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Ramón Castilla

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Ramón Castilla


Presidente Constitucional de la Rep�blica Peruana
24 de octubre de 1858-24 de octubre de 1862
Vicepresidente Juan Manuel del Mar y Bernedo
Predecesor �l mismo
Sucesor Miguel de San Rom�n

20 de abril de 1845-20 de abril de 1851
Predecesor Manuel Men�ndez
Sucesor Jos� Rufino Echenique


Presidente Provisorio de la Rep�blica Peruana
5 de enero de 1855-24 de octubre de 1858
Predecesor Jos� Rufino Echenique
Sucesor �l mismo


Presidente de la Suprema Junta de Gobierno del Per�
17 de febrero de 1844-11 de diciembre de 1844
Predecesor Domingo Nieto
(como Presidente de la Suprema Junta de Gobierno del Per�)
Sucesor Manuel Men�ndez
(como Presidente del Consejo de Estado)


Encargado del Mando del Per�
3 de abril de 1863-9 de abril de 1863
Predecesor Miguel de San Rom�n
Sucesor Pedro D�ez-Canseco


Presidente del Senado de la Rep�blica Peruana
28 de julio de 1864-1 de febrero de 1865
Predecesor Miguel del Carpio y Melgar
Sucesor Antonio Salinas y Casta�eda
(como Presidente del Congreso Constituyente)


Senador de la Rep�blica Peruana
por Tarapac�
28 de julio de 1864-1 de febrero de 1865

Informaci�n personal
Nombre en espa�ol Ram�n Castilla y Marquesado Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 31 de agosto de 1797
Bandera de Espa�a San Lorenzo de Tarapac�, Virreinato del Per�, Imperio espa�ol
Fallecimiento 30 de mayo de 1867 (69 a�os)
Bandera de Per� Desierto de Tiliviche, Tarapac�, Per�
Sepultura Pante�n de los Pr�ceres Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Peruana
Familia
C�nyuge Francisca Diez-Canseco y Corbacho
Pareja Mar�a de C�rdenas Rivera, Francisca Villegas, Carolina Colich�n
Hijos Manuel Castilla C�rdenas, Federico Castilla Villegas, Juan Castilla Colich�n
Informaci�n profesional
Ocupaci�n Militar y pol�tico
Rama militar Ej�rcito del Per�
Rango militar Gran Mariscal del Per�

Ram�n Castilla y Marquesado (San Lorenzo de Tarapac�, Virreinato del Per�, 31 de agosto de 1797-Desierto de Tiliviche, Per�, 30 de mayo de 1867) fue un militar, estadista y pol�tico peruano, presidente del Per� en los per�odos 1845-1851 (como presidente constitucional), 1855-1862 (inicialmente como presidente provisorio y luego constitucional) y 1863 (por unos d�as como encargado interino). Es el segundo presidente que m�s a�os gobern� la Rep�blica Peruana, solo superado por Augusto B. Legu�a, siendo considerado el personaje m�s importante de las primeras d�cadas del Per� independiente.

Inici� su carrera militar en el ej�rcito realista, participando en la batalla de Chacabuco (1817). Prisionero tras la batalla, fue llevado a Buenos Aires donde obtuvo el permiso de salir del pa�s y regres� al Per�. Reincorporado en el Ej�rcito Real del Per�, se pleg� a la causa independentista a inicios de 1822. Organiz� y form� parte de la caballer�a de la Legi�n Peruana, destacando en la batalla de Ayacucho (1824). Continu� con su carrera militar y pol�tica, ocupando altos puestos p�blicos como la subprefectura de su natal Tarapac� (1825) y la prefectura de Puno (1834) en los gobiernos de Agust�n Gamarra y Luis Jos� de Orbegoso.

Tras el establecimiento de la Confederaci�n Per�-Boliviana (1836), se exili� a Chile donde se uni� al ej�rcito restaurador y tuvo una destacada participaci�n en la batalla de Yungay (1839). Durante la Restauraci�n peruana sirvi� como ministro del gobierno de Gamarra, a quien acompa�� a la campa�a contra Bolivia hasta que fue tomado prisionero tras la batalla de Ingavi (1841). Terminada la guerra regres� al Per�, donde se uni� a la revoluci�n constitucionalista de 1843 contra el gobierno de Manuel Ignacio de Vivanco. Triunfante al a�o siguiente en la batalla de Carmen Alto, restableci� el gobierno interino de Manuel Men�ndez.

Vencedor de las elecciones de 1845, asumi� la presidencia del Per�. Su primer gobierno constitucional se destac� por la estabilidad institucional del pa�s tras un largo periodo de anarqu�a, la organizaci�n del Estado peruano y la bonanza econ�mica gracias a las rentas producidas por la riqueza guanera. Entreg� el poder a su sucesor Jos� Rufino Echenique (1851) tras cumplir su mandato, hecho in�dito hasta ese momento. Sin embargo, tras el esc�ndalo de la consolidaci�n de la deuda interna, encabez� la revoluci�n liberal de 1854 y decret� la anulaci�n del tributo ind�gena y la abolici�n de la esclavitud. Finalmente, derrot� a Echenique en batalla de La Palma (1854) y asumi� nuevamente el gobierno como presidente provisorio.

Su gobierno provisorio dur� de enero de 1855 a octubre de 1858. Convoc� a una Convenci�n Nacional que promulg� la Constituci�n liberal de 1856, evento que gener� una reacci�n conservadora encabezada por Vivanco y el estallido de la guerra civil. Tras derrotar a los rebeldes, Castilla se apart� de los liberales y convoc� a las elecciones generales de 1858 en las que se present� como candidato, obteniendo el triunfo. Inici� as� su segundo gobierno constitucional (1858-1862) y convoc� a un Congreso Constituyente en 1860, que redact� la Constituci�n moderada de 1860, la carta magna con mayor tiempo de vigencia en la historia del Per�.

En su segundo mandato continu� con la modernizaci�n del Estado y la integraci�n de su territorio, impulsando la colonizaci�n de la Amazon�a peruana e inclusive entrando en guerra con Ecuador (1858). Asimismo, su gobierno coincidi� con la introducci�n de varios adelantos tecnol�gicos en el Per� como el tel�grafo, el alumbrado a gas y la expansi�n de los ferrocarriles. El boom del guano, producto que se convirti� pr�cticamente en el �nico sost�n fiscal del Estado, tambi�n tuvo lugar durante esos a�os. Entreg� el poder a su sucesor Miguel de San Rom�n; tras su fallecimiento reasumi� brevemente de forma interna el gobierno (1863).

Al a�o siguiente fue elegido senador por Tarapac� y presidente del Senado, desde donde se opuso a las pol�ticas de Juan Antonio Pezet ante las tensiones con Espa�a, lo que le vali� el destierro en Europa (1865). Regres� al Per� y se retir� a su natal Tarapac� (1866), desde donde se opuso al gobierno de Mariano Ignacio Prado, el cual lo desterr� a Chile. Sin embargo, volvi� a Tarapac� y encabez� una revoluci�n en defensa de la Constituci�n de 1860 que el gobierno pretend�a reemplazar por una Constituci�n liberal. Falleci� durante su marcha por el desierto de Tiliviche (1867); la revoluci�n que inici� derrocar�a a Prado meses despu�s.

Es valorado como el primer presidente progresista e innovador de la Rep�blica Peruana y se considera que con �l inici� verdaderamente el per�odo republicano: trajo orden y prosperidad al Estado, elimin� el tributo ind�gena, aboli� la esclavitud, fund� el servicio diplom�tico, reform� la administraci�n p�blica, estableci� el presupuesto, pag� la deuda externa e interna, promovi� la colonizaci�n de la Amazon�a, cre� el Consejo de Ministros, inici� la reforma educativa, moderniz� el ej�rcito y extendi� la fuerza naval. Es el patrono del Arma de Caballer�a del Ej�rcito del Per�.

Descripci�n f�sica y psicol�gica

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Ram�n Castilla, como Presidente del Per�.
Bajo de cuerpo, Castilla ten�a una constituci�n de hierro y admirable resistencia f�sica. Su continente marcial acompa�ado de una mirada penetrante, le daba aire de superioridad. Valiente y r�pido en la acci�n, era excelente capit�n y se conquistaba el afecto del soldado. Conocedor de los hombres intuitivamente, sab�a la manera de gobernarlos. Su energ�a irresistible y su gran fuerza de voluntad lo elevaron sobre la multitud de caudillos de la primera etapa de nuestra vida republicana.
Mariscal Ram�n Castilla, patriota esforzado que se consagr� por entero a la grandeza de la naci�n, la cual �l so�aba unida, pr�spera y fuerte. Comenz� a gobernar cuando ya hab�a alcanzado esa madurez que dan los a�os y la experiencia del trato con los hombres. Castilla no era una persona imaginativa, pero viv�a de realidades. Ten�a un innato talento pr�ctico y un esp�ritu penetrante. Era un hombre rudo y tosco, sus maneras ciertamente distaban de ser elegantes. Su amigo, el mariscal Nieto, dec�a que Castilla era �terco y de indomable car�cter�; a veces dio muestras de magnanimidad y liberalidad, pero en la dictadura fue implacable con sus enemigos, a los que aplast� sin piedad y no sin rasgos de mezquina pol�tica, debido sobre todo a las dif�ciles circunstancias que tuvo que afrontar en el poder. Ten�a en su haber dos cosas importantes: la una, conocer a la perfecci�n el territorio peruano y el de las vecinas rep�blicas, y la otra, haber tratado a casi todos los caudillos pol�ticos de la �poca, de ah� que nadie le aventajase en la, conducci�n del gobierno. Durante su gobierno comenz� la era del progreso en el Per�.

�Redentor del indio, libertador del negro, fundador de la libertad de prensa, demoledor del cadalso pol�tico�, as� evoc� el diario El Comercio la memoria de Castilla.

Infancia

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Naci� en el poblado de San Lorenzo de Tarapac� el 31 de agosto de 1797, durante el Virreinato del Per�. Fue hijo del porte�o Pedro de Castilla y Manzano, y de la mestiza tarapaque�a Juana Marquesado y Romero.[3]​ Su abuelo paterno, el espa�ol Pedro Pablo Castilla, fue empleado de hacienda durante la administraci�n virreinal. Mientras que su abuelo materno, el genov�s Giovanni Batistta Marchese (quien castellaniz� su nombre a Juan Bautista Marquesado) fue coronel del Ej�rcito Realista de Espa�a.

Durante su ni�ez, ayud� como le�ador a su padre, e hizo viajes al desierto para recoger ramas secas de algarrobos.[3]​ Luego qued� bajo la custodia de su hermano Leandro, traslad�ndose a Lima en 1810 y posteriormente a la ciudad de Concepci�n, en Chile.[4]

Carrera militar

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En el ej�rcito realista

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En 1812 se enrol�, junto con su hermano Leandro, en el Ej�rcito Real del Per�.[5]​ Contaba entonces con quince a�os. Particip� activamente en las campa�as contra la patria vieja chilena. Tras la derrota de los insurrectos independentistas, recibi� en Santiago el despacho de cadete efectivo en el regimiento de caballer�a Dragones de la Frontera (1816).[6]​ A los veinte a�os, como oficial de escolta del brigadier Casimiro Marc� del Pont en el ej�rcito espa�ol, sufri� la derrota de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, y hubo de emprender la retirada, siendo apresado en la hacienda Las Tablas, cercana a El Quisco.[7]

Enviado al campo de detenci�n de Las Bruscas en Buenos Aires, logr� escapar junto al tambi�n prisionero realista Fernando Cacho. Pas� a Montevideo y de all� a R�o de Janeiro, desde donde emprendi� retorn� al Per�, atravesando las selvas del Mato Grosso (Brasil) hasta Santa Cruz de la Sierra (actual Bolivia), y de all� hasta la sierra peruana, para bajar finalmente a Lima. Fue una marcha a pie que dur� cinco meses, atravesando 2350 leguas, muchas veces por territorios salvajes, y que result� de por s� una haza�a impresionante.[3]

El virrey Joaqu�n de la Pezuela lo reintegr� al ej�rcito realista, recibiendo el grado de alf�rez. Se enrol� entonces en el regimiento de Dragones de la Uni�n, que guarnec�a la ciudad de Arequipa (1818). Su carrera militar en el ej�rcito realista termina en Quito, durante la campa�a final de la Expedici�n Auxiliadora de Santa Cruz a Quito, cuando aislado al frente del batall�n voluntarios de Catalu�a como teniente coronel capitula ante el ej�rcito del mariscal Sucre. Sin embargo, decidi� unirse al ej�rcito libertador que combat�a por la independencia del Per�, present�ndose primero ante el marqu�s de Torre Tagle, y despu�s ante el general Jos� de San Mart�n, en febrero de 1822. Tras ser sometido a un cuidadoso interrogatorio, fue admitido a las filas patriotas.[4]

En el ej�rcito independentista

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Fue incorporado como alf�rez de caballer�a a un escuadr�n de la Legi�n Peruana de la Guardia (llamada despu�s los H�sares de Jun�n), que se hallaba entonces en formaci�n.[3]​ Trabaj� intensamente en el reclutamiento e instrucci�n de voluntarios. Tras la renuncia de San Mart�n como Protector del Per�, se puso a las �rdenes del nuevo gobierno establecido en Lima. Por sus servicios en la organizaci�n de tropas peruanas, fue ascendido a mayor y luego a teniente coronel de caballer�a.

Sirvi� lealmente al presidente Jos� de la Riva-Ag�ero, hasta que este intent� negociar con los espa�oles, por lo que secund� la rebeli�n del coronel Antonio Guti�rrez de la Fuente, que apres� al presidente el 25 de noviembre de 1823.[4]​ A Castilla se le comision� que apresara al general Ram�n Herrera, jefe del ej�rcito, que se hallaba en Santa.[8][9]

Se puso luego al servicio de la dictadura de Sim�n Bol�var, que desde el norte peruano preparaba la campa�a final de la independencia. Pero al negarse a cumplir la orden del Libertador de entregar sus fuerzas al teniente coronel venezolano Jos� Trinidad Mor�n, fue arrestado en Trujillo y conducido con grilletes en las manos hasta el cuartel general de Caraz. Se le liber� con la condici�n de que se presentara ante el jefe de la divisi�n peruana, Jos� de La Mar, para que este lo destinara como tuviera conveniente. La Mar lo incorpor� como ayudante del estado mayor del ej�rcito unido libertador.[10]

La batalla de Ayacucho, donde Castilla tuvo una destacada actuaci�n, al punto de ser mencionado elogiosamente por Antonio Jos� de Sucre en el parte respectivo.

No particip� en la batalla de Jun�n, por pertenecer al estado mayor, pero tuvo la satisfacci�n de que esa acci�n fuera decidida por la caballer�a peruana, en cuya formaci�n hab�a intervenido.[4]​ Continu� a lo largo de la campa�a que culmin� en la batalla de Ayacucho, donde fue el primer combatiente que ingres� en el campo realista, sufriendo heridas de bala y lanza al transmitir las �rdenes del comando. Antonio Jos� de Sucre lo mencion� elogiosamente en el parte respectivo, juzg�ndolo �muy digno de una distinci�n singular�. Por su notable actuaci�n recibi� su ascenso a teniente coronel efectivo.[4]​ En el hospital de sangre donde fue atendido, tuvo la ocasi�n de reencontrarse con su hermano Leandro, quien se hab�a mantenido leal a la causa del rey, y que como �l tambi�n hab�a sido herido.[10][5][n 1]

En 1825 pidi� licencia para visitar a su familia en su provincia natal, y a su paso por Arequipa, el prefecto Antonio Guti�rrez de la Fuente lo nombr� subprefecto de la provincia de Tarapac�. En tal funci�n, se preocup� por incentivar la explotaci�n minera.[11]​ En Arequipa conoci� a la joven Francisca Diez Canseco, hija de Manuel Diez Canseco Nieto y Mercedes S�nchez, con quien se cas� en 1835.[12]

En las guerras y revoluciones republicanas

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Como subprefecto de Tarapac� se opuso a la Constituci�n Vitalicia de Bol�var y al proyecto pol�tico de crear la Federaci�n de los Andes. Al frustrarse la reuni�n del Congreso, se decidi� que dicha Constituci�n se aprobar�a a trav�s de los Colegios Electorales. Todos la aprobaron, menos el de Tarapac�, presumiblemente por la oposici�n de Castilla (1826).[11][13]

Finalizada ya la influencia bolivariana y establecido el gobierno de Jos� de La Mar, ante el inminente conflicto con la Gran Colombia fue trasladado a Arequipa, con la misi�n de organizar la reserva; all� sorprendi� una conspiraci�n tramada por los partidarios del presidente de Bolivia Andr�s de Santa Cruz para segregar los departamentos del sur, en agosto de 1829, y actu� como fiscal en la causa seguida contra ellos.[14][15]

Ascendido a coronel, pas� a Lima en 1830. El presidente Agust�n Gamarra lo nombr� su edec�n y en su compa��a parti� hacia Cuzco para combatir a la revoluci�n federalista iniciada por el coronel Gregorio Escobedo, que fue sofocada el mismo d�a por los mismos cuzque�os. No obstante, Castilla continu� hasta la frontera con Bolivia y asumi� la jefatura de Estado Mayor en la divisi�n de reserva que guarnec�a la regi�n. Hubo entonces una seria amenaza de conflicto b�lico con Bolivia, pero por el momento se resolvi� de manera pac�fica (1831).[4]

De vuelta a Lima, Castilla censur� la pol�tica seguida por el presidente Gamarra y fue involucrado en la conspiraci�n del diputado Igua�n. Apresado el 1 de enero de 1832, fue recluido primero en la Fortaleza del Real Felipe y luego en un pont�n anclado en el Callao. Se cuenta que involuntariamente delat� al capit�n Felipe Rossel, oficial de confianza del presidente, que acab� siendo fusilado.[16]​ Estando preso, Castilla enferm� y fue trasladado al hospital de Santa Ana, de donde fug�, embarc�ndose para Chile en mayo de 1833. El juicio que se le segu�a fue suspendido, y tiempo despu�s result� absuelto.[17]

En noviembre de 1833, reapareci� en Tarapac�, donde respald� la proclamaci�n del general Luis Jos� de Orbegoso como presidente provisorio. Pas� a Arequipa y, al estallar la rebeli�n del general Pedro Berm�dez, se mantuvo leal al gobierno y particip� en la campa�a contra los rebeldes del sur, quienes fueron derrotados en la batalla de Cangallo (6 de abril de 1834). Restablecida la paz interna tras el abrazo de Maquinhuayo, fue ascendido a General de Brigada.[4][18]

El presidente Agust�n Gamarra, a quien Castilla sirvi� hasta su muerte en la batalla de Ingavi.

Fue nombrado prefecto y comandante general del departamento de Puno el 20 de junio de 1834, pero renunci� el 24 de marzo del a�o siguiente, al extenderse la rebeli�n iniciada por el general Felipe Salaverry en el Callao. Se traslad� a Arequipa, donde se hallaba Orbegoso, ante quien renov� su lealtad. Fue nombrado secretario general del gobierno, as� como jefe de Estado Mayor. Pero cuando Orbegoso pact� el 15 de junio de 1835 la intervenci�n boliviana para restaurar su autoridad en todo el pa�s, Castilla, inflexible en su nacionalismo, se apart� de �l.[4]​ Hay que se�alar, sin embargo, que Castilla, como la mayor�a de los patriotas peruanos, era partidario de la uni�n con Bolivia, pero con la condici�n de que fuera con la hegemon�a peruana.[19]​ De modo que cuando el presidente boliviano Andr�s de Santa Cruz invadi� el Per�, Castilla se inclin� al bando peruanista (que encabezaban Salaverry y Gamarra), aunque siempre se mostr� reacio a servir a los gobiernos de facto.

Orbegoso, al verlo convertido en un cr�tico feroz de sus decisiones, lo relev� del mando y orden� su destierro a Tarapac�; pero en el trayecto enferm� y permaneci� en Tacna.[20][21]​ Santa Cruz, recelando de sus intenciones, orden� su apresamiento, pero Castilla logr� escapar, embarc�ndose en Arica con rumbo al Callao. Rechaz� la invitaci�n que le hizo Salaverry de reincorporarse al ej�rcito, al constatar que dicho caudillo no quer�a comprometerse a favorecer una restauraci�n constitucional. Opt� finalmente por ir a Chile, en febrero de 1836, el mismo camino que siguieron otros peruanos tras el triunfo de Santa Cruz sobre Salaverry.[22]

En Chile, Castilla conform� el grupo de emigrados peruanos que se opon�an al proyecto de la Confederaci�n Per�-Boliviana y que esperaban retornar con el apoyo de una fuerza expedicionaria chilena, que el omnipotente ministro chileno Diego Portales alistaba meticulosamente.[3]​ Pero un grupo de oficiales chilenos se opuso a esa expedici�n y se sublev� en Quillota el 3 de junio de 1837, apresando a Portales. A las fuerzas chilenas enviadas a debelar la sublevaci�n se sum� Castilla al mando de los Coraceros de Jun�n, cuerpo integrado por 150 voluntarios peruanos. Los amotinados fueron derrotados en el combate del Cerro Bar�n, pero Portales result� asesinado; no obstante, los planes de guerra del gobierno chileno siguieron su curso.[23][24]

Desde Chile se organizaron contra la Confederaci�n las llamadas Expediciones Restauradoras, conformadas por ej�rcitos aliados chilenos y peruanos (Ej�rcito Unido Restaurador), a las que se uni� Castilla. En la primera expedici�n, Castilla fue jefe de la Legi�n Peruana y prefecto de Arequipa. Tuvo serias diferencias con Manuel Ignacio de Vivanco, el jefe de los expedicionarios peruanos. Esta expedici�n fracas� en Arequipa, y Castilla, junto con el resto de restauradores, volvi� a Chile.[22]

Volvi� al Per� con la segunda expedici�n restauradora, comandada esta vez por el general chileno Manuel Bulnes y el peruano Agust�n Gamarra.[22]​ Esta expedici�n logr� finalmente su objetivo. Castilla pele� en el combate de Portada de Gu�as del 27 de agosto de 1838,[25]​ y en la definitiva batalla de Yungay del 20 de enero de 1839, donde su energ�a y su visi�n t�ctica evitaron la retirada de los restauradores y decidieron el triunfo de estos. A prop�sito, se dice que cuando el general Bulnes orden� la retirada con estas palabras: �Nos han sobado, retir�monos a San Miguel donde podremos proseguir el ataque�, Castilla, que comandaba la caballer�a, le respondi�: �No hemos venido a correr�, y tomando unos batallones los condujo a la boca de la quebrada de �ncash y fue as� como decidi� el triunfo de los restauradores.[26][27][n 2]​ Por su brillante actuaci�n se hizo merecedor a su ascenso a General de Divisi�n.[4]

Al instalarse en 1838 el gobierno provisional de Gamarra, Castilla fue nombrado ministro de guerra, siendo sus colegas Benito Laso (Gobierno y Relaciones Exteriores); y Manuel Bartolom� Ferreyros (Hacienda).[28]

En el segundo gobierno constitucional de Gamarra fue ministro de Guerra, de 1839 a 1840, y de Hacienda, hasta 1841, y como tal contribuy� a pacificar el pa�s y a restablecer el orden administrativo.

Fue enviado a sofocar la revoluci�n regeneracionista iniciada en Arequipa por el coronel Manuel Ignacio de Vivanco, a quien derrot� en Cuevillas el 6 de abril de 1841; este fue el inicio de una de las m�s enconadas rivalidades republicanas: Castilla versus Vivanco.[29]

De esta �poca se cuenta tambi�n un incidente que tuvo con el c�nsul franc�s Armand Saillard, a quien ret� a duelo, lo que no se lleg� a concretar. Episodio que es narrado en una tradici�n de Ricardo Palma, pero de manera distorsionada.[30]

Castilla se mostr� contrario a la alianza de Gamarra con el boliviano Jos� Ballivi�n, entonces desterrado en Per�.[31]​ Como jefe de Estado Mayor, acompa�� a Gamarra en la campa�a de Bolivia. Ballivi�n, olvidando su alianza con Gamarra, se puso a la cabeza de la resistencia boliviana y derrot� a los peruanos en la batalla de Ingavi, el 18 de noviembre de 1841, la misma en la que falleci� Gamarra.[32]

Castilla fue tomado prisionero en el campo de batalla y conducido a pie hasta Oruro, de donde fue trasladado a Cochabamba y luego a Santa Cruz de la Sierra. En varias ocasiones tuvo incidentes con sus custodios, motivo por el cual sufri� crueles maltratos. Firmada la paz con Bolivia, retorn� al Per�, arribando a Tacna el 5 de septiembre de 1842.[4][33]

La revoluci�n constitucionalista de 1843-1844

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Por entonces el Per� se debat�a en una anarqu�a militar y Castilla se propuso acabar con las guerras de facciones y restablecer el imperio de la Constituci�n de 1839, contando con la alianza de los generales Domingo Nieto y Manuel de Mendiburu. La meta de esta autodenominada Revoluci�n Constitucionalista, iniciada en Tacna el 17 de mayo de 1843, era acabar con el gobierno de facto del Directorio encabezado por Vivanco y restablecer a la autoridad leg�tima, es decir, a Manuel Men�ndez, el sucesor de Gamarra en 1841, en su calidad de presidente del Consejo de Estado (cargo equivalente a vicepresidente).[34]

Las primeras victorias sobre las fuerzas vivanquistas se obtuvieron en Pach�a, cerca de Tacna, el 29 de agosto de 1843 y en San Antonio, cerca de Moquegua, el 28 de octubre.[35]​ Con los generales Domingo Nieto, Jos� F�lix Igua�n, y otros, Castilla integr� el 3 de septiembre de ese a�o una Junta de Gobierno Provisorio en el Cuzco,[36]​ cuya presidencia asumi� tras el misterioso fallecimiento de Nieto, pues no es seguro si muri� por enfermedad o envenenado, el 17 de febrero de 1844.[37]

Un episodio de esta guerra fue la llamada Semana Magna, en la que el prefecto de Lima Domingo El�as, hasta entonces leal a Vivanco, se alz� contra el Directorio y organiz� la defensa de la capital ante la amenaza de las fuerzas vivanquistas comandadas por Jos� Rufino Echenique. Pero este ataque no se produjo porque Felipe Pardo y Aliaga advirti� a Echenique que Vivanco y Castilla se preparaban para un encuentro definitivo cerca de Arequipa.[38]

En efecto, los constitucionalistas de Castilla vencieron a las fuerzas directoriales de Vivanco en la batalla de Carmen Alto, el 22 de julio de 1844. Tras un corto interinato de Justo Figuerola, el 7 de octubre del mismo a�o fue restablecido en el mando Manuel Men�ndez, con la misi�n de hacer el traspaso constitucional del poder.[39]

Elecciones de 1845

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La tarea m�s importante del gobierno de Men�ndez fue la realizaci�n de las elecciones para presidente de la Rep�blica, senadores y diputados (por entonces las elecciones eran indirectas, por medio de colegios electorales). Manifiestamente, el candidato a la presidencia que contaba con el favor popular era Ram�n Castilla. Domingo El�as present� tambi�n su candidatura, en representaci�n de los civiles. Pero los militares ten�an entonces mucho m�s poder y llegada en la poblaci�n. De modo que Castilla obtuvo un triunfo categ�rico. El Congreso se instal� el 16 de abril de 1845, bajo la presidencia de Manuel Cuadros Loayza, y luego de revisar las actas de los colegios electorales, proclam� como vencedor a Castilla (19 de abril de 1845).[39][40]

Primera Presidencia Constitucional (1845-1851)

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Retrato de Ram�n Castilla.

Castilla jurament� el cargo de Presidente Constitucional el 20 de abril de 1845, ante el Congreso de la Rep�blica,[41]​ para un mandato de seis a�os, de acuerdo con la Constituci�n de 1839. Gobern� hasta 1851, siendo el primer presidente peruano que complet� su mandato.

Su gobierno fue moderado y progresista.[42]​ Realiz� una pol�tica de concordia, derogando los decretos de expatriaci�n expedidos contra los vencidos de la Confederaci�n. Incluso, en 1847 les restituy� sus derechos, habiendo omitido, desde el principio tambi�n perseguir a los partidarios del r�gimen de Vivanco; emple�, fuera de esto, en los puestos de la administraci�n a hombres competentes.[1]

Este primer gobierno de Castilla signific� para el Per� lo siguiente:

  • Estabilidad institucional.
  • Ordenamiento de la econom�a nacional por el r�gimen de los presupuestos.
  • Prestigio econ�mico en el exterior debido a la cancelaci�n de la deuda externa.
  • Posici�n internacional relevante en el continente.
  • Progreso intelectual y material.
  • Iniciaci�n del desarrollo de la Amazon�a.

Orden interno

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Con este gobierno se inici� la etapa que el historiador Jorge Basadre ha denominado del �Apogeo Republicano�, etapa de la historia republicana que culminar�a con el combate del 2 de mayo de 1866, en el Callao.

Castilla hizo un gobierno basado en el libre juego de las instituciones p�blicas, y sustentado sobre su recia personalidad de gran caudillo. Su gobierno fue de orden sin llegar a la arbitrariedad. Respet� la libertad de prensa, dentro de los marcos permitidos por la ley, impidiendo sus desbordes. Fue adem�s un gobierno de uni�n nacional. Castilla llam� a sus rivales pol�ticos para que colaboraran con su gobierno. Se sumaron as� vivanquistas como Felipe Pardo y Aliaga, Jos� Gregorio Paz Sold�n y Jos� Rufino Echenique. De todos modos se produjeron conspiraciones que fueron severamente debeladas. Cuando en agosto de 1848 se sublev� el general Jos� F�lix Igua�n, este fue vencido y reducido a prisi�n; y cuando en febrero de 1849, se plane� una nueva sublevaci�n encabezada por los generales Juan Cris�stomo Torrico y Miguel de San Rom�n, estos fueron tomados presos y deportados.[43]

Aspecto econ�mico

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En el campo econ�mico, Castilla abord� tres puntos fundamentales: la reorganizaci�n de la hacienda p�blica por el r�gimen de los presupuestos; el sistema de las consignaciones para la venta del guano; y el pago de las deudas interna y externa.[44]

Establecimiento del Presupuesto Nacional

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El Presupuesto es el c�lculo que anticipadamente hace un gobierno de los ingresos que va a tener en un a�o determinado; sobre ese c�lculo se determinan los egresos o gastos. En las sucesivas Constituciones se hab�a estipulado que los gobiernos contaran con presupuesto, pero por la continua inestabilidad pol�tica no se pudo cumplir tal exigencia. Sin embargo, Emilio Romero, en su Historia Econ�mica del Per�, afirma que el primer esbozo de presupuesto se hizo en 1827, aunque no lleg� a ser aprobado por el Congreso.[44]​ Esta situaci�n fue definitivamente cambiada por Castilla, quien el 21 de octubre de 1845 y por intermedio de su ministro de Hacienda Manuel del R�o present� a la C�mara de Diputados el presupuesto correspondiente al bienio 1846-47. Aunque no lleg� a ser aprobado por el Congreso, el gobierno lo puso en pr�ctica, por lo que se le considera el primer presupuesto de la Rep�blica. Era de 5 961 639 de pesos como egresos y 4 191 800 como ingresos anuales. El primer presupuesto que cont� con la aprobaci�n del Congreso fue el del bienio 1848-49, promulgado en marzo de 1848. En este presupuesto figuraba la cantidad de 5 322 423 como ingresos anuales y de 5 315 310 como egresos anuales. El pliego de ingresos estaba constituido mayoritariamente por las rentas aduaneras y la contribuci�n de ind�genas. A partir de entonces, este importante instrumento financiero del Estado estuvo presente en las discusiones parlamentarias.[45]

El guano y las consignaciones

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Las islas Chincha, donde se extra�an las mayores cantidades de fertilizante o guano durante la era del guano.

A partir de la d�cada de 1840, el Per� se vio en posesi�n de una inesperada riqueza: el guano de las islas y litorales, producto de las deposiciones de millones de aves marinas. Conocidas sus propiedades fertilizantes desde la �poca prehisp�nica, estas fueron redescubiertas a principios de la Rep�blica y a partir de 1841 se empez� a vender en grandes cantidades a Europa, cuyos gastados campos de cultivo lo necesitaban urgentemente.[46]​ Al principio, el Estado entreg� estos yacimientos en arriendo a particulares, quienes obtuvieron grandes ganancias. Visto lo rentable del negocio, el Estado anul� esos contratos de arrendamiento e implant� el sistema llamado de las Consignaciones (1849). Por este sistema, el Estado manten�a la propiedad del guano hasta su venta final, pero encargaba a una determinada firma (el consignatario) la extracci�n, transporte y venta del guano. El consignatario deb�a lograr el mejor precio posible para el producto; luego descontaba del precio final de venta todos los gastos realizados y una comisi�n, y entregaba la diferencia al Estado.[47]​ Esta diferencia equival�a casi a las dos terceras partes o un 60% de la ganancia l�quida.[48]​ La firma consignataria que durante muchos a�os ejerci� el monopolio en este negocio fue la Casa Gibbs, inglesa. Hab�a tambi�n consignatarios nacionales.[49]

El Estado recibi� as� sumas cuantiosas, con los que qued� holgada la caja fiscal, emple�ndose preferentemente para la defensa nacional y para pagar las deudas externa e interna. Fue una �poca de bonanza econ�mica para el Estado, que se prolong� hasta 1870 y fue conocida como la Era del Guano. No obstante, desde el principio se se�alaron algunos vicios y defectos en este sistema de venta del guano. El Estado, que andaba siempre urgido de dinero, sol�a pedir adelantos a los consignatarios sobre el dinero a cobrar, y estos se lo daban con intereses de 4 a 6 %, usufructuando as� a costa del Estado.[50][47]

El pago de las deudas externa e interna

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El costo de la Expedici�n Libertadora de San Mart�n de 1820 y de las expediciones restauradoras de 1838 y 1839, se convirti� en una crecida deuda que el Per� sald� al gobierno de Chile entre 1848 y 1856. En la imagen: Escuadra Libertadora, por Thomas Somerscales.

Cuando Castilla lleg� al poder, el Per� ten�a una cuantiosa deuda interna e externa que resolvi� pagar con las rentas del guano. La deuda interna la ten�a con particulares que hab�an aportado, en especie o en dinero, a favor de la guerra de la Independencia y durante las guerras y revoluciones subsiguientes. La deuda externa la hab�a contra�do de varios pa�ses: Inglaterra y Gran Colombia, contra�da durante la lucha independentista; con Chile, por los gastos del ej�rcito libertador sanmartiniano y de los ej�rcitos restauradores; con Espa�a, seg�n lo estipulado en la Capitulaci�n de Ayacucho; tambi�n con Francia y Estados Unidos.[51]

Por leyes dadas en 1847, 1848 y 1850, Castilla orden� el pago de la deuda interna, pago al cual se conoce con el nombre de �consolidaci�n de la deuda interna�,[52]​ lo que originar�a un tremendo esc�ndalo de corrupci�n en el siguiente gobierno de Echenique.

Por una ley de 1848, se orden� el pago de la deuda externa a todos los pa�ses, con excepci�n de Espa�a, a la que se le puso la condici�n de que primero reconociera la independencia del Per�.[47]​ Se renegoci� la deuda con Inglaterra, originalmente de 3 736 400 libras esterlinas pero que se hab�a elevado excesivamente por los intereses no pagados desde 1823; hubo como trasfondo un favorecimiento a la Casa Gibbs (inglesa) en la venta del guano, por lo que se habl� del inicio de una �org�a financiera� en el Per�. Con Chile se acord� como toda y �nica deuda el monto de 4 millones de pesos, los que se fueron pagando hasta 1856, con los intereses correspondientes. Con Estados Unidos se reconoci� una deuda de 300 mil pesos por da�os y perjuicios inferidos a sus propiedades, la que se cancel� definitivamente en 1853. Con respecto a la antigua Gran Colombia, cuyos herederos eran las rep�blicas de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, no se lleg� a un acuerdo, correpondi�ndole al siguiente gobierno resolver el asunto.[53]

Este pago masivo de la deuda externa fue una buena medida, pues as� se cimentaba la confianza internacional en el pa�s.

La defensa nacional

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El barco de guerra a vapor R�mac, el primero de su tipo en el Per� y Sudam�rica.

Castilla, como buen militar, puso mucha dedicaci�n a la defensa nacional, teniendo en cuenta que el Per� limitaba con cuatro pa�ses, siempre dispuestos a agredir. Su estancia prolongada en Chile en tiempos de Portales, lo hizo ver claramente el peligro que significaba para el Per� estar desarmado. Por ello hizo las siguientes obras:

  • Se esforz� en dar al ej�rcito la capacidad t�cnica necesaria y lo dot� de armamento moderno. Se trajeron fusiles de percusi�n, que reemplazaron a los antiguos fusiles de chispa; y los viejos ca�ones fueron reemplazados con modernos obuses de mayor calibre.[54]
  • Se reabri� la Escuela Central de Marina, para la formaci�n de jefes y oficiales de la armada, con sede en Bellavista.[55]
  • Dot� al pa�s de una escuadra eficiente, adquiriendo la fragata Mercedes y los bergantines Guise y Gamarra. Adquiri� adem�s el primer barco de guerra a vapor que lleg� a Sudam�rica: la goleta mixta R�mac (julio de 1847). Despu�s adquiri� otro buque a vapor, la fragata Amazonas, que lleg� durante el gobierno siguiente. Se dice que la pol�tica naval de Castilla se resum�a en esta frase: �Si Chile construye un barco, el Per� debe construir dos�. El Per� se convirti� en la primera potencia naval de Sudam�rica.[56][57]
  • Construy� el apostadero naval de Paita.[58]
  • Fund� la Factor�a Naval de Bellavista, para atender al mantenimiento y reparaci�n de las unidades navales. Contaba tambi�n con una maestranza de armer�a para la reparaci�n del armamento, y una fundici�n de cobre y hierro para fabricar ca�ones. Lleg� a ser la mejor de Sudam�rica y ser�a destruida por los chilenos en 1881.[59]
  • En lo que respecta a la seguridad interna, se consolid� el servicio de polic�a, tanto de a pie como montada.[60]
El Bergant�n Gamarra, protegi� a los peruanos de la costa de California durante la fiebre del oro.

Como prueba del poder�o naval que entonces ten�a el Per�, sucedi� un hecho significativo: unos ciudadanos peruanos que enviaban buques mercantes a California, en plena fiebre del oro, pidieron protecci�n a Castilla. El presidente atendi� el pedido y envi� al bergant�n Gamarra, que permaneci� diez meses en la bah�a de San Francisco.[61]

Incidentes internacionales

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  • Antes de iniciarse el gobierno de Castilla, en plena guerra civil, ocurrieron incidentes con nav�os ingleses, en los puertos de Islay y Arica. En este �ltimo, los ingleses incluso abrieron fuego sobre la poblaci�n, en represalia por la negativa de sus autoridades de permitirles el desembarco para que hicieran su aguada (1 de septiembre de 1844). Ya en el poder, Castilla se vio obligado a firmar con el representante brit�nico un protocolo que obligaba al Per� a reparar la supuesta ofensa cometida hacia los brit�nicos, que contemplaba la destituci�n de las autoridades peruanas que ten�an a su cargo Arica, entre ellas el prefecto de Moquegua, general Jos� F�lix Igua�n (30 de mayo de 1845). Ese protocolo fue una humillaci�n para el Per� cuando apenas se iniciaba el gobierno de Castilla, que despu�s se caracteriz� por su decidido americanismo, sin duda escarmentado por este episodio.[62]
  • El 17 de abril de 1846 se dio un decreto supremo conocido como �Declaraci�n sobre reclamaciones diplom�ticas�, en el que se determinaba en qu� casos el gobierno peruano deb�a admitir o rechazar reclamaciones diplom�ticas de otros pa�ses. Ello fue una reacci�n al incidente con los ingleses. Hasta entonces, los consulados interced�an directamente ante el gobierno para reclamar a nombre de sus connacionales que sufr�an de abusos o despojos. Exig�an y lograban las m�s de las veces indemnizaciones o reparaciones. En adelante, los afectados deb�an recurrir directamente a los tribunales o jueces locales. Esto, como era de esperarse, provoc� la protesta del cuerpo diplom�tico.[63]
  • Cuando en 1850 el gobierno de Nueva Granada (Colombia) quiso acreditar al general Jos� Mar�a Obando como ministro plenipotenciario en Lima, el gobierno de Castilla se neg� a recibir sus credenciales, produci�ndose as� un incidente diplom�tico con dicho pa�s.[64]​ Se dice que el motivo de ese rechazo era la acusaci�n que pesaba sobre Obando de ser el asesino del mariscal Antonio Jos� de Sucre, suceso ocurrido en 1830.[65]

Pol�tica internacional americanista

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Jos� Gregorio Paz Sold�n (1808-1862), jurista e internacionalista peruano. Canciller de la Rep�blica, bajo el primer gobierno de Ram�n Castilla.

La pol�tica internacional de Castilla estuvo orientada a darle al Per� la prestancia que deb�a de tener entre los pa�ses de Am�rica y del mundo. Comprendi� principalmente los siguientes puntos:

  • Se dio el decreto del 31 de julio de 1846 sobre la organizaci�n del cuerpo diplom�tico y consular, as� como otro decreto complementario sobre adjuntos a las legaciones. Fue la base de la legislaci�n peruana sobre la materia y sirvi� de modelo al resto de pa�ses americanos. Se establecieron legaciones (embajadas) en Estados Unidos, Inglaterra, Chile, Bolivia y Ecuador. Se abrieron consulados en Par�s y Bruselas. Debido a ello, se considera a Castilla como el fundador de la diplomacia peruana.[66]
  • Castilla denunci� en�rgicamente los preparativos de la llamada Expedici�n Floreana, que en 1846 prepar� en Espa�a el general del ej�rcito ecuatoriano Juan Jos� Flores, con el objeto de establecer en Sudam�rica una monarqu�a para un pr�ncipe borb�n espa�ol. Flores lleg� a adquirir dos vapores y un transporte, as� como a reclutar a 1500 personas para su expedici�n, pero esta acab� por desmantelarse debido sobre todo a la en�rgica actitud peruana.[67][68]
  • En 1847, el canciller del Per� Jos� Gregorio Paz Sold�n convoc� el primer Congreso Americano, que se reuni� en Lima entre ese a�o y el siguiente. Acudieron los representantes de Bolivia, Chile, Ecuador y Nueva Granada (Colombia), adem�s del anfitri�n, Per�. El Congreso fue presidido por el peruano Manuel Bartolom� Ferreyros. Su prop�sito era �fijar las bases de la futura tranquilidad y seguridad de los pueblos de Sudam�rica�. El continente se hallaba entonces conmocionado por la reciente amenaza de la Expedici�n Floreana y la intervenci�n francoinglesa en R�o de la Plata. En dicha reuni�n se dej� sentado el principio que cualquier ataque extranjero contra un pa�s americano deb�a de considerarse como un ataque a todos, y, por lo tanto, todos deb�an sumarse a la defensa. La pol�tica internacional del Per� estuvo pues orientada hacia un sincero y noble ideal americanista.[69]
  • Se normalizaron las relaciones con Bolivia, afectadas desde la guerra de 1841. Si bien se hab�a firmado un tratado de paz en 1842, exist�an todav�a varios litigios con dicho pa�s, sobre todo de tipo comercial; uno de ellos era la invasi�n de la moneda feble (de baja ley) boliviana en el sur peruano. Los representantes de ambos pa�ses firmaron el Tratado de Arequipa (3 de noviembre de 1847), por el que se dio libertad a Bolivia para que comerciara por el puerto de Arica. Bolivia, por su parte, se compromet�a a no poner en circulaci�n su moneda en el sur peruano.[70][71]

Aspecto educativo

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Libro de Esclavitud en el Per� sobre la libertad de los esclavos.

Castilla, asesorado por expertos en el tema, abord� el problema educacional que desde la fundaci�n de la Rep�blica se encontraba abandonado. El 14 de junio de 1850 dio el primer Reglamento de Instrucci�n P�blica, por el cual el Estado asum�a la direcci�n y la administraci�n de la educaci�n en el pa�s. Empez� tambi�n a separar los tres grados de educaci�n que se daban en las escuelas, los colegios y las Universidades, aunque mantuvo la existencia de los Colegios Mayores, uno de los cuales pas� a ser el Colegio Guadalupe, lo que mantuvo la confusi�n existente desde la �poca colonial entre ense�anza media y superior.[72][73]

Fue en este periodo que tuvo un importante desarrollo la educaci�n superior en los colegios de San Carlos y Guadalupe,[74]​ as� como en el Colegio de la Independencia (luego Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos) que bajo la direcci�n del doctor Cayetano Heredia inici� la reforma de los estudios m�dicos en el Per�. Tambi�n se destac� el Seminario de Santo Toribio.[75]

Castilla emprendi� tambi�n la reorganizaci�n y restablecimiento de los colegios nacionales (educaci�n media o secundaria) en toda la Rep�blica, pues estos se hab�an visto seriamente afectados, en sus rentas y personal, por las guerras civiles e internacionales. Se fundaron los siguientes planteles: el Colegio de Educandas de Trujillo, el Colegio de San Francisco de Arequipa, el Colegio San Ram�n de Ayacucho, el Colegio de Santa Rosa de Puno, el Colegio de la Victoria de Tacna y la Escuela Central de Miner�a de Hu�nuco.[76]

Aspecto intelectual

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Al amparo de la libertad individual, el orden interno y el progreso material, adquirieron gran impulso las luchas ideol�gicas.[77]​ Esta se dio entre los conservadores, liderados por el sacerdote Bartolom� Herrera, y los liberales, representados por Benito Laso, Francisco de Paula Gonz�lez Vigil y los hermanos Pedro y Jos� G�lvez (este �ltimo, futuro h�roe del Dos de Mayo).[78]

Herrera era rector del Convictorio de San Carlos, al que convirti� en el basti�n de los conservadores,[79]​ mientras que el Colegio Guadalupe, dirigido por el espa�ol Sebasti�n Lorente, lo era de los liberales. Uno de los profesores del Guadalupe era el ya mencionado Pedro G�lvez, que en 1850 asumi� la direcci�n del colegio tras la renuncia de Lorente.[80]​ Se produjeron as� interesantes debates entre conservadores y liberales, sobre diversos temas, como el sufragio de los indios.[81]​ En 1849, fueron elegidos diputados Bartolom� Herrera y Pedro G�lvez, quienes llevaron a la tribuna parlamentaria las discusiones ideol�gicas realizadas hasta entonces desde la c�tedra.[82]

Obras p�blicas y de otra �ndole

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Estaci�n San Juan de Dios en Lima, del ferrocarril de Lima al Callao, hacia 1870.
  • En 1848 abolieron definitivamente los mayorazgos.[83]​ Al finalizar este rezago del colonialismo, se permiti� el ascenso de nueva gente a la alta vida social, en virtud del privilegio de la riqueza.[84]
  • Ante la queja de los agricultores por la falta de mano de obra en los campos, el Congreso aprob� el 17 de noviembre de 1849 la Ley General de Inmigraci�n, conocida popularmente como la �ley china�, ya que, en la pr�ctica, foment� sobre todo a la inmigraci�n de chinos o cul�es para las labores agr�colas y la extracci�n del guano de islas. Llegaron tambi�n colonos europeos (irlandeses y alemanes) pero en menor cuant�a.[85]
  • Se inici� la preparaci�n de c�digos republicanos que deb�an reemplazar a las antiguas leyes espa�olas que todav�a reg�an en el pa�s. Se form� una Comisi�n de Juristas que redact� el proyecto del primer C�digo Civil, el que fue aprobado por el Congreso y empez� a regir desde el 28 de julio de 1852, permaneciendo vigente hasta 1936.[86][87]
  • Se dio impulso a la navegaci�n a vapor, iniciada en 1840. La traves�a ya no era solo del Callao a Valpara�so, sino que se extendi� a Panam�, aument�ndose el n�mero de vapores.
  • Se mand� construir el primer ferrocarril del Per�, que fue a la vez el primero de Sudam�rica. Cubri� la ruta de Lima a Callao. La construcci�n se inici� el 30 de junio de 1850 y se inaugur� el 17 de junio de 1851. Existe la discusi�n de que si fue en realidad el primero del subcontinente. Se dice que un ferrocarril de la Guayana brit�nica es en realidad el m�s antiguo del continente, el mismo que fue entregado al tr�fico en 1849. Lo seguro es que el de Lima al Callao fue el primero en realizar el servicio de carga y pasajeros en la Sudam�rica hispana, as� como fue el primero de todo el hemisferio sur. Chile inaugur� su primer ferrocarril en diciembre de 1851; Brasil en 1854, y Argentina en 1857.[88][89]
  • Se reorganiz� el servicio de correos, d�ndole la debida seguridad y garant�a.[90][91]
  • Se implant� el primer telar mec�nico, en 1847, el mismo que comenz� la fabricaci�n en serie de los primeros hilados y tejidos de algod�n.[92]
  • Se crearon f�bricas de buj�as, �cido sulf�rico, cristales y papel.[93]​ La primera f�brica de papel la instalaron los propietarios del diario El Comercio de Lima.[87]
  • Se empez� a construir el moderno Mercado Central de Lima, en reemplazo de los antiguos e insalubres mercadillos, rezagos de la �poca colonial. Esta obra ser�a culminada en los a�os 1860.[94]
  • Se instalaron servicios de agua potable con tuber�as de hierro en los puertos del Callao, Arica e Islay.[95]
  • Se dieron los Reglamentos de Polic�a,[96]​ Beneficencia P�blica[97]​ y Estad�stica.[90]
  • Se construyeron iglesias, hospitales, colegios, mercados, aduanas, cuarteles, prefecturas, caminos y puentes en toda la Rep�blica.[98]
  • Se repatriaron los restos de los presidentes Jos� de La Mar y Agust�n Gamarra.[87]

Elecciones de 1851

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Para las elecciones de 1851, Castilla auspici� la candidatura del general Jos� Rufino Echenique, con el apoyo de sectores conservadores. Otros candidatos importantes fueron el general Manuel Ignacio de Vivanco, apoyado por los conservadores; y Domingo El�as, civil, fundador del Club Progresista, apoyado por hombres de negocio e intelectuales liberales. Tambi�n postularon los generales Antonio Guti�rrez de La Fuente, Miguel de San Rom�n y Pedro Pablo Berm�dez.[99]

Echenique triunf� en esta elecci�n, que a decir del historiador Jorge Basadre fue el primer proceso electoral verdadero de la historia republicana del Per�,[100]​ aunque con serios indicios de malas maniobras.

Echenique recibi� el mando el 20 de abril de 1851 y su gesti�n se convirti� de alguna manera en la prolongaci�n del primer gobierno de Castilla, pero se vio envuelto en el esc�ndalo de la consolidaci�n (o cancelaci�n) de la deuda interna, en la que sus allegados y amigos se beneficiaron econ�micamente, siendo el primer caso escandaloso de corrupci�n en el Per� republicano.

La revoluci�n liberal de 1854

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Alzando como bandera el repudio al esc�ndalo de la consolidaci�n, se levant� en Ica el l�der civil Domingo El�as, pero fue derrotado por las fuerzas gobiernistas en la batalla de Saraja, el 7 de enero de 1854.[101]​ A este hecho sigui� inmediatamente el levantamiento en Arequipa, en cuyo manifiesto se acus� al gobierno de indolencia frente a los ultrajes infligidos por el gobierno de Bolivia. Castilla lider� la rebeli�n, desplazando a Vivanco[102]​ y contando con el apoyo de los j�venes l�deres liberales Pedro G�lvez Eg�squiza y Manuel Toribio Ureta.[103]​ A la rebeli�n se sumaron tambi�n Domingo El�as, el general Miguel de San Rom�n y el general Ferm�n del Castillo. Esta insurrecci�n fue gran movimiento popular que deriv� en una guerra civil muy prolongada y costosa para el pa�s.

Durante la lucha, Castilla se declar� presidente provisorio; en Ayacucho decret� la abolici�n definitiva del tributo ind�gena (5 de julio de 1854);[104]​ luego derrot� a las fuerzas de Echenique en Izcuchaca,[105]​ marchando enseguida a Huancayo donde firm� el hist�rico decreto aboliendo la esclavitud en el Per� (3 de diciembre de 1854).[106][107]​ La victoria definitiva de la revoluci�n se consum� en las afueras de Lima, en la batalla de La Palma, donde las tropas de Echenique fueron derrotadas (5 de enero de 1855). Al d�a siguiente se desat� la violencia y p�nico en Lima, donde fueron asaltadas las casas de los �consolidados�.[108][109]

Presidencia Provisoria (1855-1858)

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Escultura de Ram�n Castilla en la Plazoleta de la Merced (Jir�n de la Uni�n, frente a la Bas�lica de La Merced).

Tras la batalla de La Palma, se instal� en Lima un gobierno provisional con Castilla como Presidente, y los liberales Pedro G�lvez, Manuel Toribio Ureta y Domingo El�as como ministros, m�s el general Miguel de San Rom�n que ocup� el Ministerio de Guerra.[110][111]​ Una importante medida fue el decreto del 25 de marzo de 1855, firmado por Castilla y Pedro G�lvez en la ciudad de Huancayo, que anunciaba la absoluta libertad en comunicaci�n del pensamiento por medio de la imprenta; gran avance que se sumaba a los importantes decretos liberales de la abolici�n de la esclavitud y la contribuci�n de ind�genas.[112]

Pero la primera y m�s importante medida que tom� el gobierno fue convocar a elecciones para la reuni�n de una Convenci�n Nacional o Congreso, cuyo fin ser�a reformar la Constituci�n. Por primera vez se convoc� a elecciones con sufragio directo y universal: directo, pues no se elegir�a a los Colegios Electorales, sino directamente a los representantes del nuevo Congreso; y universal, porque todos los peruanos votar�an sin ninguna limitaci�n, sin importar ser analfabeto o no tener fortuna. No se convoc�, sin embargo, a elecciones para Presidente.[110]

Realizadas las elecciones, la Convenci�n Nacional se instal� el 14 de julio de 1855 y ratific� a Castilla como Presidente Provisorio.[113]​ Instalado su gobierno, Castilla, de temperamento autoritario, se separ� de sus ministros liberales y convoc� a sus amigos. Se iniciaba as� el rompimiento con los liberales.[114][115]

La Constituci�n Liberal de 1856

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La Constituci�n de la Rep�blica Peruana (1856). Esta constituci�n fue promulgada por el presidente Ram�n Castilla.

En la Convenci�n Nacional surgi� una disputa tensa entre la mayor�a liberal y la minor�a conservadora partidaria de Castilla. El m�s notable de los tribunos liberales era Jos� G�lvez Eg�squiza, hermano de Pedro G�lvez.[116]​ La Convenci�n, adem�s de funcionar como asamblea constituyente, ejerci� el Poder Legislativo en toda su extensi�n, dictando leyes de car�cter permanente y tambi�n de circunstancias. Por fin, despu�s de grandes debates, en octubre de 1856 se termin� de discutir la nueva Constituci�n, que deb�a reemplazar a la Constituci�n Conservadora de 1839.

La Constituci�n de 1856, de tendencia liberal, limit� las atribuciones del poder ejecutivo, estableciendo la vacancia de la Presidencia de la Rep�blica por atentar contra la forma de gobierno o disolver el Congreso. Estableci� que el per�odo presidencial durar�a cuatro a�os y no seis a�os como en la anterior Constituci�n; cre� el Consejo de Ministros; suprimi� los fueros personales, aboli� la pena de muerte; estableci� el sufragio popular directo para todos los ciudadanos que supieran leer y escribir; restableci� las Juntas Departamentales y las Municipalidades.[117]​ Los liberales no lograron imponer la libertad de cultos, y el Estado continu� protegiendo la religi�n cat�lica, no permitiendo el ejercicio de otros cultos, pero se suprimieron las vinculaciones y los fueros eclesi�sticos, as� como los diezmos y primicias.[118]

El presidente Castilla jur� esta Constituci�n, que fue promulgada el 19 de octubre de 1856, pero expres� su disconformidad con ella, sobre todo por la disminuci�n de las atribuciones del presidente, aumentando as� la situaci�n de confrontaci�n entre el gobierno y el Congreso.[119]

La Convenci�n fue disuelta el 2 de noviembre de 1857 por una patrulla de soldados a �rdenes del coronel Pablo Arguedas, mientras Castilla se hallaba ocupado en el asedio de Arequipa, en el marco de la guerra civil estallada el a�o anterior.[120]​ Si bien Castilla conden� este acto, era evidente que tal situaci�n le conven�a, tan as� que una vez que retorn� a Lima, no restituy� el parlamento.[121]

Guerra civil de 1856-1858

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Los conservadores, descontentos con el r�gimen liberal imperante, se reunieron en torno del general Manuel Ignacio de Vivanco y se alzaron contra el gobierno.[122]

La rebeli�n estall� en Arequipa el 31 de octubre de 1856,[123]​ donde en un acto p�blico se quem� la Constituci�n recientemente proclamada.[118]​ De all� se extendi� a Moquegua, Ayacucho y Piura. La escuadra se uni� al movimiento; entre los marinos rebeldes estaban Miguel Grau y Lizardo Montero. Aprovechando su dominio del mar, los revolucionarios se dirigieron hacia el norte, pero fracasaron en su intento de sublevar esa parte del Per�. Luego, enrumbaron al Callao, desembarcando y atacando a la poblaci�n el 22 de abril de 1857, ataque que fue rechazado por el pueblo chalaco. En premio a este acto, el Callao recibi� la denominaci�n de Provincia Constitucional, por haber defendido al gobierno constitucional.[124]

El asalto de Arequipa del 6 al 7 de marzo de 1858.

La rebeli�n qued� circunscrita a Arequipa, con escasas posibilidades de triunfo. Sin embargo, el pueblo arequipe�o decidi� resistir. Para poner sitio a la ciudad, desde Puno partieron las fuerzas gobiernistas a �rdenes del general Miguel de San Rom�n. El pueblo arequipe�o se organiz�, formando batallones y construyendo defensas. En las cercan�as de la ciudad se produjeron sangrientos encuentros.[122]​ Uno de ellos, producido en Yumina, el 28 de junio de 1857, fue considerado como un triunfo por los vivanquistas, aunque estos no lograron romper el cerco que los gobiernistas les tendieron. Castilla decidi� tomar personalmente el mando del ej�rcito y lleg� por v�a mar�tima al teatro de operaciones; y tras unirse a las fuerzas de San Rom�n, puso sitio a Arequipa.[125]

Por fin, despu�s de ocho meses de asedio, Castilla orden� el ataque a Arequipa. Se inici� en la noche del 5 de marzo de 1858 y se reanud� al d�a siguiente, siendo muy sangriento.[126]​ El pueblo, atrincherado en San Antonio, Santa Rosa y Santa Marta, luch� tenazmente. En el famoso Fuerte Malakoff sucumbi� heroicamente el poeta Benito Bonifaz.[127]​ Hubo batallones enteros, como el llamado Columnas Inmortales, que no se rindieron y fueron aniquilados.[128]​ En la acequia de Santa Rosa la sangre corri� como agua. A las 11 y 30 de la ma�ana del 6 de marzo, el ej�rcito de Castilla se reuni� en la Plaza de Armas de Arequipa, culminando as� la lucha. La rebeli�n estaba vencida. Vivanco huy� a Chile.[129]

Segunda Presidencia Constitucional (1858-1862)

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La banda presidencial de Ram�n Castilla.

Elecciones de 1858

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Si bien la rebeli�n de Vivanco fracas�, su intenci�n, esto es, acabar con la influencia de los liberales en las decisiones de gobierno, termin� por imponerse. La Convenci�n, disuelta en noviembre de 1857, no fue nuevamente convocada e incluso fueron enviados al destierro los principales l�deres liberales.[130]

Castilla convoc� a elecciones para un Congreso Extraordinario y para la elecci�n del Presidente Constitucional de la Rep�blica, ya que �l era solo Presidente provisorio. Se present� como candidato. Por su parte, importantes l�deres liberales como Benito Laso, Francisco Javier Mari�tegui, Jos� G�lvez Eg�squiza, Francisco de Paula Gonz�lez Vigil y Jos� Gregorio Paz Sold�n, se organizaron y lanzaron la candidatura del general Jos� Miguel Medina. Realizadas las elecciones, triunf� Castilla. El nuevo Congreso se instal� el 12 de octubre de 1858 y proclam� a Castilla Presidente Constitucional, para un mandato de cuatro a�os.[131]

Nueva elecci�n del Congreso (1859)

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El Congreso Extraordinario suspendi� sus sesiones en mayo de 1859, anunciando su reinstalaci�n como Congreso Ordinario para julio del mismo a�o.[132]​ Pero el gobierno frustr� tal iniciativa, decretando elecciones para nuevos representantes, que se reunir�an en el a�o siguiente. Castilla argument� al respecto que el Congreso, al pretender autoconvocarse, hab�a tomado una decisi�n antoconstitucional, pues solo al Ejecutivo compet�a su convocatoria. Sin embargo, corri� la versi�n de que en realidad, Castilla se hab�a enterado de que el Congreso pretend�a vacarlo y que por eso tom� tal decisi�n.[133]

Una de las pol�micas m�s notables que se desarroll� en el Congreso de 1858-59 fue el debate sobre la abolici�n de la pena de muerte, principio que ya hab�a establecido la Constituci�n de 1856. El Congreso se pronunci� por dicha abolici�n, lo que fue apoyado por el gobierno de Castilla (algunos autores atribuyen a Castilla el m�rito de realizar esta reforma).[134]

La Constituci�n moderada de 1860

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En su segundo gobierno, Ram�n Castilla prefiri� rodearse de asesores moderados que contribuyeran a aplacar la agitaci�n pol�tica de la �poca.

La Constituci�n liberal de 1856 no hab�a satisfecho al pa�s. El Congreso de 1860, elegido en las nuevas elecciones convocadas por Castilla, se arrog� la facultad de Constituyente, procediendo r�pidamente a discutir y reformar la Constituci�n.[135]​ Se produjeron grandes debates. Como l�der de los conservadores se hallaba nuevamente Bartolom� Herrera, quien presidi� el Congreso. En el bando liberal se not� la ausencia de los hermanos G�lvez.[136]

La nueva Constituci�n se promulg� el 13 de noviembre de 1860. No era liberal ni conservadora, sino moderada.[136]​ Restableci� la pena de muerte, pero solo para casos de homicidio calificado; prohibi� la reelecci�n presidencial;[134]​ restableci� el sistema de votaci�n indirecta; se dej� claramente definida la divisi�n del Congreso en dos c�maras (senadores y diputados); estableci� la edad m�nima de 25 a�os para ser diputado y de 30 para senador; respet� las Municipalidades; y dej� sentada la primac�a de la religi�n cat�lica sobre los dem�s cultos. Esta Constituci�n, m�s sensata y realista que las anteriores, ha sido la que m�s tiempo ha regido en el Per�, pues se mantuvo hasta 1920.[136]

Un grupo de liberales que quedaron en Lima, tramaron varias conjuras contra Castilla. El 25 de julio de 1860 un embozado a caballo intent� asesinar a Castilla en la Plaza Mayor de Lima, logrando solo herirle con un disparo en el brazo. Y el 28 de noviembre del mismo a�o, varios civiles armados y una parte del batall�n Lima (que fue sacado de su cuartel con enga�os) atacaron el domicilio del presidente situado en la esquina de las calles Divorciadas e Higueras; pero la tropa reaccion� y fue repelido el ataque.[137]

Auge del guano

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Cargu�o de guano en las islas Chincha, hacia 1866.

En 1857 se batieron todas las marcas en la venta del guano: este lleg� a representar el 83 % de todos los ingresos estatales. El guano se convirti� pr�cticamente en el �nico sost�n del Estado. Empezaron entonces los problemas con los consignatarios, que obten�an grandes ganancias. Como el tesoro p�blico se hallaba siempre requerido de dinero, los consignatarios adelantaban empr�stitos al Estado a cuenta del guano que explotar�an en el futuro, con altos intereses, lo que a la larga traer�a la ruina econ�mica al pa�s, al ser el guano solo una riqueza pasajera. Pero por lo pronto, el Per� disfrutaba de los ingresos del guano.[138]

A las alturas de 1860, el Per� exportaba, adem�s de guano, el salitre procedente de Tarapac�, b�rax, plata, lanas. Importaba, en cambio, alimentos, ropa, muebles y art�culos suntuarios, tales como sedas, vinos y licores.[138]

Se sigui� permitiendo el ingreso de trabajadores chinos (cul�es) para la explotaci�n del guano a trav�s de "el enganche". El primero en traer chinos al Per� fue Domingo El�as.

La obra educacional

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Castilla promulg� el 7 de abril de 1855 un nuevo Reglamento de Instrucci�n P�blica, el cual se mantendr�a vigente hasta el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle (1872-76). Este Reglamento estructur� adecuadamente el sistema educativo, disponiendo que la instrucci�n p�blica tuviera tres grados: la popular, la media y la superior. Se acab� as� con la indefinici�n que exist�a en dicho campo, pues hasta entonces no se diferenciaba la educaci�n media de la superior.[139]

Bajo el concepto de instrucci�n popular se encontraban las escuelas de primeras letras, las de artes y oficios, las de la infancia y la escuela normal. El Estado se propon�a masificarla y a hacerla gratuita para los pobres.[140]​ Se plane� la construcci�n de locales escolares, pero al no disponerse de los recursos necesarios, esta reforma qued� mayormente en el papel.[141]

La educaci�n media o secundaria se consideraba como una etapa de ampliaci�n y perfeccionamiento de la educaci�n popular para quienes deseaban seguir carreras liberales o cient�ficas. Se contemplaba tambi�n su gratuidad para los pobres.[142]​ El Colegio Guadalupe fue incorporado en este plan, y dej� de proporcionar educaci�n superior, para concentrarse solo en la instrucci�n secundaria, como hasta hoy viene haci�ndolo.[143][141]

En cuanto a la educaci�n universitaria, se consider� que la Universidad era un todo org�nico constituido por cinco Facultades: Teolog�a, Medicina, Jurisprudencia, Filosof�a y Letras y Ciencias Naturales y Matem�ticas. Se dispuso que los antiguos Colegios Mayores, por corresponder a estas facultades, se incorporasen a la Universidad. Pero sucedi� que ni la Universidad de San Marcos ni el Convictorio de San Carlos (a cuya estructura correspond�a las tres �ltimas facultades) aceptaron plenamente la reforma y se aferraron a sus antiguos privilegios.[141]​ Solo a�os despu�s, en 1866, se complet� esta reforma, y el convictorio carolino se convirti� en la Facultad de Humanidades y Derecho de la Universidad de San Marcos.

Pol�tica americanista

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La pol�tica internacional de Castilla, en este segundo gobierno, tal como ya hab�a ocurrido en el primero, se inspir� en un profundo sentimiento de la solidaridad americana, y en una conciencia siempre atenta al orgullo de la patria y la dignidad de la naci�n. Por entonces, las grandes potencias europeas intervinieron en algunos pa�ses independientes de Am�rica y la pol�tica de Castilla fue la de oponerse en�rgicamente a esas pretensiones convocando a la unidad americana.[144]​ Veamos algunos aspectos de esta pol�tica.

  • Siguiendo el esp�ritu de la uni�n americana afirmada en el Congreso de Lima de 1847, el ministro de Per� en Chile, Cipriano Coronel Zegarra, firm� en Santiago de Chile, un tratado continental de alianza defensiva (15 de septiembre de 1856). Adem�s del Per�, suscribieron este tratado Chile y Ecuador.[145]
  • Se firm� en Washington, el 19 de noviembre de 1856, bajo la direcci�n del representante diplom�tico peruano Juan Ignacio de Osma, un proyecto de alianza y confederaci�n americana, entre Per�, M�xico, Nueva Granada, Venezuela, Costa Rica, Guatemala y El Salvador (que eran todos los representantes latinoamericanos acreditados en la capital estadounidense), para hacer frente a las agresiones europeas.[146]
  • Ayud� a Nicaragua y Costa Rica, con dinero y gestiones diplom�ticas, a hacer frente a la invasi�n del filibustero estadounidense William Walker (1856).[147]​ Con ese objeto, se envi� a Am�rica Central una misi�n diplom�tica presidida por Pedro G�lvez Eg�squiza.[148]
  • Protest� en�rgicamente contra la reincorporaci�n de Santo Domingo a la monarqu�a espa�ola como Protectorado (1861). Se apoy� a los dominicanos en su lucha contra los invasores, invit�ndose a los pa�ses americanos a una acci�n conjunta contra la ocupaci�n espa�ola.[149]
  • Protest� contra la agresi�n franco-espa�ola a M�xico de 1861 y envi� una misi�n diplom�tica presidida por Manuel Nicol�s Corpancho, para prestar todo el apoyo posible al pueblo mexicano y al gobierno de Benito Ju�rez. Cuando Napole�n III decidi� instalar en M�xico un trono para Maximiliano de Austria, Corpancho, en nombre del Per�, protest� en�rgicamente y apoy� abiertamente al gobierno de Ju�rez, por lo que el gobierno usurpador lo oblig� a salir de M�xico. Corpancho pereci� tr�gicamente durante su viaje de regreso al Per�, al incendiarse la nave en que viajaba en el golfo de M�xico.[150]
  • Protest� en 1861 contra el proyecto del presidente del Ecuador Gabriel Garc�a Moreno de convertir a su pa�s en un protectorado franc�s.[151]

Desarrollo de la Amazon�a

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Estatua en honor a Castilla en la plaza hom�nima ubicada en Iquitos, ciudad que se benefici� enormemente de sus pol�ticas.

Castilla se mostr� interesado por el desarrollo de la Amazon�a peruana, continuando as� la pol�tica que iniciara en su primer gobierno. Para tal fin era de vital importancia obtener de Brasil la libre navegaci�n en el Amazonas a fin de lograr una salida al Oc�ano Atl�ntico, ya que la Convenci�n de Comercio y Navegaci�n de 1851 no hab�a otorgado tal beneficio. Despu�s de lenta y laboriosa labor diplom�tica se consigui� el objetivo firm�ndose con el Brasil la Convenci�n Fluvial del 22 de febrero de 1858.[152]

Conseguida la libre navegaci�n en el Amazonas, Castilla se preocup� por el desarrollo de la regi�n para lo cual dio las siguientes medidas:

  • Cre� la Provincia Litoral de Loreto (2 de enero de 1857) que luego se transform� en Departamento Mar�timo y Militar de Loreto (7 de enero de 1861). Posteriormente, en 1866, bajo el gobierno de Mariano Ignacio Prado, pas� a ser Departamento Fluvial, y en 1868 qued� bajo la definitiva categor�a de Departamento.[153]
  • Compr� una flotilla fluvial compuesta por los buques Morona, Pastaza, Napo y Putumayo para que patrullaran los r�os amaz�nicos.[154]
  • Cre� el apostadero fluvial de Iquitos, situado en lo que hasta entonces era una aldea de caba�as, y que empez� a desarrollarse hasta convertirse en una ciudad importante del oriente peruano, verdadera haza�a humana creada en medio de la selva.[155]

Defensa nacional

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La fragata Amazonas.
  • La fragata Amazonas efectu� un viaje alrededor del mundo. Parti� del Callao el 26 de octubre de 1856, al mando de Jos� Boter�n. Cruz� el Pac�fico, borde� la costa de China, cruz� el estrecho de Singapur, lleg� a Calcuta donde permaneci� cuatro meses en reparaciones; luego circunnaveg� la costa oriental y sur de �frica, dobl� el Cabo de Buena Esperanza, se dirigi� al norte, arrib� a la isla de Santa Elena, pas� cerca de las islas Azores, hasta llegar a Europa, anclando en Londres. Despu�s enrumb� a Am�rica del Sur; se dirigi� a R�o de Janeiro, sigui� m�s al sur hasta doblar el estrecho de Magallanes, y continu� hacia las costas de Chile, deteni�ndose en Talcahuano, de donde lleg� al Per�, tocando Arica, y finalmente, al Callao, donde arrib� el 29 de mayo de 1858. Naveg� m�s de 40 000 millas en 308 d�as y permaneci� 272 d�as en puerto.[156]
  • Se mejor� el armamento del ej�rcito, en sus tres campos: la infanter�a, la caballer�a y la artiller�a, adecu�ndola a la t�cnica moderna. Se envi� a Europa al coronel Francisco Bolognesi para la compra de ca�ones rayados, fusiles y otros implementos b�licos.[157]
  • Se reorganiz� el Colegio Militar, orient�ndosele a la preparaci�n de ingenieros militares y civiles.[158]
  • Se introdujo las brigadas de zapadores en el ej�rcito.[158]

Guerra con el Ecuador

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En 1857, el Ecuador celebr� un convenio con sus acreedores brit�nicos adjudic�ndoles en pago, territorios de Quijos y Canelos, que a juicio del gobierno del Per� le pertenec�a, bas�ndose en la Real C�dula de 1802. Tras varios intercambios de notas la situaci�n se puso tensa. La canciller�a ecuatoriana solicit� el retiro de Quito del ministro peruano Juan Celestino Cavero. Se rompieron las relaciones diplom�ticas. El Congreso autoriz� a Castilla emplear todos los medios a fin de alcanzar satisfacciones de parte del Ecuador, incluyendo la guerra.[159]

La primera medida que tom� Castilla fue decretar el bloqueo pac�fico de toda la costa ecuatoriana (26 de octubre de 1858). Guayaquil empez� a sufrir los estragos del sitio, por lo que el comandante general de esa plaza, general Guillermo Franco, acept� firmar un armisticio con el jefe de la flota peruana, vicealmirante Ignacio Mari�tegui (20 de agosto de 1859). Poco despu�s Castilla aprob� la suspensi�n del bloqueo de toda la costa ecuatoriana, para as� facilitar un arreglo con el gobierno ecuatoriano.[160]

Pero sucedi� que el Ecuador entr� en un per�odo de anarqu�a pol�tica, ante el inicio de una guerra civil en la que se establecieron cuatro gobiernos provisorios: un triunvirato en Quito, presidido por Gabriel Garc�a Moreno, una jefatura suprema en Guayaquil, al mando de Guillermo Franco y que dominaba toda la costa, un gobierno t�tere de Franco en Cuenca y un gobierno federal en la provincia de Loja, al mando de Manuel Carri�n.[161]

El problema que se planteaba a Castilla era pues que, no habiendo un �nico gobierno plenamente leg�timo en el Ecuador, no era posible iniciar conversaciones, pues se corr�a el riesgo de que una facci�n invalidase lo que la otra aceptase. Castilla prepar� entonces una expedici�n naval y militar contra el Ecuador, y el 29 de septiembre de 1859, se embarc� �l mismo. Dej� en el poder en Lima al doctor Juan Manuel del Mar.[160]

La armada peruana la conformaban 15 buques, que transportaban a seis mil soldados. Como el prop�sito de Castilla no era el de humillar al Ecuador ni de arrebatarle territorio, envi� una nota a cada uno de los jefes de las facciones ecuatorianas, d�ndoles un plazo de 30 d�as para que llegaran a entenderse y conformaran un gobierno leg�timo; en caso de no ocurrir ello, anunci� su prop�sito de reanudar las operaciones militares.[162]

Pintura an�nima del siglo XIX, que representa la toma de Guayaquil por parte de las fuerzas peruanas en 1860.

Finalizado el plazo y al no producirse la soluci�n del conflicto interno en Ecuador, la escuadra peruana se present� en Guayaquil el 12 de noviembre de 1859, sin hacer fuego. Los defensores del puerto quisieron negociar y Castilla exigi� que se permitiera el desembarco de sus tropas, lo que fue aceptado. Las tropas peruanas se posesionaron de las alturas de Mapasingue (25 de noviembre), desde donde se dominaba Guayaquil y sus accesos. Como los gobiernos del Guayas, Azuay y Loja llegaron a unificarse moment�neamente bajo el mando de Franco, Castilla decidi� entenderse con este jefe, antes que con Garc�a Moreno, que ten�a el gobierno de Quito y de gran parte de la sierra ecuatoriana.[163]

As� pues, con la autorizaci�n de Franco, las tropas peruanas entraron en Guayaquil el 7 de enero de 1860, sin necesidad de disparar un balazo. El 25 de enero, Castilla firm� con el gobierno de Franco el Tratado de Mapasingue, en el que, esencialmente, el Ecuador reconoc�a la validez de la Real C�dula de 1802, y por tanto la soberan�a peruana sobre los territorios de Quijos y Canelos; declaraba nula la adjudicaci�n de territorios hecha a sus acreedores ingleses y se establec�a que dentro de un plazo de dos a�os, una Comisi�n especialmente nombrada por los dos pa�ses proceder�a a se�alar los l�mites entre ambos Estados. Castilla no quiso mostrarse implacable o feroz con Ecuador y antes de marcharse, obsequi� uniformes, calzados y fusiles al ej�rcito franquista.[164]

No obstante, Franco no era el gobernante leg�timo del Ecuador, sino apenas un dictador secesionista en Guayaquil, y fue derrotado por las tropas del gobierno de Quito, presidido por Garc�a Moreno, el 26 de septiembre de 1860. Este gobierno desaprob� el tratado de Mapasingue el 8 de abril de 1861. El gobierno peruano no tuvo ninguna reacci�n ante este hecho, porque intu�a que la opini�n de su ciudadan�a era contraria a la guerra, aparte de que la atenci�n de la canciller�a estaba en otros asuntos, como una posible guerra con Bolivia y las amenazas europeas al continente. El Congreso peruano, ya en el gobierno de Miguel de San Rom�n, se encarg� a la vez de desaprobar el tratado de Mapasingue, en 1863.[165][166]

El problema con el Ecuador se prolongar�a por mucho tiempo m�s, volvi�ndose un asunto centenario. En el Per� se ha reprochado a Castilla no haberle dado soluci�n entonces, teniendo todo a su favor para hacerlo. Los continuos problemas lim�trofes entre ambos pa�ses dar�an lugar a una nueva guerra peruano-ecuatoriana en 1941, conocida como la Guerra del 41.[n 3]

Otras obras y hechos importantes

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Edificio de la Penitenciar�a de Lima, considerado el m�s s�lido de la capital. Foto de 1875.
  • Cumpliendo lo establecido por la Constituci�n de 1856, y por ley del 4 de diciembre de 1856, se organiz�, por primera vez en la historia republicana del Per�, el Consejo de Ministros. Si bien desde la fundaci�n de la Rep�blica exist�a un cuerpo de ministros que tomaba sus decisiones de acuerdo con el presidente, a�n no se hab�a formalizado y reglamentado su funci�n. Los ministros deb�an ser cinco: Relaciones Exteriores; Gobierno, Culto y Obras P�blicas; Justicia, Instrucci�n y Beneficencia; Guerra y Marina; y Hacienda y Comercio. Uno de los ellos deb�a ejercer como presidente del Consejo de Ministros (cargo equivalente al de primer ministro o premier).[167][168]
  • Se cre� la Direcci�n de Obras P�blicas, para centralizar e impulsar dichos trabajos, as� como para vigilar la conducta de los ingenieros del Estado.[169]
  • Se culmin� la instalaci�n del alumbrado a gas en Lima (1855),[170]​ siendo esta la primera ciudad de Sudam�rica que tuvo tal iluminaci�n.[171]
  • Se inaugur� el servicio de agua potable en Lima (1857).[172]
  • Se fund� la Benem�rita Sociedad Fundadores de la Independencia en 1857 y se nombr� al presidente Ram�n Castilla como su primer presidente nato.
  • Se estableci� el servicio telegr�fico entre Lima y Callao (1855),[173]​ que fue la primera l�nea establecida en Sudam�rica.[171]
  • Se inaugur� el ferrocarril de Lima a Chorrillos (1858), el segundo de Lima y el tercero del pa�s, cuya estaci�n en Lima estaba en el antiguo convento de la Encarnaci�n.[174]
  • Se construy� la Penitenciar�a Central de Lima, bajo la direcci�n de Mariano Felipe Paz Sold�n. Concebida como centro de trabajo y readaptaci�n, fue inaugurada por el propio presidente el 23 de julio de 1862, y durante mucho tiempo fue el edificio m�s s�lido de la capital. Se mantuvo en pie durante un siglo, hasta que fue demolido en 1961.[175]​ Asimismo, se construyeron varios centros penitenciarios en el interior del pa�s.
  • Se construyeron los muelles del Callao, Chorrillos, Pisco y Paita, y el dique flotante del Callao.[176]
  • Se fund� la Compa��a de Bomberos Voluntarios Uni�n Chalaca N.� 1, la primera de su g�nero en Sudam�rica (1860).[177]
  • Se expidi� el primer Reglamento de Carruajes.[178]
  • Se mejor� el sistema de correos, estableci�ndose el franqueo con estampillas o �timbres de porte franco� (1857).[173]
  • Se inauguraron en Lima los monumentos a Sim�n Bol�var y a Crist�bal Col�n.[176]
  • Se instal� la Bolsa de Comercio de Lima.
  • Se fund� el Club Nacional, el 19 de octubre de 1855.[179]
Ram�n Castilla en 1864.
  • Fueron promulgados el C�digo Penal y el C�digo de Enjuiciamientos en materia penal, el 1 de octubre de 1862, para que rigieran a partir del a�o siguiente. Estos c�digos reemplazaron a la antigua legislaci�n penal espa�ola.[180]
  • Por ley del 24 de mayo de 1861 se realiz� el censo del pa�s, que arroj� un total de 2 487 916 habitantes en 1862.[181]
  • Se encarg� en 1860 a Mariano Felipe Paz Sold�n la elaboraci�n del Mapa General del Per�. Paz Sold�n present� un borrador y luego viaj� a Europa para grabarlo, con la exactitud y la perfecci�n requeridas. Se encarg� tambi�n de la edici�n del libro Geograf�a del Per�, de su hermano Mateo Paz Sold�n.[182]
  • Se crearon dos departamentos: Cajamarca (por decreto del 11 de febrero de 1855 y ratificado por ley del 30 de septiembre de 1862); y Piura (por ley del 30 de marzo de 1861), ambos desgajados del departamento de La Libertad.[183]
  • La vida intelectual y, en particular, los estudios jur�dicos se enriquecieron, con la aparici�n en 1860 de dos libros: el Diccionario de la Legislaci�n Peruana de Francisco Garc�a Calder�n Landa, y el Tratado de Derecho Civil de Toribio Pacheco y Rivero.[184]

Las elecciones de 1862

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Finalizando el segundo gobierno de Castilla, se vislumbraba una porfiada lucha electoral entre tres candidatos: el mariscal Miguel de San Rom�n, el general Juan Antonio Pezet y el doctor Juan Manuel del Mar; el primero contaba con el apoyo oficial del gobierno. Pero la lucha se extingui� cuando falleci� Del Mar, v�ctima de una repentina enfermedad, y cuando Pezet decidi� acompa�ar a San Rom�n como candidato a la primera vicepresidencia. Los liberales apoyaron tambi�n a San Rom�n.[185]

Realizadas las elecciones, result� elegido San Rom�n como presidente; como primer vicepresidente fue elegido el general Pezet, y como segundo vicepresidente, el general Pedro Diez Canseco.[186]

Encargado del Mando (1863)

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Efigie de Ram�n Castilla en el Pante�n de los Pr�ceres en Lima.

El presidente Miguel de San Rom�n tuvo un gobierno ef�mero, pues falleci� el 3 de abril de 1863, tras apenas cinco meses de iniciado su mandato. De manera interina, Castilla asumi� nuevamente el mando de la Naci�n, pues ninguno de los dos vicepresidentes se hallaban entonces en Lima (Pezet se hallaba en Europa y Diez Canseco en Arequipa). Castilla recibi� tal encargo por ser el oficial de m�s alta graduaci�n del ej�rcito.[187]

Muchos temieron que Castilla aprovechar�a la ocasi�n para perpetuarse en el poder y hubo alarma en los medios econ�micos. Pero cuando el 9 de abril regres� a Lima el segundo vicepresidente Pedro Diez Canseco, Castilla le entreg� tranquilamente el mando, de modo que solo estuvo en el poder unos d�as. Diez Canseco, por su parte, ocup� tambi�n el poder de manera transitoria, hasta el retorno del primer vicepresidente, Juan Antonio Pezet, que hab�a viajado a Europa por motivos de salud. Cuatro meses despu�s, retorn� Pezet y asumi� la presidencia el 5 de agosto; de acuerdo a la Constituci�n, deb�a culminar el per�odo de San Rom�n.[188]

�ltimos a�os

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En 1864, Castilla fue elegido senador por Tarapac� y presidente de su c�mara;[189]​ desde esa posici�n conden� la pol�tica internacional del gobierno de Pezet con respecto a la agresi�n de la escuadra espa�ola del Pac�fico. Personalmente fue a Palacio de Gobierno para increpar con bastante dureza a Pezet, por lo que fue apresado y embarcado al destierro, siendo conducido hasta las playas de Gibraltar, en febrero de 1865.[187]​ Pero esta medida no favoreci� al gobierno, pues Pezet termin� siendo derrocado, gracias precisamente a la chispa revolucionaria que dej� encendida Castilla, lo que dar�a lugar al surgimiento de figuras pertenecientes a la segunda generaci�n posterior a la independencia. En su ausencia se produjo el combate del Dos de Mayo de 1866, �ltima acci�n de la flota espa�ola en aguas peruanas, que fue celebrado como una victoria por el Per� y sus aliados sudamericanos.

A su regreso al Per�, el 17 de mayo de 1866, Castilla fue homenajeado en Lima, ocasi�n en la cual dijo al momento de alzar la copa: �Brindo, se�ores, por los viejos que conquistaron la independencia y por los j�venes que el 2 de mayo supieron consolidarla�.[190]​ Pero se opuso al presidente Mariano Ignacio Prado y fue deportado a Chile; desde all�, ya septuagenario, se rebel� en defensa de la Constituci�n moderada de 1860, que el gobierno intentaba reemplazarla por la Constituci�n liberal de 1867. Desembarc� en Pisagua (puerto de Tarapac�, entonces territorio peruano) con una peque�a escolta, regresando al Per� con el prop�sito de encabezar la revoluci�n. Emprendi� viaje por tierra hacia la ciudad de Arica, pero con la salud muy resquebrajada y agobiado por el abrasante calor, falleci� en el valle de Tiliviche, el 30 de mayo de 1867. Sus �ltimas palabras fueron una oraci�n elevada al Ser Supremo: �Se�or, un mes m�s de vida y habr� hecho la felicidad de mi patria. No, algunos d�as m�s�.[191]

Descendencia

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Do�a Francisca Diez Canseco de Castilla, esposa del presidente Ram�n Castilla.

Casado con la dama arequipe�a Francisca Diez-Canseco y Corbacho, hija del general Manuel Jos� Diez-Canseco Nieto y hermana de Pedro Diez Canseco Corbacho, Francisco Diez Canseco Corbacho y Manuel Diez Canseco Corbacho, militares y pol�ticos. No tuvo descendencia en ella. Sin embargo, tuvo tres hijos naturales reconocidos (dos antes de casarse y uno durante su matrimonio), y algunos se�alan que hubo otros tres no reconocidos.[12]

Los tres hijos reconocidos que tuvo antes de su matrimonio con Francisca, fueron los siguientes:[12]

  • El primero, Manuel Castilla C�rdenas, nacido en 1825, fruto de su relaci�n con Mar�a de C�rdenas Rivera. Este Manuel contrajo matrimonio en 1850 con Francisca Sotomayor y procre� un hijo, Baldomero. A trav�s del hijo mayor de Baldomero, D�maso Castilla Loayza, la descendencia directa del Mariscal continua hasta la actualidad.
  • El segundo, Federico Castilla, nacido en 1833 producto de sus relaciones con Francisca Villegas. Lleg� a ser capit�n de corbeta de la armada peruana y muri� repentinamente de una enfermedad, el 31 de mayo de 1860, dejando una beb� de tres meses, fruto de su matrimonio con Dominga Irribarren. La ni�a falleci� tambi�n algunos a�os despu�s.
  • El tercero, Juan Castilla, nacido en 1851 de su relaci�n con Carolina Colich�n. Desde los cuatro a�os (posiblemente a causa del matrimonio de su madre) vivi� en casa de Francisca, quien lo crio como a un hijo. Siendo adolescente, Juan parti� a Londres, Par�s y Madrid a estudiar, y se gradu� de tenedor de libros (lo que hoy se llama contador). Cuando Castilla falleci� en 1867, Juan se hallaba en Londres y Francisca hizo un esfuerzo enorme para que mantuviera sus estudios. En 1870 retorn� al Per� y se dedic� a los negocios. Al estallar la guerra con Chile se alist� en la defensa de Lima, y como ayudante mayor del coronel C�sar Canevaro, muri� en la batalla de San Juan y Chorrillos, el 13 de enero de 1881.[192]

Asimismo, Castilla y su esposa criaron a dos sobrinas como si fueran sus hijas adoptivas: Mar�a Mercedes y Mar�a de los �ngeles Diez Canseco de Olaz�bal. Ellas eran hijas de Manuel Diez Canseco Corbacho, hermano de Francisca. Castilla las despos� con dos de sus secretarios: a Mercedes con el doctor Manuel Yrigoyen Arias, quien lleg� a ser un brillante diplom�tico, y a Angelita con el capit�n Manuel Velarde Seoane. La familia que m�s destac� fue la de los Yrigoyen Diez Canseco, que se ha prolongado hasta la actualidad.[12]

Efigie de Castilla

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Monumento al Mariscal Ram�n Castilla, Plaza Chile, ciudad de Buenos Aires.

En su obra Historia de la Rep�blica del Per�, el historiador Jorge Basadre hace una memorable efigie del Gran Mariscal Ram�n Castilla, que pasamos a extractar.

Ram�n Castilla es, en resumen, lo mejor de los primeros cincuenta a�os de la Rep�blica peruana. Es aquella figura a la que todos llaman taita (padre), el libertador del negro, el redentor del indio, un hombre muy sencillo y del pueblo, y que lleg� con su nombre muy adentro de las multitudes. Patriota a carta cabal, su amor al Per� no solo fue de �palanganada� (fanfarronada), sino que lo demostr� en la pr�ctica con creces, como militar y gobernante. Supo ser al mismo tiempo caudillo y estadista, y trajo orden y prosperidad al Estado, por eso al grito de ��Viva Castilla!� la gente se iba a matar, y al mismo grito se hicieron y deshicieron revoluciones hasta el mismo d�a de su muerte.[193]

Pero este mismo caudillo y estadista, que le toc� gobernar en medio de la prosperidad econ�mica del guano que a tantos enriquecieron, muri� pobre y con deudas, y por ello el poeta Carlos Augusto Salaverry dijo:[194]

La pluma de la historia dir� un d�a,
Cuando su cetro la verdad recobre:
"Fue tan patriota como se pod�a,
Y aunque el oro a sus plantas esparc�a;
El pueblo le bendijo: muri� pobre."

�Leyendo su biograf�a cabe exclamar: "Aqu� se aprende a triunfar". Ante el vencedor de Bar�n, de Yungay, de Intiorco, de Cuevillas, de Pach�a, de San Antonio, de Carmen Alto, de Izcuchaca, de La Palma, de Arequipa, de Mapasingue, cabe decir: He aqu� un guerrero peruano cuya exaltaci�n puede hacerse sin lamentaciones de "yarav�"�. (Basadre).[194][195]

La casa de Castilla

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Ya como presidente, Castilla tuvo dos casas en Lima: una en Chorrillos, probablemente en la calle del Tren, y otra en la calle Divorciadas e Higueras (actual intersecci�n de los jirones Cuzco y Carabaya). La primera fue totalmente destruida por la barbarie chilena durante la guerra del Pac�fico, mientras que la segunda sobrevive hasta la actualidad, despu�s de su ejemplar restauraci�n realizada entre 2004 y 2013. Es una antigua casa colonial que data del siglo XVII. Castilla la adquiri� en 1850, de la testamentaria de Mariano de la Puente, por 20 000 pesos. Tras el fallecimiento de Castilla, su viuda Francisca Diez Canseco, agobiada por las deudas de su esposo, vendi� la propiedad por 30 000 pesos. Despu�s de pasar por una serie de propietarios, fue adquirida por el Estado, yendo a manos del INC (actualmente Ministerio de Cultura). Declarada monumento hist�rico, alberga ahora a las instituciones dedicadas a exaltar la verdadera trascendencia hist�rica del gran libertador as� como el museo de sitio.[12]

Homenajes

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La Tumba del Mariscal Ram�n Castilla, en el Pante�n de los Pr�ceres en Lima.
Efigie de bronce de Ram�n Castilla, en la Plazoleta de La Merced en Lima.

Por ley aprobada en el Congreso de la Rep�blica el 25 de junio de 1867 se dispuso que el Poder Ejecutivo tomara las disposiciones necesarias para los funerales de Castilla, que se realizar�an en Lima. El gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado (contra el que se hab�a sublevado) orden� gastar 16 000 soles en el mausoleo del Mariscal que deb�a llevar la inscripci�n: �El Per� al Gran Mariscal Ramón Castilla». Una comisión del Congreso asistió a los funerales, y a la viuda, doña Francisca Diez Canseco, le fue asignado un montepío como si su esposo hubiera muerto en guarnición. La muerte de Castilla causó honda repercusión en todo el país y paralizó por algún tiempo la ofensiva de los opositores al gobierno, previo al estallido de la revolución que tumbó al gobierno de Mariano Ignacio Prado.[196]

Aparte de ese mausoleo suntuoso erigido en el Cementerio Presbítero Maestro, tardó mucho tiempo en levantarse en el centro de Lima un monumento digno de la memoria del Gran Mariscal. El primero fue inaugurado en 1915, en la Plazoleta de La Merced (Jirón de la Unión, frente a la Basílica de La Merced), y fue obra del escultor limeño David Lozano. Este monumento, de dimensiones modestas, representa una efigie pedestre de Castilla, en actitud sencilla.

El 9 de diciembre de 1940, el teniente coronel del ejército argentino Raúl Aguirre Molina pronunció el siguiente discurso al entregar una placa conmemorativa al monumento de Castilla en Lima:[196]

En mi tierra, en su más bello ambiente, el de los gauchos, un criollo conquista fama y nombradía, cuando en las justas camperas, no pudiendo dominar la ferocidad del redomón, el jinete cae a tierra con las riendas en la mano. Castilla sublimizó la proeza. Cuando su trompa de órdenes tocó ¡Alto! Al final de la jornada, el jefe hecho pie a tierra, apoyó la cabeza sobre el pecho de su ayudante, y, como buen soldado de caballería murió con las riendas en la mano.

El gran monumento representativo debió esperar más tiempo. En 1967, al celebrarse el centenario de la muerte de Castilla, se eligió a la Plaza Unión (situada en el cruce formado por las Avenidas Alfonso Ugarte, Argentina y Emancipación) como lugar donde debía erigirse la estatua ecuestre del Gran Mariscal, cuya ejecución se encargó al escultor pisqueño José Luis Peña y Peña. Era entonces Presidente de la República el arquitecto Fernando Belaúnde Terry y alcalde de Lima el doctor Luis Bedoya Reyes. El monumento se inauguró en 1969 y se cambió el nombre de dicho espacio público por el de Plaza Castilla, pero es un nombre poco usado actualmente.

Notas

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  1. Tras Ayacucho, el comandante realista Leandro Castilla y Marquesado marcharía a España, donde años más tarde combatiría en el bando carlista durante la primera guerra de ese nombre ("Espartero, su vida escrita por D.M.H. y D.J.T.", p. 726).
  2. Este famoso intercambio de palabras entre Bulnes y Castilla lo ha transmitido el Deán Valdivia, que se basó en testimonios de los participantes de la batalla. Castilla habría así decidido la acción culminante de la batalla, aunque según la versión del coronel Antonio Plasencia en su diario militar de campaña, Castilla se limitó solo a cumplir la orden de su superior, el mariscal Agustín Gamarra, lo que en esencia no desvirtúa lo dicho por el deán Valdivia. En cambio, el historiador chileno Gonzalo Bulnes (hijo del jefe chileno), negó totalmente esta versión, descalificando a Valdivia.
  3. Para los ecuatorianos, esta campaña militar de Castilla fue la segunda invasión peruana sobre su territorio, pues la primera habría ocurrido en 1829, al mando del presidente José de La Mar; hay que señalar, sin embargo, que en ese año no existía oficialmente la república del Ecuador, sino que su territorio entonces formaba parte de la Gran Colombia.

Véase también

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Referencias

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Bibliografía

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Enlaces externos

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