    De lo que se hacía eco Garcilaso en la Égloga tercera cuando decía:

    Aplica, pues, un rato los sentidos

    al bajo son de mi zampoña ruda, indigna de llegar a tus oídos, pues de ornamento y gracia va desnuda; mas a las veces son mejor oídos el puro ingenio y lengua casi muda, testigos limpios de ánimo inocente,

    que la curiosidad del elocuente.
  19. Francisco de Rojas Zorrilla, Agustín Moreto, Antonio de Solís y Rivadeneyra, Juan Bautista Diamante, Agustín de Salazar, Álvaro Cubillo de Aragón y Francisco Bances Candamo, entre otros.
  20. Blecua, Alberto. «La poesía española del siglo XVI después de Garcilaso». 500 años de Garcilaso. Centro Virtual Cervantes. Consultado el 10 de marzo de 2017. 
  21. Así es denominado Lope de Vega por Cervantes en el prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos. Texto consultado en la edición digital de Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. www.cervantesvirtual.com
  22. https://www.wikiwand.com/es/G%C3%B3mez_Pereira y https://www.quimica.es/enciclopedia/Antonio_G%C3%B3mez_Pereira.html

Bibliografía

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  • García Cueto, D. (2007). Seicento boloñés y Siglo de Oro español. Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica. ISBN 978-84-934643-6-8.
  • Velázquez de Velasco, L. J. (1754). Orígenes de la poesía castellana. Málaga. 
  • Zorita Bayón, M. (2010). Breve historia del Siglo de Oro. Madrid: Ediciones Nowtilus. ISBN 978-84-9763-820-3. 

Enlaces externos

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